Anna M. Bofarull: "'Sinjar' nació cuando descubrí que el ISIS usaba a niñas como esclavas sexuales"
- La directora y la protagonista, Nora Navas, han presentado la película en Málaga
- Sinjar narra la historia de tres mujeres dispuestas a todo por salvar a los que aman
La ciudad de Sinjar es una población fronteriza, reclamada tanto por Irak como por Kurdistán, que, en 2014, fue escenario de una terrible matanza en la que el Estado Islámico (ISIS) asesinó a más de 3.000 Yazidíes (un pueblo de la zona) y capturó a otros 6.000, muchos de ellos mujeres a las que usó como esclavas sexuales.
Una masacre que fue el origen de Sinjar, la estupenda película participada por RTVE, que la directora Anna M. Bofarull (Notas al pie, Hammada, Sonata para violonchelo) ha presentado en el Festival de Málaga junto a su protagonista, la reciente ganadora del Goya Nora Navas (Libertad, Pa negre).
“Fue justo en 2014 –nos cuenta Anna-, cuando el Estado Islámico estaba avanzando y conquistando territorio en Irak, en Siria… cuando me conmocionó mucho la noticia de que estaban convirtiendo a las mujeres y niñas en esclavas sexuales. Y pensé que como podía estar pasando esto en pleno Siglo XXI”.
“Por eso -continúa la directora-, empecé a investigar sobre el tema, a querer saber más, y acabé yéndome allí para hablar con muchas de esas mujeres que habían sido secuestradas por el Estado Islámico. Y de alguna forma conecté con ellas y necesité hacer la película”.
“Yo destacaría esa lucha del pueblo Yazidí –añade Nora Navas-, ya que 3000 niñas yazidís siguen secuestradas. Esta película también denuncia que estos conflictos internacionales, como también es el de Ucrania, destrozan vidas. Es una película emocional que está muy cerca de las mujeres protagonistas”.
Tres mujeres dispuestas a todos por salvar a los que aman
Escrita, dirigida y producida por la propia Bofarull, la película muestra hasta dónde están dispuestas a llegar tres mujeres para recuperar a las personas que aman, en una ficción basada en historias reales. Una de esas historias está interpretada por la joven estudiante Eman Eido, una víctima real del Estado Islámico, que fue secuestrada y vendida con 9 años. Y obligada a casarse siendo menor de edad. Eman logró escapar con 13 años.
“En uno de mis viajes para la película conocía a Eman en un campo de refugiados y su historia me impactó. A pesar de haber sido secuestrada cuando solo era una niña, tenía una madurez y un sentido de la responsabilidad que para mí eran fascinantes. Me sorprendía mucho que, tras pasar por eso, fuese capaz de llevar el día a día con tanta entereza”
“Reflexioné mucho –continúa- y pensé que tenía que darle el papel protagonista de la película. Interpreta a una chica adolescente que se escapa del Estado Islámico y busca su familia, a la que no encuentra. Pero eso le hace descubrir lo fuerte que es, que puede ser una mujer empoderada hasta el punto de llegar a coger un arma y a defender su integridad física” (se alista en el ejército)
Preguntamos a Anna qué hay de verdad y qué de ficción en esta historia: “El personaje ya estaba escrito a partir de los testimonios de otras mujeres que habían padecido eso. Pero lo que ha vivido Eman le sirve de background para entender el pasado de su personaje, ya que ambas fueron esclavas. Pero Eman no se ha convertido en una guerrillera kurda, eso sí es ficción. Ella vive en un campo de refugiados y va al instituto”.
El viaje de una mujer, de la cotidianidad al dolor
La historia protagonizada por Nora Navas es la de una madre cuyo hijo es reclutado por el estado islámico. “Las tres protagonistas se inspiran en hechos reales y el personaje de Nora lo hemos construido a partir de detalles de mujeres que han pasado por lo mismo” –asegura Anna-.
