Un muro más alto en la frontera para los extranjeros que huyen de Ucrania
- Algunos refugiados de otros países denuncian discriminación por parte de las autoridades en su periplo hasta Polonia
- "Tratan a los hombres extranjeros como si no fueran humanos", asegura una joven nigeriana
Si hay algo peor que huir de una guerra es huir de dos. Shavi y su familia escaparon de Siria cuando comenzó el conflicto hace siete años y ahora otra guerra "Vinimos juntos pero nos separamos. Mi madre y mis hermanos se quedaron en Ucrania y yo me fui a Alemania", cuenta a RTVE.es este ingeniero sirio desde la frontera polaca de Medyka.
Él está a un lado y su familia en el otro. Les separan apenas unos metros, pero su madre, que tiene 62 años, lleva más de un día esperando a cruzar en una cola eterna. "Separan a la gente por nacionalidad y la cola de ucranianos va mucho más rápida", denuncia. Su queja es la de muchos extranjeros que se encontraban en Ucrania cuando empezó la guerra y que se han topado con dificultades añadidas para abandonar el país.
Leandro es uno de ellos. Tiene 25 años, es ecuatoriano y era estudiante de ingeniería en Kiev. "Solo me quedaba un semestre para terminar mi maestría", asegura. Pocos minutos después de las primeras bombas, en la madrugada del jueves, partieron en coche en dirección oeste. Tras más de un día de viaje, se encontró también con dos filas en un control previo a la aduana. "La de los ucranianos estaba bien organizada, llegaba un autobús y les llevaba a la frontera. En la nuestra estábamos aplastados como sardinas y nos hacían esperar y esperar".
“Pasamos 14 horas esperando en la cola y no nos movimos ni un centímetro“
Pasaron toda la madrugada a la intemperie, a -4 ºC, esperando. "Algunos hicieron hogueras con su propia ropa para calentarse", señala. Los guardias les dijeron que la frontera estaba cerrada, a pesar de que no era cierto -está abierta para todo el mundo-. "Pasamos 14 horas esperando y no nos movimos ni un centímetro". Primero daban prioridad a mujeres y niños, pero incluso cuando no había nadie más que ciudadanos extranjeros tampoco les dejaban pasar, denuncia.
"Tratan a los hombres extranjeros como si no fueran humanos"
"A mi novio lo sacaron del tren en el que íbamos. Tratan a los hombres extranjeros como si no fueran humanos", dice Diana, una estudiante nigeriana. Los guardias privilegiaban a las mujeres y niños ucranianos antes que a los de otros países, según critica. David, sirio pero residente en Alemania, también asegura que el trato en la frontera es peor según la nacionalidad de quien la cruza.
No todos lo ven así. Ahmed, algeriano que vivía en Ivano-Frankivsk, asegura que si los hombres extranjeros han tardado más en salir es porque las mujeres y niños tenían prioridad, lo que ve "lógico". "Yo estoy de acuerdo, me puedo sacrificar por eso". Prácticamente todos coinciden en agradecer la acogida que les ha brindado Polonia, sin mirar su color de piel.
También Daniela, una estudiante de medicina angoleña, niega haber sufrido racismo en su periplo hasta aquí. "Cuando empezó la guerra no les importó que fuéramos blancos o negros. Todo el mundo nos ayudamos unos a otros", asegura, aunque reconoce que, a medida que aumenta el número de refugiados, las situaciones de tensión han ido a más.
"Me gusta Ucrania, es un gran país", asegura desde otro punto de la frontera, en Korczowa. Se encontraba como en casa en Kiev, y ni ella ni sus compañeros de la carrera se tomaban en serio la amenaza rusa. "Recuerdo que la tarde antes de que empezara la guerra estábamos jugando con una pistola de papel", dice. Ahora, sin embargo, ve muy difícil poder volver algún día.
Espera poder quedarse a acabar la carrera en otro país europeo, pero su visado era válido para Ucrania y no sabe cuánto podrá permanecer aquí. Es otra dificultad añadida para los extranjeros: mientras a los ucranianos la Unión Europea ha abierto las puertas sin condiciones más allá de lo que duren sus permisos personales.
Omar, marroquí, también estudiaba en la capital ucraniana. Allí se quedaron sus documentos académicos, por lo que teme que tendrá que "empezar de cero" cuando estaba en su último año.
Caos e instrucciones contradictorias en la huida
En la caótica huida durante los primeros días de la guerra, había corrido el rumor de que en el paso fronterizo de Medyka no había controles de pasaporte previos a la frontera, lo que llevó a cientos de extranjeros que no tenían pasaporte a optar por esa ruta, y el control fronterizo terminó colapsado. Ya en Polonia, muchos buscan desesperados ayuda de sus consulados y embajadas. Una joven india grita preguntando por la embajada de su país a los guardas polacos, sobrepasados ante la llegada continua de extranjeros e incapaces de ayudarla.
Otro joven pakistaní pregunta a los periodistas si le pueden indicar dónde hay un centro de acogida para ciudadanos de su país. Asegura que viaja junto a un amigo desde Járkov, a más de 1.000 kilómetros de Polonia, y que llevan cinco noches sin dormir. "Mi amigo necesita ayuda urgentemente", suplica. Habla por él, ya que su compañero es prácticamente incapaz de hablar. Espera sentado en el suelo con la mirada perdida.
En varios puntos a lo largo de la frontera hay representantes de las embajadas o compatriotas que viven en Polonia buscando a otros para ayudarles a volver a sus países. Al centro comercial se ha desplazado directamente el embajador de Angola, cuenta Daniela. La guerra pilló a todos por igual y las embajadas en Ucrania no pudieron repatriar en avión a todo el mundo, por lo que también ciudadanos de la Unión Europea como noruegos, franceses o alemanes esperan su turno para salir de los centros de acogida junto a refugiados de medio mundo.
Las instrucciones de las embajadas los primeros días fueron caóticas, cuenta Leandro. "Nos dijeron que no intentáramos salir, que nos refugiáramos. Si les hubiera hecho caso aún seguiría en Kiev", señala.
Desde Korczowa busca a alguien que le lleve a otra ciudad donde le han dicho que hay un grupo de ecuatorianos. En el centro comercial reconvertido en centro de acogida donde se encuentra, los voluntarios dividen a los extranjeros por países para que puedan viajar juntos después. La división se mantiene dentro: los paquistaníes ocupan un recinto, los de países como Uzbekistán y Kazajistán otro, etc.
Mientras, Shavi explica que quiere olvidar todo esto lo antes posible. Ha conducido 14 horas para buscar a su madre, a la que no ve desde hace siete años, cuando llegaron de Siria. "¿Qué es lo primero que harás cuando la veas?", le preguntamos. "Lo primero abrazarla", responde convencido. "Después, llevármela corriendo a Alemania".