Enlaces accesibilidad
Ucrania, en guerra (V)

Los lugares de culto en Odesa, un refugio para el alma y el cuerpo cuando suenan las sirenas antiaéreas

Por
Svetlana escucha la liturgia junto a una familia en la iglesia ortodoxa de Odesa.
Svetlana escucha la liturgia junto a una familia en la iglesia ortodoxa de Odesa.

En uno de los bancos laterales de la imponente catedral ortodoxa de Odesa, Svetlana Yakovleva, envuelta en una manta escocesa, se aferra su única posesión, una bolsa de leopardo en la que transporta toda una vida. Tiene 63 años y el contorno rojizo de sus ojos denota cansancio y dolor. Cierra los ojos mientras escucha la liturgia y los cantos religiosos la trasladan otro lugar. Disfruta de este momento de paz como si fuese el último. Una paz que añora desde el pasado 24 de febrero cuando comenzó la invasión rusa. “Aquí vengo para rezar y también a resguardarme cuando suenan las sirenas antiaéreas”, cuenta Svetlana.

Este templo es un refugio para el alma y el cuerpo de cientos de ucranianos. La luz del domingo al mediodía se filtra por vidrieras y celosías cuando el coro entona una plegaria que pide la paz y las lágrimas brotan entre los feligreses. La mayoría son mujeres de edad avanzada tocadas con velos de colores que cubren sus melenas en respeto a la santidad del lugar. Siguen con atención los cantos religiosos en este emblemático edificio que depende del Patriarcado de Moscú.

Las Iglesias se convierten en refugios en Odesa ante el avance de la invasión rusa

A lo largo de la historia, el puerto de Odesa ha sido testigo de multitud de oleadas migratorias llegadas a la península de Crimea y el Mar Negro que la han convertido en una ciudad multiétnica y multicultural. En la actualidad, alberga a más de 120 nacionalidades y grupos étnicos minoritarios. Esta ciudad cuenta con algo más de un millón de habitantes, la mayoría rusófonos, pese a que un sondeo municipal publicado por el International Republican Institute en 2021, indicó que solo el 25% de la población es de origen ruso, el 68% de origen ucraniano y el resto de otras procedencias.

Misa en la iglesia ortodoxa de Odesa este domingo.

Misa en la iglesia ortodoxa de Odesa este domingo. BRUNO THEVENIN

"Primero rezo y luego vengo a la catedral para refugiarme"

Si bien son muchos los vínculos que unen al pueblo odesano con Rusia, en este momento, el sentir general de la población coincide en que para Vladímir Putin la toma de esta ciudad tiene como finalidad única aislar a Ucrania del mar. Aquí, donde escasean las estaciones de metro y refugios, la gente acude a las iglesias para refugiarse. “Yo primero rezo y luego vengo a la catedral para refugiarme”, cuenta Svetlana.

Por esto, nos dicen, que las iglesias están más llenas de lo habitual. No es solo por la cuaresma, la invasión rusa y la constante amenaza de bombardeos han multiplicado considerablemente el aforo de los templos. Más del 60% de los odesanos son ortodoxos. “Nos duele doblemente esta agresión. Son nuestros correligionarios los que nos atacan, gente con la que estamos en unión espiritual, porque el reino de Dios está por encima de todo, también sobre las preferencias y posiciones políticas y sociales”, asegura al terminar la misa el arzobispo Egeni Gudyar.

Los templos religiosos se han convertido en un refugio para el alma y el cuerpo de los ucranianos de Odesa.

Los templos religiosos se han convertido en un refugio para el alma y el cuerpo de los ucranianos de Odesa. BRUNO THEVENIN

Por otro lado, asegura que todas las comunidades religiosas están unidas. “Hoy toda la comunidad religiosa de Odesa está unida en una única opinión y acciones comunes destinadas a preservar nuestro deber cívico que no es otro que el de proteger nuestro país. Esto es algo que une inequívocamente a todos los creyentes”, añade. El religioso asegura que no hay diferencias entre sus gentes, más bien están en un grito unánime de rechazo a la guerra y la invasión. Recuerda, así mismo, que la iglesia ortodoxa ucraniana ya le pidió al Patriarca de Moscú que intercediera ante Vladímir Putin para poner fin a la agresión, sin obtener respuesta. Y es que la sintonía del Kremlin con la jerarquía ortodoxa de Moscú es total, especialmente con el patriarca de Moscú, Kirill, amigo personal de Putin.

