Penélope Cruz: "Siempre tengo miedo de que me despidan en los primeros días de rodaje"
- La actriz, junto a Antonio Banderas y Óscar Martínez, satirizan el mundo del cine y el arte en Competencia oficial
- La película, participada por RTVE, se estrena el 25 de febrero en cines
Se podría decir que el apogeo de cualquier información cultural es la de un artista con un galardón de relumbrón en sus manos frente a un auditorio lleno, decenas de fotógrafos enfrente, millones de espectadores mirando las pantallas. Vivimos en la sociedad el éxito y la medida para otorgarlo es la competición. ¿Tienen sentido esa rendición general hacia los laureles en el arte? Los cineastas argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn nos invitan al menos a plantearnos la pregunta y a recordarnos que no hay prohibición para pensar lo contrario. Competencia oficial, su divertida sátira sobre el cine, es eso y mucho más. Con la participación de RTVE en la producción, se estrena el 25 de febrero en salas de cine.
Lola Cuevas, una intensa directora-autora (interpretada por Penélope Cruz) reúne para el ensayo de su película a una estrella superficial (Antonio Banderas) y a un prestigioso y metódico actor (Óscar Martínez). Una sola secuencia de Competencia oficial ilustra bien la dificultad de pensar contra el éxito: la cineasta pide a los actores que traigan todos sus galardones, ya sean Oscars, premios de Cannes o Venecia, con la intención de destruirlos delante de sus narices. Muerte al ego. El personaje de Lola Cuevas llega a triturar un premio de valor puramente sentimental. "Casi me parece lo más cruel que he hecho una película", reconoce Cruz en un entrevista en Madrid para RTVE.es con el reparto.
PREGUNTA.: Si os pusieran en esa tesitura y solo pudieseis salvar uno de vuestros premios, ¿cuál sería?
ÓSCAR MARTÍNEZ: En mi caso, la Copa Volpi (conseguida por El ciudadano ilustre en 2016).
PENÉLOPE CRUZ: Si solo se pudiera salvar uno, uno que me hicieron mis niños a la mejor mamá.
ANTONIO BANDERAS: Yo salvaría una medallita que me dio mi madre... No, joder. Yo salvaría el Goya.
P.: ¿El de Honor o el de mejor actor?
ANTONIO BANDERAS: Los dos (risas).
Duprat y Cohn no salvarían nada porque ni los conservan. Su mirada siempre invita a desnudar los aspectos absurdos del arte. Ya lo exhibieron con la literatura en El ciudadano ilustre, donde Óscar Martínez daba vida a un novelista ganador de un Nobel que regresa a su pequeño pueblo. La vanidad, el ego, las ínfulas, la petulancia son siempre el objetivo de su afiladísimo humor de su cine, cuyo ritmo parece más nórdico que latino.
GASTÓN DUPRAT : La verdad es que no guardamos los premios. A mí criterio, son como objetos medio fúnebres, feos.
MARIANO COHN: Los hacemos circular: los tienen productores, actores o gente cercana a la película.
Sus afirmaciones sobre el mundillo no son las de hacer amigos precisamente. "No creemos en esa superioridad moral de los artistas. Estamos cansados de verlo en actores o directores que son tan sensibles y, en cambio, un taxista, no. Y sufren mucho y son muy importantes y dicen que un país sin teatro es un país que no tiene futuro. Y, claro que no, hay futuro perfectamente sin eso. Nos gustan los discursos críticos sobre la impostación de los artistas", resume Duprat.
Actor ligero vs. actor intenso
La película muestra los extremos de dos métodos para atacar la interpretación: el actor que simplemente juega a ser el personaje y el actor que quiere ser el personaje. Sitúense en ese rango, por favor.
ANTONIO BANDERAS: Es curioso eso. Hay una anécdota que puede describirlo bien. En Marathon Mann, Dustin Hoffman tenía una escena en la que tenía que llegar corriendo a cámara y se tiró corriendo media hora antes en Central Park antes de rodar. Finalmente, estaba Laurence Olivier en la escena y, cuando Hoffman llegó corriendo le dijo: ¿Por qué no lo actúas? (risas). Si eres actor y profesional, simplemente juega con la respiración, que te echen un poquito de agua.
PENÉLOPE CRUZ: Pero los dos métodos, el que le sirve a cada uno, son válidos.
ANTONIO BANDERAS: Exactamente. Todo al final juega con los resultados. Si tú te lo crees, ya está. ¿Cómo has llegado hasta ahí?
ÓSCAR MARTÍNEZ: La pregunta da para más, porque es más profunda. El actor que cree que el personaje es algo que está fuera de él y lo hace desde el punto de vista instrumental o el actor que sabe que tiene que lograr ser. Entre comillas, porque obviamente no se volvió loco. Yo me inclino por esta segunda opción. He visto actores que trabajan de la otra manera: no les creo ni cuando respiran, pero bueno, son opciones. Para convencer al espectador de que eso que está ocurriendo ante sus ojos, el primero que se lo tiene que creer es uno. Si no, la gente se da cuenta.
