'Hierba', el desgarrador testimonio de una 'mujer de consuelo' coreana durante la II Guerra Mundial
- La coreana Keum Suk Gendry-Kim, firma uno de los cómics más premiados del año
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“Las víctimas de la explotación sexual me dijeron que no eran ‘mujeres de consuelo’, eran Lee Ok-Sun, Kang Duk-kyung, Kim Soon-duk, Lee Yong-Nyeo … que cada una tenía su nombre y su propia historia”. Así se refiere la dibujante coreana Keum Suk Gendry-Kim a las mujeres que fueron usadas como esclavas sexuales por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
En Hierba (Reservoir Books) recoge el testimonio de una de ellas, Lee Ok-Sun. Una obra tan desgarradora como poética, que ha sido elegida cómic del año por medios como The New York Times, The Guardian, Los Angeles Times… además de acumular numerosos premios, como el Harvey, y ser traducido a más de una docena de idiomas.
Actualmente Lee Ok-Sun tiene 94 años y es una de la decena de mujeres supervivientes que padecieron esos abusos y que siguen reclamando, en vano, una disculpa por parte del gobierno japonés. En una rueda de prensa telemática, Keum nos ha comentado por qué ha querido contar su historia: “El tema de las mujeres de consuelo siempre me había rondado la cabeza. Cuando estuve en Francia traduje un libro sobre el tema que me impactó. También colaboré con un director que quería hacer una película sobre ello y visité una exposición que también recogía mucho material sobre ese tema”.
“Antes de este libro, ya hice un cómic corto sobre estas víctimas de la explotación sexual, que se llamaba El consuelo –añade-. Pero pensé que debía seguir contando su historia, que no podía olvidarse. Como mujer quería profundizar en el tema de la esclavitud sexual, pero ya había muchos libros, cómics y películas sobre el tema en Corea. Por eso reflexioné sobre ello durante bastante tiempo y decidí tratar el tema desde una perspectiva diferente”.
“No quise tratarlo desde el punto de vista de las relaciones entre coreanos y japoneses –continúa-. Quería tratarlo como un problema universal de las mujeres en todo el mundo. La mayoría de las mujeres explotadas sexualmente por Japón fueron coreanas, pero también hubo víctimas de Taiwán, Filipinas… Por eso he querido que la historia de Lee Ok-Sun represente a todas esas víctimas”.
Vendida de niña, raptada a los 15 años y violada a los 16
Lee Ok-Sun era una niña de una familia coreana muy pobre que solo quería estudiar, pero no la dejaban por ser mujer y tener que trabajar en casa y cuidar de su hermana pequeña. Sus padres la vendieron, porque no podían mantenerla, y pasó a trabajar en varias familias adoptivas hasta que fue secuestrada a los 15 años y la llevaron a una ‘casa de consuelo’ donde, a los 16 años, fue violada por varios hombres. A partir de ahí comenzó un infierno de tres años (1942-45), durante el que estaba a disposición de los soldados las 24 horas del día (En un fin de semana la podían violar más de 40 soldados)
Una vida realmente terrible, que Keum Suk Gendry-Kim narra con enorme delicadeza en estas páginas. “Cuando empecé a trabajar en el cómic hice una lista de cosas que quería hacer –confiesa-, y una de ellas fue no dejarme llevar por las emociones y mantener un discurso sereno distanciándome de la historia real. Emocionalmente pasé algunos días difíciles pero logré mantener una cierta distancia de la obra. Si no, probablemente no habría podido acabarla”.
Creó –añade la autora-, que durante esos tres años en la Estación de consuelo, Lee Ok-Sun sintió que su espíritu había muerto, porque no tuvo forma de escapar a esa tragedia. Lo único que pudo hacer es sobrevivir cada día. Y en Corea decimos que sobrevivir no es vivir”.
“Como mujer –añade-, no puedo ni imaginar por lo que pasó. Esas experiencias tan dolorosas y abominables. Y ha convivido cada día con las heridas y los traumas. Leí el testimonio de una víctima de Taiwán que decía que durante toda su vida tuvo una piedra en su corazón, pero después del primer testimonio de una víctima coreana, en 1991, ella decidió testificar también y sintió como que esa piedra desaparecía. No sé si puedo usar la palabra ‘superar’ pero creo que ella renació gracias al amor de los que la rodeaban”.
“La señora Lee era una niña dentro de una familia muy pobre y en una sociedad patriarcal –añade-. Su mayor ilusión era poder ir al colegio y nunca lo consiguió. Y pasó tres años en esa casa de consuelo. Y tras la guerra, su familia la repudió. Pero a pesar de todo no ha dejado de luchar, por lo que me pareció una cosa preciosa que he querido transmitir a los jóvenes de hoy. Ella es una persona muy optimista y con mucho sentido del humor. Y no paró de bromear mientras me contaba esas historias tan duras. Tras hablar con ella siempre volvía a mi casa con mucha energía”.
“Me sorprendió muchísimo esa energía tan positiva que transmitían estas mujeres, a pesar de lo que habían pasado –añade-. Ceo que como su vida fue tan dura, ahora están disfrutando del presente. Por lo que hablé con ellas, la religión y sus hijos también les han ayudado a seguir viviendo y a recuperar la alegría en sus vidas”.
Tras la guerra fueron repudiadas
“La gente muestra mucho interés en la historia de las víctimas de la esclavitud sexual en tiempos de guerra, pero yo pienso que hay que prestar atención al entorno social en el que nacieron -nos comenta Keum Suk Gendry-Kim-. ¿Por qué Japón creó las estaciones de consuelo? ¿Cómo raptaron y mantuvieron en cautiverio a esas mujeres? Una de las raíces del problema es el sistema patriarcal de la época, que despreciaba a las mujeres con mucha educación por la influencia del confucionismo. Por eso no se las dejaba estudiar y tenían que cuidar de sus hermanos y de sus padres hasta que se casaran; y después se debían a sus maridos y suegros”.
