Seis meses sin derechos en el Afganistán de los talibanes: "Solo aspiro a vivir como un ser humano"
- RTVE.es habla con seis afganos dentro y fuera del país para reconstruir la vuelta del régimen islamista
- "Estamos dando muchos pasos atrás", lamentan las mujeres que han visto peligrar sus derechos
Desasosiego, miedo, incertidumbre, violación de derechos fundamentales y detenciones arbitrarias son algunos de los temas que protagonizan las crónicas que, estos últimos seis meses, ha publicado el periodista Shikib Ahmad desde Kabul. El periodista recuerda el 15 de agosto de 2021 con emoción seis meses después de la vuelta de los talibanes al poder en Afganistán. “Desde el primer día fui testigo del miedo en los ojos de todos”, recuerda a RTVE.es.
Desde la invasión soviética en 1979, el país asiático lleva más de 40 años de conflicto y sufrimiento. La población ya conocía al grupo islamista que fue derrocado del poder en 2001, tras una incursión militar liderada por Estados Unidos, pero poco a poco volvió ganando fuerza a lo largo y ancho del territorio. Hace seis meses el régimen talibán declaró la victoria después de que el expresidente afgano, Ashraf Ghani, abandonara el país y su gobierno, auspiciado por la comunidad internacional, colapsara. Seis meses después, con voces dentro y fuera del país hacemos un balance sobre el deterioro en materia de derechos y libertades.
“Para el régimen todo aquel que informa es espía”
Miles de personas, desesperadas, se agolpaban en el aeropuerto de Kabul a mediados de agosto para huir del régimen. Ahmad decidió quedarse para contarlo y, seis meses después, comprueba cómo su vida pende un hilo. Fue uno de los nueve periodistas arrestados el pasado 29 de diciembre mientras cubría una manifestación. “Para el régimen todo aquel que informa es espía”, aclara. Reporteros Sin Fronteras calcula que, desde el 15 de agosto de 2021, al menos 50 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación han sido detenidos por la policía o el Istikhbarat, la inteligencia talibán.
El 19 de septiembre el régimen desglosó, en una reunión con los medios de comunicación, 11 reglas del periodismo que prohíben emitir o publicar historias que sean “contrarias al islam”, “insulten a las figuras nacionales” y determinan el regreso al control de las noticias y la censura previa. Desde entonces, Afganistán se ha ido convirtiendo en agujero negro informativo en el que los medios impresos se han extinguido y el 70 % de reporteros han dejado de trabajar.
“Ya no tenemos sentimientos, estamos atrapados en la narrativa del miedo, todos los días me llega información de arrestos a periodistas”, explica el joven de 27 años. Quiere incidir en que hay profesionales de la información en paradero desconocido y que muchos trabajan a escondidas. “La situación de los medios y sus profesionales es catastrófica y ha empeorado en los últimos dos meses”, zanja Ahmad. La prensa se enfrenta a nuevas restricciones del Ministerio de Promoción de la Virtud y Represión del Vicio, el encargado de velar por el respeto de la sharia en el ámbito público y de hacer cumplir la doctrina coránica de “ordenar el bien y prohibir el mal”. Y las mujeres y periodistas somos el mal”, interrumpe Parwin Darwin.
Intenta hablar con RTVE.es en español. Está en Valencia, tiene 20 años y justo antes de cursar su último año de carrera en Periodismo llegaron los talibanes y tuvo que marcharse. Pertenece a la minoría Hazara y estudiaba en la Universidad de Kabul. Todo lo que expone Ahmad le confirma que hizo lo correcto al abandonar su país. “Mi padre falleció y me entristece que no haya podido sacar conmigo ningún recuerdo de él. Se quedó allí su memoria y todas las cosas que me hacían sentirle cerca”. Ahora recuerda las dificultades de una marcha no planificada: “Fue todo muy precipitado”.
En su móvil enseña fotografías con sus compañeras de la facultad que ahora apenas salen de casa. Su universidad, por ahora, no la pisan las mujeres. Le preocupa mucho si podrá cumplir con el sueño de convertirse en periodista: “Yo quería ser una gran periodista en mi país, pero ahora no sé que pasará”, dice al intentar plantearse el futuro, mientras asegura estar muy centrada en estudiar español.
