Los polacos organizan sus propios sistemas de ayuda a refugiados: "Hemos montado todo en dos días"
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Lesko es un pueblo de unos 6.000 habitantes que se encuentra en el extremo sureste de Polonia. En tan solo 20 minutos se puede llegar desde allí a la frontera con Ucrania. Como en muchos otros lugares del país, uno de los vecinos de este pequeño municipio de esta zona montañosa habló con algunos amigos de ayudar a los refugiados que comenzaron a llegar a Polonia.
“Wojtek Bryndza: "Cuando les trajimos, después de media hora dentro, seguían temblando de frío, de miedo"“
Wojtek Bryndza no dudó en acudir con su coche hasta el límite entre ambos países para recoger a los refugiados, la mayoría mujeres y niños. "Tienen la piel casi morada del frío", nos dice. "Las mujeres, en su mayor parte no vienen en coche, vienen a pie. Recuerdo un día una cola de personas de 32 kilómetros. Cuando les trajimos, después de media hora dentro, seguían temblando de frío, de miedo, y los niños lloraban. Se tranquilizaban media hora o una hora después"
Además de conducir y recoger a personas, Wojtek también puso a disposición de los refugiados las instalaciones de sus negocios. Posee un antiguo edificio en un rincón de Lesko, de tres plantas. En el sótano están el restaurante, la administración y las cocinas. La planta baja la ocupa una sucursal bancaria, que funciona al margen de esta inciativa solidaria. En la primera encontramos ya una cocina, los primeros alojamientos de refugiados y un almacén principalmente de ropa, pero también de comida, agua y medicinas. Y en la segunda, más camas, una sala de juegos infantil, cocina y ducha. "Hemos hecho todo en dos días", nos cuenta Wojtek.
"Hemos pedido ayuda a nuestros amigos y la respuesta ha sido inmediata. Nadie ha hecho preguntas, se han presentado todos. Algunos con colchones, sábanas, o con sus propias manos. Otros han ayudado a montar las cocinas". No han tenido ninguna ayuda pública, ni polaca, ni de ONGs, ni otras instituciones internacionales.
Un centro de ayuda a pleno rendimiento
El ir y venir de personas es constante. El teléfono no para de sonar, tanto el de Wojtek como el de otro voluntario que está en el centro. Están atentos tanto para encontrar lugares de acogida en toda Europa para estas personas como de avisos para recoger a más ucranianos en la frontera.
"Acabamos el día con casi con un centenar de personas en el centro, aunque de día lo vaciamos porque les encontramos un lugar a donde ir", explica. "Conseguimos encontrar sitios en casi cualquier punto de Europa. Hacemos esto hasta las tres o las cuatro de la tarde. Después, volvemos a recoger a personas para que nadie se quede ahí fuera con el frío que hace". En las casi tres semanas de guerra, han recogido ya a más de 800 personas.
“"Les encontramos un lugar, por ejemplo en Italia"“
A pesar del movimiento en el centro, son solo diez voluntarios que están todos los días, más otros veinte o treinta esporádicos, que colaboran cuando pueden. Y dependen de otros amigos por el extranjero para que los refugiados puedan llegar a su punto de destino. "Les encontramos un lugar, por ejemplo en Italia. Uno de nosotros les acompaña a Cracovia, una vez allí, llamamos a un amigo que les lleva a la República Checa y de allí otro les acompaña directamente a Italia".
Y eso si no cambian de opinión en el último momento porque algún familiar o amigo les llama desde un lugar completamente diferente de Europa. Dice Wojtek que es habitual. "No nos lo tomamos mal, porque en su puesto acogemos a otra persona. Tratamos de entenderles".
Ina, su espera en Polonia
Pendiente aún de destino conocemos a Ina Vadarenka. Ella es de Kramatorsk, ciudad de Donetsk. Conoce el horror de la guerra desde 2014. "Mi marido se quedó en Kramatorsk. Los hombres luchan por nuestro hogar. Debe quedarse y parar la guerra". No puede decirnos mucho más, le cuesta hablar sin emocionarse, y expresa su frustración entre lágrimas y hablando en ucraniano.
Con historias parecidas a las de ella hay muchas mujeres y niños en este centro de acogida de Lesko. Se puede advinar el sufrimiento que arrastran algunas de ellas en sus caras. Pero en la gran mayoría hay gestos de agradecimientos para estos ciudadanos polacos que se han volcado con ellas en un gran gesto de solidaridad.