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8M

Cinco brechas de género invisibles: desde la carga mental hasta el miedo a volver a casa sola

  • Es habitual hablar de la brecha salarial entre hombres y mujeres, pero existen otras menos visibles también importantes
  • La exigencia de un mejor físico, una ciencia “androcéntrica” y el riesgo de pobreza están entre ellas

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8M: Las brechas de género invisibles
8M: Las brechas de género invisibles.

El día a día de una mujer está plagado de brechas de género desde que suena el despertador.

Algunas como la brecha salarial -cobrar menos por el mismo trabajo que un hombre por ser mujer- son más conocidas.

Otras, como la exigencia de una mayor perfección física, pasan más desapercibidas. Repasamos cinco de estas brechas invisibles con motivo del 8M.

En este reportaje te explicamos cinco brechas invisibles que sufren las mujeres, a veces inadvertidas, a lo largo de un día cualquiera. Para conocerlas, puedes navegar por los apartados en orden, siguiendo la rutina diaria de la mujer de esta historia, o pinchar en los siguientes enlaces en el orden que quieras.

La brecha de la apariencia física

"El hombre puede tener una exigencia de apariencia física en cuanto a ir bien vestido, pero en el caso de las mujeres la exigencia de delgadez es muy fuerte, con estigmatización muy alta en los trabajos de aparición pública, y más constante en el tiempo, en todas las fases de la vida", explica José Luis Moreno Pestaña, profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Granada y autor del Informe sobre discriminación corporal en el trabajo, publicado recientemente por CCOO en Andalucía, con motivo de la celebración este martes del 8M.

Moreno destaca que las exigencias físicas "se asignan más" a las mujeres que a los hombres; que cuando estas existen "son más globales e invasivas" para ellas que para ellos; y que "los modelos de belleza femenina se encuentran más estandarizados y responden a patrones comunes, incluso a nivel internacional".

Y no es algo que ocurra solo en el mundo laboral: también existe esta brecha en las relaciones afectivas. Dos de cada tres hombres aseguran que "la belleza, el aspecto físico" a la hora de empezar una relación es muy (12,5%) o bastante (52,1%) importante, mientras que estos porcentajes se reducen al 7,5 y al 31% entre ellas, según una reciente encuesta del CIS sobre relaciones sociales y afectivas en tiempos de pandemia.

Esta diferencia puede apreciarse también en el gasto de hombres y mujeres. El desembolso en cuidado personal (tratamientos de estética, peluquería...) de una mujer superaba antes de la pandemia los 620 euros anuales de media, frente a los 312 de un hombre, según datos del INE.

Las mujeres soportan mayor carga mental que los hombres a la hora de conciliar la vida laboral con la familiar.

Todavía son ellas las que asumen en mayor medida que los hombres los tareas del hogar y el cuidado de los niños..

Estar siempre pendiente de todo -o casi todo- puede aumentar el estrés y provocar ansiedad en muchas mujeres.

La brecha de la carga mental

"La carga mental es la gestión de un montón de tareas, que nosotras las llamamos las tareas invisibles, que se realizan de forma sincrónica a otras. Tú puedes estar trabajando y tener en la cabeza lo que tienes que comprar en el supermercado o que al día siguiente tienes que llevar al niño a no sé dónde", explica a DatosRTVE Maite Egoscozabal, socióloga del Club de Malasmadres y de la Asociación Yo No Renuncio. "Es muy difícil -añade- cuantificar cuánto tiempo se dedica a estas tareas. Las vas poniendo en una mochila y no te das cuenta de que las estás haciendo. Suponen un peso brutal, una sobrecarga que puede generar estrés, ansiedad y agotamiento", como se ha visto especialmente durante la pandemia.

En una pareja con hijos, la mujer dedica 37,5 horas a la semana a actividades de trabajo no remunerado frente a las 20,8 del hombre, según datos del INE sobre conciliación y familia, pero como advierten desde Malasmadres no se trata solo de la cantidad de horas, sino de la carga mental que suponen los cuidados. El informe Somos Equipo (2017) de la Asociación Yo No Renuncio señalaba que el 54,4% de las mujeres dicen ser la principal responsable de las tareas de planificación y organización, frente al 16,9% de los hombres.

La mujer sigue siendo la principal responsable de todas las tareas domésticas -solo en llevar las cuentas del hogar ambos sexos están igualados-. Además, las tareas con mayor porcentaje de hombres como responsable principal tienen algunas particularidades: tienen un principio y un final y un componente recreativo/lúdico como cocinar o bañar a los hijos. A cambio, las tareas que en mayor proporción asumen las mujeres suponen más dedicación continuada e invisible, como estar pendiente de los requerimientos del colegio, el médico o hacer la lista de la compra.