“Yo quería ser una gran periodista en mi país, pero ahora no sé que pasará“
En el escenario afgano no se contempla el sueño de Darwin. Las detenciones, según RSF, suelen producirse cuando los periodistas cubren manifestaciones callejeras de mujeres en la capital. A las mujeres en los medios les exigen llevar el hiyab. Según el Centro para la Protección de las Mujeres Periodistas Afganas, el 80% de las mujeres periodistas se ha quedado en paro desde la llegada al poder de los talibanes.
“A veces tengo la duda sobre de si tenía que haberme quedado”, se pregunta Darwin. “Pero nos odian a las mujeres. Los talibanes no son humanos”, asevera. Espera que la comunidad internacional no olvide a su pueblo. Ahmad asiente y cuenta que como freelance para medios internacionales ha notado que la demanda informativa sobre su país ha ido cayendo paulatinamente en los últimos meses. “Cada día tengo más claro que no habrá futuro para alguien como yo y que tengo que dejar todo lo que estudié y empezar como jornalero”, dice con voz seria. Los dos comparten la incapacidad de imaginarse el futuro de su país.
Si la educación peligra, el futuro también
El ministerio de Educación de los talibanes anunció la reapertura de todas las universidades y escuelas secundarias en marzo. “Han dicho que podrán estudiar chicos y chicas en institutos y universidades en el Nuevo Año afgano”, explica Rahim A. Ella tiene 37 años y era directora de un instituto hasta la vuelta del régimen islamista. Atiende la llamada de RTVE.es desde su casa: “Tengo mucho tiempo libre”, dice con voz hastiada, lleva todos estos meses deseando volver a su puesto de trabajo.
“Teníamos dudas sobre si los talibanes iban a permitir a las niñas estudiar, luego dejaron solo a las más pequeñas hasta la escuela primaria”, expone Rahim. Ahora anuncian que van a dejar a las mujeres entrar en las aulas imponiendo la segregación por sexos. “Estamos dando muchos pasos atrás, exigen a las estudiantes utilizar ropa oscura que cubra todo su cuerpo y tendrán un horario distinto al de los hombres”. Aun así, insiste que es un primer paso para garantizar los derechos de las niñas.
“Estamos dando muchos pasos atrás, exigen a las estudiantes utilizar ropa oscura que cubra todo su cuerpo“
Rahim acude cada semana a la Dirección de Educación para preguntar por su puesto de trabajo y denuncia que no le permiten entrar por ser mujer. Los talibanes quieren que las mujeres vayan siempre acompañadas de un hombre de su familia.
“Siento culpa y tristeza viendo que no puedo hacer nada. Veo a mi pueblo maltratado y humillado”, asegura la pionera activista Palwasha Hassan, a RTVE.es, desde Estados Unidos. Es la directora del Centro Educativo de Mujeres Afganas y sentó las bases de la Red de Mujeres Afganas (AWN), un movimiento visionario de mujeres que hasta la fecha ha desempeñado un papel fundamental en la lucha por los derechos de las mujeres durante los últimos 20 años. El centro llevaba más de dos décadas funcionando y fue construido con las manos de muchas mujeres y de varias generaciones: “A mí me iban a matar”, dice justificando su partida.
Desde el exilio está pendiente de todos los pasos que están dando en Afganistán. “El retroceso y la regresión en la educación me preocupa mucho”, lamenta. Argumenta que sin el derecho a la educación de las mujeres su futuro será más pobre y tendrán que depender de los hombres. “Creo que los derechos más sagrados para las mujeres son la educación, el trabajo y la movilidad", recuerda. Además, denuncia que los talibanes amenazan a los taxistas transportar a mujeres que no sean de su familia.
“El regreso de las chicas, y también de las maestras, a las aulas es algo por lo que nuestros equipos han estado trabajando desde la llegada al poder de los talibanes. Cualquier avance en ese sentido es una buena noticia", asegura Blanca Carazo, responsable de Programas y Emergencias de UNICEF España. De hecho, desde la organización caluculan que la escolarización en el país pasó de sólo 1 millón de niños y niñas en la escuela en 2002 a 9,5 millones en 2021.
