La crisis humanitaria en Afganistán es insostenible: "No puedo dar pan fresco a mis hijos"
- El 75% del presupuesto del gobierno afgano procedía de países y organismos internacionales
- Escucha las otras dos entregas: Las mujeres afganas y La larga espera de los colaboradores españoles
Tras medio año con los talibanes en el poder, Afganistán está sumida en un inminente colapso económico cruzado por una crisis humanitaria sin precedentes y con derechos fundamentales claramente resentidos, especialmente en el caso de las mujeres. Afganistán no está en guerra, pero es un país alimentado de varias crisis. Este martes 15 de febrero de 2022 se cumplen seis meses desde que se desatara el temor del regreso al pasado.
Desde un primer momento, el régimen quiso ofrecer una visión menos intolerante para ganarse cierto reconocimiento y, en definitiva, para no perder al capital extranjero. Antes de la vuelta al poder de los talibanes, el 75% del presupuesto del gobierno afgano procedía de países y organismos internacionales.
Las próximas semanas, claves para evitar una catástrofe humanitaria
La situación en el conjunto del país es preocupante, no solo en Kabul. Las condiciones actuales representan una amenaza para los niños, los más vulnerables en estos contextos. Las próximas semanas van a ser clave para evitar una catástrofe humanitaria, según explica Salam Al-Janabi, responsable de comunicación de Naciones Unidas en Afganistán.
"Tenemos a centenares de miles de niños que están en situación de desnutrición aguda severa que están luchando por su vida", asegura Al-Janabi.
Un equipo de RNE ha estado en el Hospital Infantil Indira Gandhi de Kabul, en la unidad dedicada a la malnutrición. En varias pequeñas salas atienden a pacientes desde los dos meses de vida hasta los cinco años. Ahora mismo hay 100, pero la cifra no para de aumentar. La responsable de una de las salas asegura que "vienen de todas las zonas de Afganistán".
“La malnutrición es consecuencia del deterioro de todo el tejido socioeconómico de Afganistán“
En la sala hay unos 12 niños, algo inusual según la responsable: "Normalmente no hay camas suficientes y los pequeños tienen que compartirlas". Además, asegura que no tienen medicinas todos los días: "Hoy solo tenemos una inyección de penicilina, pero los niños necesitan muchos más tratamientos para luchar contra la malnutrición".
A la falta de medicinas se añaden los problemas económicos de las familias, porque la malnutrición es consecuencia del deterioro de todo el tejido socioeconómico de Afganistán.
El 75% del presupuesto del gobierno afgano anterior procedía de ayudas internacionales
Las consecuencias de esta parálisis económica se pueden ver también en los precios, que se han disparado. Según el Programa Mundial de Alimentos, el kilo de arroz ha subido un 20%, la harina un 50% y la gasolina más de un 40%. Productos esenciales que muchas familias no se pueden permitir. Es el caso de Alodust, un policía de tráfico que tiene 44 años y seis hijos.
Desde la llegada de los talibanes, Alodust no consigue sacar adelante a su familia.
"Con la llegada del nuevo gobierno me han pagado, pero no todos los salarios, y nos pagan tarde. Llevo diez meses sin pagar el alquiler. Cuando llego a casa solo tengo para pan duro, no soy capaz de traer pan fresco a mis hijos", lamenta el policía.
No puedo comprar para dar de comer a mis hijos", lamenta el policía.
Alodust está todos los días en el centro de Kabul de las seis de la mañana hasta las diez de la noche, sin vacaciones, arruinado por la situación.
En esta situación están muchos funcionarios de la anterior administración, que no dejan de trabajar y que no cobran, o que si cobran reciben mucho menos dinero.
En otros sectores han tenido que reinventarse para seguir viviendo. Ahmad, que era periodista en ToloNews y actor, ahora vende bártulos en un mercado de segunda mano de Kabul: "Este trabajo solo me sirve para sobrevivir".
Este lugar es un buen ejemplo de cómo se entrelazan las crisis económica y humanitaria. La gente acude a ellos para vender su ropa, muebles y objetos para después comprar algo de comida. Una situación insostenible para millones de afganos.