ANTONIO BANDERAS: Se cuentan muchas anécdotas de grandes actores españoles. Había uno, que no quiero decir nombres, pero la gente lo reconocería como uno de los grandes del teatro español, que escuchaba del partido del Real Madrid. Y cuando le tocaba, entraba en escena, se quitaba el pinganillo y lo petaba. Y luego volvía al partido. Estoy de acuerdo con Óscar, pero hay gente que tiene esa capacidad extraordinaria.
ÓSCAR MARTÍNEZ: Había un actor español que era una estrella en Argentina, Pedro López Lagar. Hizo todo en teatro. Un día le preguntaron cómo se preparaba él y dijo: "Me pongo la gorra y salgo". Extraordinario. Pero cada uno es como es.
PENÉLOPE CRUZ: Yo no me reiría de ningún método. El que le sirve a cada uno es el que vale. Los años en la escuela con Cristina Rota, y los años después con Juan Carlos Corazza... yo no he pasado más miedo en mi vida que cuando he tenido que hacer algo en clase delante de mis compañeros. Para mí ha sido esencial haber pasado por eso. De hecho, muchos de mis personajes los sigo preparando con Juan Carlos Corazza y a veces suceden cosas en esa búsqueda de ese ser al que vas a dar vida que no se pueden ni contar. Pero creo que cualquier método, siempre que no falte el respeto a los compañeros y que no invada el espacio del otro, es válido. El tema es que hay gente que sí lo lleva demasiado lejos e invade lo del otro. Y ahí vienen los problemas.
Las patologías de la interpretación
De esos problemas saca oro Competencia oficial. También del alambre de la profesión del actor. ¿Cuál es el mayor riesgo para un intérprete? ¿El narcisismo? ¿La vanidad? ¿O la inseguridad?
ANTONIO BANDERAS: No te puedo decir un orden. La inseguridad forma parte de la vida. A lo mejor no es solo un peligro, sino una señal de alerta. Es una forma de comportarse, de atacar incluso los personajes. Desprenderse totalmente de la inseguridad tampoco es bueno porque ser muy consciente de lo que haces no te va a ayudar. Es una pregunta muy difícil porque es como preguntar de la vida en general. Buscamos un comportamiento, frente a esa vida imaginaria que tratamos de representar, que sea lo más coherente con nuestra propia experiencia y los estudios que hayamos llevado a cabo. Y dentro de eso, de esas herramientas, existen estas patologías, que son las que expresamos y vemos en la película.
ÓSCAR MARTÍNEZ: Hay una patología que es común a todos los actores, que es la inseguridad. Tiene que ver con que estamos esperando para la aprobación o la desaprobación. A lo mejor la vanidad es la otra cara de la moneda: una consecuencia también del riesgo y de la inseguridad. Hay quienes lo disfrazan más, hay quienes lo niegan, habrá quienes no se dan cuenta. Pero lo cierto es que es una patología del actor: el temor al ridículo. En otras profesiones el fracaso no es público, pero en la nuestra sí. Y no me refiero al fracaso del espectáculo, sino a las opiniones. Es estar muy expuesto.
PENÉLOPE CRUZ: Y yo creo que esa inseguridad nos viene también del principio de la carrera. Te das cuenta de que dependemos siempre de otro, dependemos de los demás para poder hacer nuestro trabajo. No lo puedes hacer solo y siempre dependes de la aprobación de alguien y eso te marca de por vida. A mí me ha marcado muchísimo la sensación de mi primer rodaje, sentir que es lo que quiero hacer pero no saber si va a ser la última vez. Y esa sensación me sigue acompañando. Siento lo mismo cuando acabo un rodaje, y sé que puede sonar como a mentira, pero para nada es una exageración: el miedo a que me despidan, por ejemplo, en los primeros días de rodaje me pasa casi siempre. A veces puede dar la sensación de que el ego esté disparado cuando es justo lo contrario. Es justamente ese miedo y esa inseguridad lo que a mucha gente le hace comportarse de una manera que puede llamar la atención. Es algo que nos marca mucho y que, a la vez, puede ser nuestro motor: para seguir investigando, estudiando, y ser conscientes de que nunca llegamos a un sitio en el que ya tenemos el control de la situación. Un actor jamás te podría decir eso, porque ¿de dónde aprendemos? La inspiración viene de la calle, de la vida, de las relaciones con los demás, de lo complejo, de lo tuyo, de lo que no entiende sobre ti, lo que nunca entenderás, lo que sí entiendes.
ANTONIO BANDERAS: La mayoría de los buenos actores, o buenos directores, dicen que, en esos momentos en los que te sientes increíblemente inseguro, cuando te han quitado la alfombra que normalmente pisas, cuando no estás cómodo frente a una cámara en un escenario, es cuando se está produciendo la creación real. Si te aburguesas dentro de algo que sabes que funciona y te acoplas a eso, estás muerto.