"No vamos a permanecer calladas y tenemos que reclamar nuestros derechos”, dice con firmeza Rahim. Las manifestaciones de las mujeres han sido durante estos seis meses el símbolo de resistencia y oposición al régimen talibán. “No nos hemos escondido y hemos defendido todos los días nuestros derechos”, reincide la maestra.
La sanidad segregada necesita a las mujeres
A cuenta gota, pero la esperanza para las mujeres se va abriendo paso. El pasado jueves la doctora Malalai Faizi fue designada por los talibanes como la primera mujer al frente de una institución pública: el hospital de maternidad en Kabul. Un gesto que sirve de aliento para pensar en relajación de las restricciones laborales a las que están sometidas las mujeres.
En el ámbito de la salud les permiten trabajar debido a sus patrones tradicionales y las pacientes mujeres tienen que ser atendidas por el personal sanitario femenino. El problema es que la demanda es alta y no hay tantas enfermeras o doctoras. Farid Ahmed Darwish es médico, trabaja para la Organización Mundial de la Salud para erradicar la poliomielitis. Atiende a RTVE.es desde Herat, celebra el nombramiento de Faizi y explica que la sanidad se está enfrentando a “grandes problemas por la escasez de medicamentos y de suministros médicos”.
El Emirato islámico no ha cubierto las necesidades de los centros sanitarios y las ayudas internacionales han disminuido. Además, apunta que el personal no está recibiendo su salario. Existen organizaciones en el terreno que distribuyen botiquines de medicamentos, pero aun así sigue siendo “insuficiente en comparación con el número de personas que necesitan ser atendidas”.
A fines de diciembre se votó una resolución de la ONU que otorga una exención humanitaria que debería facilitar un aumento de la respuesta humanitaria. Desde Médicos Sin Fronteras se muestran muy preocupados por la hambruna: atestiguan que en lugares como Herat, las cifras de desnutrición son excesivamente altas.
“Son los afortunados los que nos alcanzan”, asegura el doctor Mohammed, que está en un hospital de MSF en Lashkar Gah, donde llegan cientos de madres y niños después de largos viajes para recibir atención. Muchos sufren complicaciones preocupantes como neumonía, diarrea o problemas gastrointestinales. “Durante el conflicto y el cambio de gobierno, muchas personas no pudieron comunicarse con nosotros porque el trayecto era demasiado peligroso" explica Mohammed. “Trabajamos duro para ser flexibles, pero solo podemos admitir a los más enfermos”. Esta es, según cuenta, la crítica realidad actual.
“Trabajamos duro para ser flexibles, pero solo podemos admitir a los más enfermos“
Javid J. es médico, ahora mismo está en Alemania y lo que más lamenta es la fuga de talento joven que se ha producido. “No hay personal formado y muchos nos hemos marchado”, asegura a RTVE.es. Es cirujano y sigue conectado con su tierra, intenta mantener desde la distancia el proyecto de curación del cáncer de Mama. "Prevenir el cáncer dejará de ser una priodidad", añade.
“El conflicto no ha comenzado ahora, llevamos muchas décadas de incertidumbres y siendo escenario de intercambio de las potencias mundiales”, denuncia. Ellos saben quienes son los talibanes, pero los talibanes no saben que en los últimos 20 años la población ha cambiado.
“No solo tenemos miedo a los talibanes, sino también al hambre”, asegura Ahmad. Naciones Unidas calcula que más de 22 millones de personas, es decir, más de la mitad de la población, necesita ayuda humanitaria para sobrevivir. En estos seis meses la catástrofe humanitaria se ha ido intensificando. El sistema bancario no funciona, la disponibilidad de efectivo sigue siendo un problema, especialmente cuando se trata de moneda afgana y los precios de los alimentos y el combustible se han disparado.
“Sin ingresos, sin libertad de expresión, sin seguridad, sin salud ni apoyo”. Con estas palabras resume el periodista Ahmed la situación actual de Afganistán que impide que su vida mejore. Ahora mismo solo aspira a “vivir como un ser humano y alimentar a mi hija de un año y medio”, confiesa. Los que se han quedado seguirán navegando entre el miedo y la incertidumbre, mientras que aquellos que se han ido tendrán que ser "altavoces contra el olvido”, dice Darwin. Mientras tanto todos se preguntan: “¿Por qué a nosotros?”