Bodas en tiempos de guerra: "Lo hemos perdido todo, solo nos queda el amor"
- Varias parejas ucranianas se casan en medio de la guerra antes de que los combates lleguen a Ivano Frankivsk, en el oeste
- Sigue la última hora del conflicto entre Rusia y Ucrania en directo
"Hoy ha sido el día más feliz desde que comenzó la guerra", dice Olga Zastavna al salir del registro civil de Ivano-Frankivsk. Se besan y presumen de amor rompiendo el silencio de una plaza donde reina la quietud. Ella viste una chaqueta de cuero, con una mano lleva un ramo de flores y en la otra el papel que plasma que ya son marido y mujer. Él es incapaz de disimular la emoción que siente por dentro y por fuera de su traje militar.
Un desconocido aplaude ante una estampa que le evoca una escena de película. Saludan con las manos para mostrar sus anillos. Los pocos rayos de sol hacen brillar el ramo de flores blancas y rosas, envueltas en un papel blanco. Nadie les espera fuera, ni familiares ni amigos, pero sus caras desprenden una felicidad que por unos instantes hace desaparecer todas sus preocupaciones.
En Ivano Frankivsk tienen motivos para contener el aliento. Allí, el primer día de guerra, sus habitantes comprobaron el aterrador sonido del impacto de un misil sobre el aeropuerto militar. Es un recuerdo demasiado reciente que, además de grabado en sus retinas, también guardan -y nos enseñan- en sus teléfonos móviles.
La vida continúa con la guerra
La vida continúa aunque esté marcada por la guerra y no puedan hacer planes de futuro. Siguen atentamente lo que ocurre en otros puntos del país en los que se recrudece el conflicto, mientras ellos se preparan para cualquier ataque. Hay un ambiente de calma tensa: sacos de arena amontonados contra las paredes de los edificios oficiales y las cafeterías como puntos de encuentro para seguir minuto a minuto los partes de guerra. Las banderas de Ucrania ondean en cualquier esquina.
La ciudad está completamente militarizada. Las conversaciones giran en torno a la guerra. Hablan de la resistencia y de la necesidad de permanecer unidos para luchar contra la invasión. "Yo me quedo en mi país porque si todo sale bien nos quedaremos en nuestra casa", explica Olga. "No sabemos a dónde le pueden destinar", asegura.
Posan delante de las cámaras y les apetece compartir su felicidad: "Compraremos unos dulces", aseguran. "Ni un brindis podemos hacer porque impera la ley seca", dicen, riendo. En Ivano Frankivsk el toque de queda es desde las diez de la noche a las seis de la mañana.
Durante la espera en el registro civil nos contaron su historia. Llevan cinco años juntos y son padres de dos hijos. Enseñan recuerdos de una vida pasada que no saben si volverá. "Si todo sale bien estaremos juntos", concluye ella entre lágrimas. Y para calmarse, repite una y otra vez: "Todo va a salir bien". Lo dice en italiano, un idioma que habla bien porque estuvo viviendo allí. "Me gustaría poder viajar con mi familia pronto, Italia me gustó mucho y ojalá pronto podamos volver a hacer planes", dice esperanzada.
No hay invasión que pueda difuminar ni los sueños ni los anhelos de esta joven pareja. Aunque reconocen que este nuevo escenario les ha cambiado la vida. Aquí todo se ha adaptado a la guerra. Iván trabajaba en una empresa de seguridad y ella en una tienda. Ahora los dos pasan los días implicados en la causa de su pueblo.
Huyendo de otras zonas del país
En la plaza se acercan más personas atraídas por el ramo de flores, les felicitan y saludan desde la distancia. En la plaza se arremolinan muchas personas buscando absorber los rayos de un exiguo sol, casi todas procedentes de otros lugares del país. Anna se nos acerca y quiere hablar. "¿Puedo contaros una cosa?", pregunta. Necesita ser escuchada. Su boda no tuvo un final feliz. "Yo me acabo de casar. Estaba celebrando mi boda con mi marido y mi hijo pequeño cuando estalló la guerra", comienza su relato. Ella viene de Mariúpol, donde la situación humanitaria es "apocalíptica", según ha denunciado Cruz Roja. Este mismo miércoles un hospital materno fue bombardeado por Rusia. En el ataque, al menos tres personas murieron, entre pacientes y miembros del personal del hospital, según las autoridades locales.
Para la ceremonia, Anna viajó con su ya marido y su hijo pequeño a otra ciudad. Su hijo mayor se quedó con la abuela. Desde el pasado lunes no sabe nada de ellos y no puede volver porque las comunicaciones de tren han sido atacadas y la ciudad lleva días cercada. El testimonio de quienes residen en Mariúpol es terrorífico: no hay agua, luz, ni calefacción. Un médico ha denunciado la muerte de una niña por desnutrición.
Mariúpol es una de las ciudades más castigadas por la guerra. La devastación es incalculable. "Estamos rotos", asegura. Tras escucharla se entiende el silencio que reina en la plaza. Muchas de las personas que están aquí vienen de otros puntos más afectados por el conflicto. Naciones Unidas estima en al menos un millón, el número de desplazados internos, personas que han abandonado sus hogares para escapar de los enfrentamientos, aunque sin salir del territorio de Ucrania. Desde la guerra de 2014, ya se habían producido 800.000 desplazamientos en el interior.
Aquí hay unas 60.000 personas que han llegado en los últimos días huyendo del conflicto. Algunas se marchan y se preparan para cruzar la frontera, otras como Olga prefieren quedarse. A lo largo de la mañana pasan varias parejas. Apuran estos días de tranquilidad para casarse antes de que la ofensiva avance.
Anastasia y Sergei llegan con su perro en brazos. "Nos casamos y vamos a trabajar para nuestro país". Jóvenes que no han elegido la guerra, pero que ahora ven cómo sus vidas giran en torno a ella. "Lo hemos perdido todo, solo nos queda el amor", dice la novia sonriendo. Llevan días conviviendo con sentimientos encontrados que van entre la vida y la muerte. Solo les queda resistir. Sin embargo, para Olga, este jueves ha marcado el comienzo de una nueva etapa, con incertidumbres y bastante ilusión por el futuro. "Desde que empezó la invasión hoy es mi primer día con lágrimas de alegría", dice la novia.