Polonia, de levantar muros a acoger con los brazos abiertos: "Es obvio que ahora la gente huye de una guerra"
- El Gobierno ultraconservador polaco ha cambiado radicalmente su política antiinmigración tras la guerra en Ucrania
- Los voluntarios se vuelcan en la ayuda a los cientos de miles de ucranianos que han entrado en el país
- Sigue la última hora del conflicto entre Rusia y Ucrania en directo
A finales de enero de este año, Polonia comenzaba la construcción de un muro en su frontera con Bielorrusia con el objetivo de frenar la entrada de miles de solicitantes de asilo, muchos de ellos sirios, iraquíes y afganos. Poco más de un mes después, el país entero se ha volcado para acoger a los refugiados ucranianos Una amplia red de voluntarios se ha desplegado para recibirles en la frontera y facilitar su transporte a las grandes ciudades o a otros lugares de Europa.
"La diferencia con la situación en noviembre –durante la crisis de refugiados con Bielorrusia- es que aquello era una emigración forzada. Ahora es obvio que la gente escapa de una guerra, que no les han manipulado", asegura a RTVE.es Dominica, una de las responsables de Cáritas en el campamento de acogida de Przemysl, cerca de la frontera entre Polonia y Ucrania.
“La diferencia es que aquello era una emigración forzada“
Varsovia se negó en aquel momento a acoger a los refugiados que acamparon entre la valla fronteriza de Bielorrusia y la de Polonia, 4.000 según el primer país y más de 12.000 según el segundo. El Gobierno lo calificó de "guerra híbrida" y estrategia de presión por parte del presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko. Ocho personas murieron entre julio y noviembre del año pasado, mientras que la policía fronteriza impedía el paso a las ONG que habían traído comida y asistencia médica y también a los periodistas.
El Gobierno del partido ultraconservador Ley y Justicia ha dado un giro de 180 grados respecto a su política de acogida en la gran crisis de refugiados de 2015 y 2016. En aquel momento encabezó el llamado Grupo de Visegrado, junto a Hungría, República Checa y Eslovaquia, que rechazó la acogida por cuotas decidida por Bruselas. La primera ministra en aquel momento, Beata Szydlo, aseguró que entre los refugiados podía haber terroristas, justo después de los atentados islamistas en Bruselas.
Al país le correspondían 7.500 refugiados según ese sistema que Varsovia no llegó a acoger. "La llegada de refugiados nos obligará a estar siempre vigilantes a que 10.000 no se conviertan en 100.000", afirmó el asesor en seguridad del Gobierno, Pawel Soloch. Ahora, al país han llegado unas 650.000 personas, cerca de la mitad de los refugiados que huido de Ucrania.
"Los ucranianos son como nuestros hermanos"
Este ambiente de acogida se aprecia nada más llegar al país y sintonizar sus radios. Periódicamente, emiten boletines en inglés en los que se informa a los refugiados ucranianos de que pueden entrar libremente en el país, incluso sin ningún documento, se dan números y direcciones de interés y se da la bienvenida a quien llegue con sus animales de compañía. Recibirán revisiones y vacunas gratuitas por parte de los veterinarios polacos.
"Los ucranianos son como nuestros hermanos, nos entendemos cuando hablamos", asegura Piotr, voluntario en otro paso fronterizo, el de Korczowa. No dudó en dejar temporalmente su trabajo y venir a ayudar. "Son muy agradecidos, muy pacientes", asegura. "Ahora la guerra está al lado de casa", asegura otra voluntaria en la estación de tren de Przemysl, para explicar el cambio de actitud del país. A Polonia y Ucrania les unen lazos culturales, pero Varsovia también siente muy cercana la amenaza del vecino ruso, por lo que tanto Gobierno como sociedad civil han empatizado fácilmente con las víctimas de este conflicto.
