Feijóo, el hombre tranquilo al que se aferra el PP para coser las heridas de un partido abierto en canal
- El presidente gallego da el paso para suceder a Casado al frente del PP tras la mayor crisis del partido
- "No da nada por sentado hasta que se consigue, de ahí que se mueva muy bien en el silencio", dicen quienes han trabajado con él
En un PP que hace aguas y navega desde hace días a la deriva, el partido ha visto en Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 1961) el sereno timonel que puede llevar a puerto a una formación inmersa en su mayor crisis interna. Feijóo mantiene en Galicia lo que fue antaño el Partido Popular en España y lo que precisamente pretende ser de nuevo con él al frente: la gran casa común del centroderecha.
Con un estilo que marca distancias con Génova, frío y sosegado, alejado de las declaraciones grandilocuentes y de las palabras gruesas cada vez más extendidas en la política española, ha conseguido encadenar cuatro mayorías absolutas y 13 años seguidos al frente de la Xunta. En las últimas elecciones autonómicas, en 2020, no solo frenó el avance de Vox -Galicia es la única comunidad junto a Canarias en la que los de Abascal no tienen representación-, neutralizó a Ciudadanos -también sin diputados- y además amplió su mayoría. Feijóo obtuvo el 48 % de los votos, el mejor resultado del PP en la comunidad desde 1993, en los mejores tiempos de su padrino político, Manuel Fraga.
Algunos de los que han trabajado con él lo definen como un "animal político" inteligente y reservado. "Es supersticioso, no da nada por sentado hasta que se consigue, de ahí que se mueva muy bien en el silencio", asegura a RTVE.es un antiguo trabajador en la Xunta. Ese juego con los silencios se evidenció en 2018, cuando muchos lo veían como sucesor de Rajoy y rechazó presentarse tras calcular hasta el último momento sus apoyos.
Por eso, ha sorprendido su claridad al anunciar ahora su intención de presentarse en el congreso. "No se presenta hasta que es por aclamación y hasta que se lo piden", sigue esta misma fuente. Antes del último congreso, en el que salió elegido Casado, sus palabras fueron radicalmente distintas, y con la voz entrecortada, zanjaba la opción de presentarse. "No puedo fallar a los gallegos, porque sería también fallarme a mí mismo
"El nieto de Eladia", de un pueblo de 60 habitantes a la Xunta
Nació, como le gusta recordar a menudo, en una humilde familia de Os Peares, un pequeño pueblo de apenas 60 habitantes, dividido entre cuatro ayuntamientos y dos provincias. Allí “el nieto de Eladia”, como le conocen sus vecinos, vuelve cada vez que hay una campaña electoral para reforzar su imagen política, trabajada durante años para vencer su fama de tímido: la de hombre común, sencillo, cercano con sus votantes y galleguista al estilo de Fraga.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela, entra como funcionario de la Xunta en 1985. Pronto llegó a altos cargos técnicos en el aparato del Gobierno gallego: primero en la Conselleria de Agricultura, a la que entró con 29 años de la mano del exministro José Manuel Romay Beccaría, y después como secretario general la de Sanidad hasta 1996, año en que se fue a Madrid en época de José María Aznar.
Estuvo al frente del Sistema Nacional de Salud y de Correos, donde empezó a gestar su imagen de gestor eficiente por encima de las siglas del partido, al que no se afilió hasta 2002. De hecho, Feijóo ha confesado que votó dos veces por Felipe González. Esperanza Aguirre lo quiso fichar como consejero de Sanidad en la Comunidad de Madrid, pero el destino tenía otros planes para él y estaban en su tierra.
Fraga, el histórico fundador del PP y creador de la peculiar rama del partido en Galicia, con fuerte implantación en el territorio y carácter propio respecto a Génova, rescató a Feijóo de Madrid y lo acogió debajo de su ala. Fue primero conselleiro de Política Territorial y después vicepresidente hasta 2005, cuando el PP perdió la mayoría absoluta por primera vez en 16 años. Aquel momento fue determinante para el futuro de Feijóo: Fraga -con el visto bueno de Rajoy- lo nombró por sorpresa su sucesor, por encima del que parecía su sustituto natural, Xosé Cuiña, muy señalado tras el desastre del Prestige.
En 2009 consiguió, también por sorpresa, su primera mayoría absoluta. Con ella le dio oxígeno a Rajoy, salpicado en los primeros compases de la investigación de la trama Gürtel. Su habitual moderación se vio cuestionada en la dura campaña contra el entonces gobernante bipartito de PSOE y BNG.
Misión: llevar el "oasis gallego" a Madrid
Al frente de la Xunta ha gobernado estos 13 años con un estilo presidencialista. Sus conselleiros tienen poco protagonismo y escaso foco mediático y él mismo ejerce las funciones de portavoz. Está al día de todos los temas del debate y media entre las agendas de sus subordinados. "Tiene mucha paciencia y es capaz de escuchar mucho tiempo seguido. Una vez llegó dos horas tarde a un acto público por quedarse escuchando a unos comerciantes con los que estaba reunido", cuenta su antiguo colaborador.
En sus cuatro legislaturas ha mantenido un "oasis gallego" de estabilidad frente a una política española cada vez más agitada y polarizada, y que ha pasado en esta época por la crisis financiera, el 15M, el nacimiento de Podemos, Ciudadanos y Vox, el referéndum independentista en Cataluña, la moción de censura, la caída de Rajoy y la pandemia.
Entre sus sombras, la izquierda gallega ha criticado los recortes en sanidad o el arrinconamiento del gallego. La normativa impuesta por la Xunta de Feijóo no permite impartir más del 50 % de las asignaturas en gallego e impone que asignaturas como Matemáticas se enseñen solo en castellano. Su foto con el narcotraficante Marcial Dorado en 1995 le ha perseguido durante años, a pesar de sus múltiples explicaciones. Desde la oposición no dejan de insistir a los políticos nacionales en que Feijóo no es tan moderado como la imagen que proyecta: "Os vais a enterar de quien es Feijóo", decían esta semana fuentes socialistas a Europa Press.
El líder gallego ha sido uno de los más contundentes a la hora de rechazar pactar con Vox, una fuerza prácticamente testimonial en su comunidad. Ahora, una vez al frente del PP nacional, deberá decidir si cambia de rumbo ante una formación cada vez más fuerte y que quiere compartir gobiernos con el PP, como ya ha mostrado en Castilla y León. Su otra gran tarea será coser las heridas de un partido abierto en canal tras una guerra interna sin cuartel, de las que Feijóo siempre se ha querido mantener al margen.