Dar a luz sin baja de maternidad: la lucha de las madres estadounidenses
- Estados Unidos es el único país de la OCDE que no concede permiso de maternidad retribuido
- Una de cada cuatro madres se incorporan al trabajo solo 10 días después de dar a luz
A Alessandra le encantaba su trabajo en una pequeña compañía financiera. Pero cuando dio a luz a su primera hija se vio en un atolladero. No tenía derecho a un permiso de maternidad. "Al final del embarazo empecé a llorar y a preguntarme para qué iba a tener una hija si no podía pasar tiempo con ella", recuerda.
Su empresa le permitió dejar de trabajar y de cobrar durante seis semanas. A eso sumó sus tres semanas de vacaciones para poder cuidar a su bebé durante dos meses. "Los últimos días sentía ataques de pánico, al pensar que tenía que dejarla", cuenta. Se incorporó al trabajo, pero la guardería era tan cara que no le salían las cuentas. Al final, desistió y abandonó su carrera profesional.
Alessandra vive en Estados Unidos, en pleno siglo XXI. Su historia es la de tantas madres trabajadoras estadounidenses que a día de hoy no pueden acceder a una baja de maternidad retribuida. Estados Unidos es el único país desarrollado, y casi el único del mundo, que no concede esa prestación. Una de cada cuatro madres vuelve a su puesto de trabajo solo 10 días después de dar a luz. Otras lo dejan, como Alessandra.
El origen de la discriminación
¿Por qué un país tan rico no garantiza un derecho que los europeos consideramos tan básico? Preguntamos a Mona Siegel, profesora de historia en la Universidad de Sacramento, estudiosa del feminismo y autora del libro Peace On Our Terms: The Global Battle for Women's Rights after the First World War. Ella se remonta al final de la Primera Guerra Mundial. Entonces, explica, muchas mujeres trabajadoras lucharon y reclamaron una prestación por maternidad.
La Organización Mundial del Trabajo, recién fundada, declaró que merecían 12 semanas de permiso retribuido. Entre aquellas mujeres luchadoras, cuenta Siegel, las estadounidenses jugaron un papel clave, pero nunca llegaron a recoger los frutos.
Otro momento crucial fue el final de la Segunda Guerra Mundial. La economía europea estaba devastada y su población, diezmada. Necesitaban desesperadamente dos cosas: mano de obra y bebés. Querían que las mujeres siguiesen trabajando, pero también que tuviesen hijos. Se generalizó la baja de maternidad.
"Pero Estados Unidos siguió otro camino. Aquí la economía no estaba tan devastada, y preferían que las mujeres que llenaron las fábricas durante la contienda volviesen a sus casas y dejasen los puestos de trabajo libres para los hombres que regresaban del frente", explica Siegel. Después, en plena guerra fría, mientras en Europa se implantaba el estado del bienestar, en el país "cualquier medida social corría el riesgo de caer bajo la etiqueta de comunismo".
El papel crucial del racismo
"El racismo también jugó un papel crucial", nos dice Joya Misra, profesora de sociología en la Universidad de Massachusetts. "Esa idea de que no todos tienen que ser padres, de que no todos merecen ayudas sociales... es devastadora. Cuando en este país hablamos de los que se lo merecen, eso suele referirse a las personas blancas, o las de clase media, con un cierto nivel educativo", añade.
En 1993, Bill Clinton firmó una ley que obligaba a ciertas empresas a conceder una excedencia de doce semanas para cuidar a un hijo recién nacido o a un familiar enfermo. Eso sí, sin cobrar. Solo el 60 % de las trabajadoras pueden acogerse a esta ley. Y entre ellas, no todas pueden permitirse estar doce semanas sin sueldo. "La falta de una baja de maternidad retribuida exacerba las desigualdades", dice Misra.
A día de hoy, el gobierno federal sigue sin garantizar esa baja. Únicamente algunas empresas, o algunos estados como California, la conceden. Las madres afroamericanas, latinas, las trabajadoras con salarios bajos... Son las más perjudicadas, las que casi nunca consiguen permisos pagados por la empresa
Despedida en mitad de la baja laboral
Kay creía estar entre la minoría afortunada. Cuando dio a luz a su primera hija trabajaba para una organización internacional, el Banco Mundial, que en aquel momento concedía cuatro meses y medio de baja de maternidad. Pocas estadounidenses pueden decir eso. La sorpresa le llegó en medio de esa baja. "Recibí un correo electrónico donde me comunicaban que prescindían de mí. Me quedé paralizada, no sabía qué hacer, llevaba diez meses trabajando para ellos", recuerda.
La empresa alegó que sus números habían empeorado. Parece inevitable: Kay estaba de baja. Pero en la cultura empresarial de Estados Unidos parece que esa situación es difícil de asumir. Eso piensa la joven. Nos cuenta su historia sentada en el pequeño porche de su casa de Washington, rodeada de los juguetes de su hija, que ahora está a punto de cumplir cuatro años.
Kay sigue sintiéndose afortunada: ella denunció y ganó el juicio, pero lamenta que ahora sus antiguas compañeras dudan de si pedir el permiso de maternidad. Temen que les cueste el despido.
La promesa de Biden que no llega
Hace pocos meses, parecía que las vidas de tantas Alessandras y tantas Kays estaba a punto de dar un vuelco. El permiso de maternidad retribuido fue una de las promesas de Joe Biden, junto a muchas otras medidas sociales. Pero todas esas promesas se estrellaron en el Senado.
Ni los republicanos, ni dos senadores demócratas, los más conservadores, apoyan lo que sería un refuerzo histórico del estado del bienestar en este país. Los demócratas tienen una mayoría ajustadísima en el Senado y no pueden permitirse perder ni un voto.
La batalla por la prestación de maternidad, como tantas otras, tendrá que esperar. Mientras, la gran mayoría de estadounidenses apoyan esa medida y se preguntan por qué sus gobernantes no la sacan adelante.