La ayuda en los puntos fronterizos está bien organizada. Los refugiados son trasladados en autobuses desde la frontera hasta campamentos de acogida como el de Przemysl, desde donde más autobuses o particulares con sus vehículos los trasladan a otras ciudades sin preguntar por su pasaporte en muchas ocasiones. En la estación de tren de esta ciudad polaca, uno de los principales puntos de entrada, el Gobierno ha movilizado a la empresa pública ferroviaria, que cada día traslada en decenas de trenes a los refugiados a Varsovia, Cracovia y otras urbes del país.
¿Cómo es posible que en apenas una semana se haya organizado tan bien la acogida? "Todos hemos acordado que tenemos que ayudar: los hoteles ofrecen sus habitaciones gratuitas, el transporte público en ciudades como Varsovia es gratuito. También hay muy buena coordinación entre entidades sociales y las autoridades", explica Dominica.
Algunos de los más implicados son ciudadanos ucranianos que vivían en Polonia y países cercanos y que se han acercado a ayudar. Angelika es una de ellas. Huyó de su Donbás natal poco después del inicio de la guerra en 2014. Primero fue a Kiev y hace dos años llegó a Polonia. Ahora, reparte comida caliente y colabora como traductora en Przemysl. "Por lo que he vivido puedo entender por lo que están pasando, es fácil ponerse en su lugar", explica.
Polonia y la Unión Europea: del choque frontal al apoyo sin fisuras
Desde la crisis de refugiados de 2015, Polonia y la UE han protagonizado múltiples choques frontales a cuenta de la dura política migratoria de Varsovia, pero también por su deriva autoritaria, la discriminación hacia el colectivo LGTBI o la independencia judicial, lo que le ha comportado multas. Bruselas amenazó con sancionar con hasta 250.000 euros por refugiado no admitido a países. La amenaza no tuvo mucho efecto y el reparto por cuotas se acabó desinflando, en gran parte por la oposición frontal de Visegrado.
A finales del año pasado, sin embargo, tras la crisis con Bielorrusia, Bruselas mostró una nueva cara y apoyó sin fisuras a Varsovia contra lo que consideró un ataque de Lukashenko a las fronteras europeas y propuso endurecer temporalmente las reglas de asilo. Se limitó a pedir a Polonia "respetar los derechos fundamentales" de los refugiados, como aseguró la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, abrió la puerta a que la UE financiara el muro que Polonia ha empezado a construir, en la línea de lo que defendía también el Partido Popular Europeo y doce países, entre ellos Dinamarca, Austria o Grecia. Sin embargo, la Comisión, competente en esta materia, lo rechazó de plano.
Ahora los intereses comunitarios y de Polonia se han vuelto a alinear, pero en el sentido contrario, el de las puertas abiertas. Bruselas ha activado por primera vez una directiva que permite temporalmente la acogida ilimitada de refugios: les facilitará, sea cual sea el Estado miembro donde se encuentren, un permiso de residencia, acceso al mercado laboral y a la vivienda y asistencia médica y social.
Hasta ahora estaba en vigor el Convenio de Dublín, que generalmente obligaba a los refugiados a pedir asilo en el país en el que llegaban, lo que hizo aumentar la tensión en los principales puntos de llegada de inmigrantes en 2015 y 2016: Grecia e Italia. Ahora, sin embargo, aquellos que han huido de la guerra de Ucrania pueden moverse libremente por toda la Unión Europea, lo que permite que Polonia –y otros países de recepción, como Rumanía o Hungría-, no asuman todo el peso de la acogida.
También, debido a que ningún país ha cerrado su frontera como ocurrió con la crisis de hace seis años, no se están dando por el momento imágenes dramáticas como las del campamento de Idomeni, en Grecia, donde hasta 13.000 migrantes esperaban día y noche durante semanas a que se abriera la frontera con Macedonia. La diferencia es aún más llamativa cuando la situación actual, en cuanto al número de refugiados, es mucho más grave que en aquel momento. Mientras que en todo 2015 un millón de personas llegaron a la Unión Europea, en solo una semana de guerra ya se ha superado ese número.