“Además, la virginidad era una de las cosas más valoradas en esa época –añade-, así que una mujer que la había perdido con los soldados tenía muchísimos problemas para adaptarse a la sociedad y era repudiada por la sociedad coreana e incluso por sus propias familias (como le pasó a la protagonista) La sociedad debería haberlas apoyado tras esa traumática experiencia pero las dio la espalda”.
A pesar de todo, Keum Suk Gendry-Kim, asegura que: “A diferencia de otras obras sobre el tema, no suscito el odio hacia Japón”.
“Una de las cosas que más me preocupó fue cómo representar la violencia”
Nos sorprende que, a pesar de la dureza de la historia, el libro está lleno de bellas imágenes en las que la naturaleza tiene un gran protagonismo. “Una de las cosas que más me preocupaba al comienzo fue cómo representar la violencia –confiesa Keum Suk Gendry-Kim-. Si dibujaba escenas de violación o matanzas con crudeza, estaría denunciando la crueldad o la brutalidad, de esos actos inhumanos. Pero creo que sería como hacérselo revivir a las víctimas. Porque en la mayoría de esas escenas el cuerpo de la mujer aparece incluso como algo hermoso, olvidándonos de la perspectiva de las víctimas”.
“Cuando dibujé el cómic corto –añade-, puse una escena tras la violación, en la que la mujer se arreglaba la ropa. Pero luego me arrepentí mucho. Y cuando hablé con Lee Ok-Sun me dijo que en esa época había echado mucho de menos su pueblo natal, las montañas, los ríos… así que decidí sustituir las escenas de violencia por escenas de la naturaleza. Retratando los cambios de estación, el cielo, las estrellas, el viento…representar la naturaleza en la que ella se refugiaba. El libro y el título (Hierba) son una metáfora”.
En cuanto a la belleza de sus páginas, Keum Suk Gendry-Kim asegura que: “Yo fui a Francia por la pintura. Me gustan las obras de los impresionistas y artistas como Picasso y por eso tenía que ir a París. Aunque primero estudié Bellas Artes en Estrasburgo. Y al final fui a París para intentar ganarme la vida como artista, pero fue muy complicado. Por eso trabajé como traductora de cómics coreanos al francés y ahí fue cuando me interesé por las viñetas. Con la pluma y el papel puedo expresar lo que quiera y crear lo que tengo en la mente”.
Solo quedan una decena de ‘abuelas’ en Corea
Muchas de estas mujeres fallecieron durante la guerra y la mayor parte de las que pasaron por esa experiencia prefirieron pasar página. Por eso es imposible saber el número de víctimas de la explotación sexual, aunque se calcula que fueron entre 200.000 y 400.000. Actualmente un puñado de ellas residen en la ‘Casa del compartir’, en la provincia de Gyeongg, donde se las denomina cariñosamente como ‘las abuelas’ y donde la autora entrevistó a Lee Ok-Sun
“Cuando empecé a hacer las entrevistas, en 2014, había una unas 60 supervivientes, pero ahora deben quedar menos de diez -asegura Keum Suk Gendry-Kim-. En esa época, cada una de ellas tenía su habitación en la Casa de compartir y se reunían juntas en el salón para ver la televisión y hablar entre ellas. Las visitaban muchos activistas, personas de entidades sociales y jóvenes que se interesaban por sus historias. Y algunas hablaban con ellos, con mucha alegría, porque, aunque fuera doloroso recordar, solían llevar una vida muy solitaria y agradecían cualquier compañía. Pero a raíz de la pandemia, ahora es muy difícil visitar la casa porque ellas son muy ancianas y son muy vulnerables al virus. Visitarlas es muy complicado”.
Durante años, las mujeres de consuelo se han manifestado frente a la embajada de Japón en Seúl, todos los miércoles, para pedir una disculpa que nunca ha llegado. De hecho, el gobierno surcoreano y el japonés llegaron a un acuerdo en 2015 para dar el tema por zanjado. Y en 2015 un tribunal surcoreano condenó a Japón a indemnizar a 12 de esas mujeres con 75 mil euros. Cuando salió la sentencia solo sobrevivían cinco de ellas.
En Japón muchos siguen negando que esos hechos sucedieran, asegurando que las mujeres eran prostitutas a las que se pagaba. “La primera mujer en contar sus experiencias en las ‘Estaciones de consuelo’ fue Kim Hak-soon, en agosto de 1991 con 74 años y tras más de 50 años de silencio –nos cuenta la autora-. En 1993 el Secretario Jefe del Gabinete, Yōhei Kōno, reconoció (tras una investigación) que su gobierno había reclutado a esas mujeres a la fuerza. Pero en 2014, Shinzō Abe, el entonces Primer Ministro, dijo que eso era una opinión personal de Kōnoy negó los hechos. Las víctimas siguen esperando una disculpa, sobre todo después de ese pacto al que llegaron Japón y Corea, que conllevó esa indemnización para las víctimas. Pero ellas siguen diciendo que lo importante no es el dinero sino una disculpa, porque nunca podrán recuperar su juventud. Y las heridas están grabadas en su cuerpo y en su mente. Por eso exigen esa disculpa que restaure su honor”.
Tras este fabuloso cómic, Reservoir Books ya ha anunciado que publicará otra de las obras de Keum Suk Gendry-Kim, La espera (2021), sobre una familia separada durante la Guerra de Corea (1950-53). Esperaremos impacientes.