Hoy toda la comunidad religiosa de Odesa está unida en una única opinión: proteger nuestro país

La Iglesia ortodoxa ucraniana, a la que pertenece la mayoría del pueblo ucraniano, ha dependido desde hace siglos del Patriarcado de Moscú hasta que en 2014 decidió acercarse a Constantinopla y en 2019 acabó por erigirse como Iglesia autocéfala, independiente del patriarcado, una decisión histórica que puso fin a más de 300 años de tutela religiosa rusa.

Ortodoxos, católicos y judíos, unidos en el 'no a la guerra'

La unidad de los feligreses ucranianos en Odesa también se extiende a la comunidad judía. Este colectivo que aún guarda en la memoria el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial, ahora se ve compelido, una vez más, a optar por el éxodo ante el avance ruso. Ucrania contaba con una población judía de unas 40.000 personas, de las que se estima que el 20% se ha exiliado desde el inicio del conflicto, en su mayoría hacia Alemania e Israel.

La comunidad católica es pequeña, cuenta tan solo con cinco parroquias, pero también se ha sumado a esta suerte de "resistencia frente a la invasión rusa". Cada día recibe a personas que huyen de otros puntos del país y ofrece refugio a la gente que en estos momentos lo necesita. “Esta guerra iniciada por culpa de este fascista ruso nos preocupa a todos”, dice el padre Stanislav Gorodyuk en referencia a Vladímir Putin.

Susan tiene 77 años y toda su vida ha trabajado como cantante y bailarina. Su amabilidad cautiva y sus ganas de presumir de carrera le iluminan el rostro con una sonrisa. “Tengo miedo por mis hijos y mis nietos”, asegura mientras se lleva las manos a los ojos para secar las lágrimas. Ella no piensa en marcharse, se quedó viuda hace dos años y “no tengo a nadie con quien compartir planes de futuro, prefiero quedarme aquí y no complicarme la vida”, añade. Vive al lado de la ópera donde ha desarrollado su carrera como cantante y bailarina profesional. Nacida en Kiev en tiempos de otra guerra, siendo muy jovencita se desplazó a Odesa para poder cumplir sus sueños. Hoy, como jubilada, ve cómo su vida peligra en la que considera como “la ciudad más hermosa de Ucrania”. Aquí es donde conoció a su marido, un famoso dramaturgo ucraniano con quien compartió su vida hasta que falleció durante la primera oleada de la pandemia.

Susan y su amiga acuden a la iglesia para evadirse de la cruda realidad de la guerra.

Susan y su amiga acuden a la iglesia para evadirse de la cruda realidad de la guerra. BRUNO THEVENIN

Se aferra a su fe como único escudo para hacer frente a la amenaza. Viene a buscarla una amiga y al percatarse de que somos periodistas se ofrece a exponer su opinión, que resume en un sentimiento de impotencia y desasosiego.

“A los jóvenes les deseo lo mejor”, dice resignada, “yo solo quiero la paz” y eso es precisamente lo que contienen sus plegarias dirigidas a San Trifón que “es el que tiene el don para resolver un problema rápidamente”.

Un ucraniano reza de rodillas en la iglesia ortodxoa de Odesa.

Un ucraniano reza de rodillas en la iglesia ortodxoa de Odesa. BRUNO THEVENIN

Mientras tanto, la ciudad presenta una estampa fantasmagórica. Han desaparecido las multitudes que abarrotaban sus museos y las escaleras de Potemkin; el Teatro de la Ópera, al igual que las otrora bulliciosas calles del casco histórico de Odesa, ha enmudecido. El mutismo únicamente se ve interrumpido por las sirenas antiaéreas y los coros religiosos que alzan sus plegarias en busca de un milagro que salve sus almas y les devuelva a la pacífica vida que tanto anhelan.