Muchas mujeres han experimentado desajustes en la menstruación después de vacunarse contra la COVID-19.

Adelantos, retrasos, diferencias en el flujo... Cambios asociados a cuestiones hormonales que no se tuvieron muy presentes en los estudios clínicos.

Es el último ejemplo de la brecha de género que aún perdura en la investigación médica.

La brecha de la investigación médica

"Sistemáticamente, la medicina ha excluido de la ciencia o todo el cuerpo de la mujer o parte del cuerpo de la mujer o partes de su diferencia con el hombre. En el caso de las vacunas de la COVID, en los estudios científicos hay hombres y mujeres paritariamente, pero no incluyen bien aspectos de la vida de la mujer como la menstruación, como un elemento a tener en cuenta cuando se introducen medicamentos", subraya la médica Carme Valls, autora del libro Mujeres Invisibles. De esta manera, a las voluntarias de estos ensayos clínicos se les preguntaba por efectos adversos como podría ser la fiebre, pero no por alteraciones en su ciclo menstrual.

Excluidas de la investigación médica

Pero más allá del caso de las vacunas -los estudios apuntan a que las alteraciones son puntuales y desaparecen con el tiempo-, la visión "androcéntrica" de la ciencia -añade esta médica experta en perspectiva de género- ha tenido otras consecuencias, como mayores efectos secundarios de determinados fármacos en mujeres que en hombres, hasta el punto que algunos se han tenido que retirar del mercado; o mal ajuste de las dosis necesarias en los psicofármacos. Todavía hoy, asegura Valls, "los trabajos de investigación de fármacos contra el colesterol, enfermedades cardiacas, etc., se hacen en ratas macho en un 75%".

El miedo al volver a casa sola es otra brecha que separa a las mujeres de los hombres.

La incomodidad de tener que soportar ciertos comentarios...

...el temor a que no se quede solo en palabras...

...convierten en algo cotidiano avisar de cuándo se llega a casa.

La brecha del miedo a la calle

Las ciudades españolas y europeas "son de facto seguras salvo excepciones", pero la llamada "percepción de inseguridad" -mayor en hombres que en mujeres- "tiene que ver con que tú, y pese a los datos objetivos que están ahí de que no te va a pasar nada, coges un taxi de vuelta a casa, le pides a alguien que te acompañe, llamas por teléfono a tu madre, a tu novio o tus amigas cuando has llegado a casa como garantía de que todo ha ido bien", explica Inés Novellas, profesora asociada del Departamento de Urbanismo de la Universitat Politècnica de València.

Esta arquitecta, investigadora también de la Cátedra UNESCO de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Politécnica de Madrid, señala que la mayor brecha de género en este sentido se produce entre los más jóvenes. Más del 27,3% de las mujeres menores de 35 años asegura sentirse insegura cuando camina de noche por la calle frente al 8,9% de los hombres de su edad, según datos de la Encuesta Social Europa.

Desde el urbanismo con perspectiva de género, se incide en la necesidad de mejorar la "visibilidad" del espacio público con una mejor iluminación de noche, pero también garantizando campos visuales amplios con calles amplias sin recovecos; y de diseñar ciudades donde en cada zona se mezclen distintos usos para garantizar la presencia de gente a distintas horas del día. "Una ciudad más segura también va a favor de los hombres", subraya Novellas al señalar que, a medida que ellos cumplen años, también se sienten más inseguros en la calle.

El riesgo de pobreza, incluida la energética, es más frecuente tambien en mujeres que hombres.

La brecha se agranda especialmente entre las mujeres de más de 65 años.

La brecha de la pobreza

"Con las pensiones y salarios que tenemos en este país es muy difícil hacer frente a los recibos del oligopolio eléctrico (...) Tienes que levantarte a las 6 de la mañana para poner una lavadora y poner un friegaplatos después de las 12 de la noche", explica Paca Blanco, que cobra una pensión de 550 euros mientras que su marido, enfermo de cáncer, no llega a los 800 euros.

La población en riesgo de pobreza es ligeramente mayor en el caso de las mujeres (21,7%) que en el de los hombres (20,2%) si se mira la población en su conjunto, pero si se analiza la tasa por grupos de edades, es a partir de los 65 años cuando la brecha de género es más amplia. Una de cada cinco mujeres mayores (20,6%) está en riesgo de pobreza frente al 16,7 % de los hombres, según la Encuesta de Condiciones de Vida del año 2020 del INE.

Paca, que con cinco hijos ha trabajado "en todo" lo que le ha salido sin decir "no a ningún trabajo", asegura que es una "pobre energética" pero que en vez de "ir llorando por los rincones" se ha convertido en una activista del tema para intentar dar la vuelta a una situación que afecta más a las personas vulnerables, como las mujeres mayores.