“Ella tiene un trabajo, sus momentos de ocio, un relación con un hijo adolescente… Y un día ve cómo el joven desaparece. Intenta descubrir qué ha pasado y acaba descubriendo que se ha radicalizado y se ha marchado a luchar con Estado Islámico. Entonces pasará por el proceso de entender y asimilar por qué ha pasado eso delante de sus ojos, sin que ella fuera capaz de verlo”.
Nora Navas nos cuenta cómo es Carlota: “Es una mujer normal que quedo viuda hace dos años. Vive con su hijo adolescente, y, de repente, le cae un tsunami: Primero el chaval desaparece, luego una historia rocambolesca de que su hijo pertenece al Estado Islámico, después la lucha por intentar localizarlo, la esperanza de que puede ir a verlo y finalmente una esperanza rota. Es el viaje de esta mujer desde la cotidianidad a la sorpresa y al dolor”.
Un viaje para el que Nora ha necesitado de todas sus dotes como actriz: “Es un viaje que he hecho con mucho respeto, porque me he basado en testimonios reales de mujeres que han pasado por lo mismo y que me han destrozado el corazón. Por eso he querido ser muy precisa y responsable. Por eso he querido abrirme en canal, sobre todo no precipitarme. Porque el personaje podía estar roto desde el principio, pero hemos plasmado esa evolución pasito a pasito, desde la alegría de estar con su hijo desayunando por la mañana, hasta la llamada… Hemos querido que hubiera mucha verdad”.
"Puede que mi hijo haya matado, pero es mi hijo"
Preguntamos a Nora qué cree que puede hacer una madre en una situación como la que veos en la película: “Cuando es un hijo vas a dejarlo todo, vas a seguir hasta el final, intentando que no se rompa la cuerda, porque es muy frágil. Te conviertes en una madre o un padre coraje. Vas a ir hasta la cueva más recóndita del universo para encontrar a tu hijo”.
“Ella lo dice en un momento de la película: “puede que mi hijo haya violado o matado, pero es mi hijo, es mi entraña, es mi sangre, es mi útero… Voy a darlo todo por ese amor. Yo soy madre y haría todo lo que estuviera en mis manos y en las manos de otros” –añade la actriz-.
Pero… ¿Qué puede llevar a estos jóvenes a unirse al ISIS?: “Yo creo que hay varias tipologías –asegura Nora-. Puede ser porque estos jóvenes pertenecen a segundas generaciones que están muy vinculadas con el mundo musulmán, que viven en los extrarradios de las ciudades, pero que tienen una lengua común. Pero luego está el caso de mi personaje, Carlota, cuyo hijo se une al ISIS porque ha vivido momentos muy duros: es un adolescente que acaba de perder a su padre”.
“A Carlota no le importa que su hijo abrace la religión musulmana porque piensa que es preferible a que se hubiera metido en la droga y cosas así. Yo creo que estos jóvenes que se unen al ISIS y similares, piensan realmente que se van como a una ONG, que se van a ayudar a los demás. Porque ellos están rotos por algo y les hacen un lavado de cerebro”.
Nora confiesa que el de Carlota es uno de esos papeles que te cambian la vida: “Todos te dejan huella. Aunque a mí no me cambia el papel, que es donde vuelcas todo, sino el trabajo previo. Como los testimonios que ví, de esas madres que no entendían la decisión de sus hijos. Recuerdo que me iba llorando cada día a la cama. La culpa, el silencio, los sentimientos que se veían en esos testimonios me cambiaron, porque se me metieron muy adentro. Me cambió el conocer muchísimo más allá de los atentados del Bataclan, del 11-M… saber más sobre el terrorismo a todos los niveles”.
La tercera historia es la de una mujer yazidí que intenta escapar junto a su marido y tres hijos durante la invasión del Estado Islámico. Pero son capturados y su marido ejecutado. Y ella es obligada a casarse con un anciano de 70 años que la maltrata de todas las formas imaginables. Y escaparse es complicado porque tiene tres niños pequeños.
Un equipo de mujeres que rodó en localizaciones reales
El filme se ha rodado en el Kurdistán iraquí, escenario de dos de las historias, grabadas en localizaciones reales en Oriente Medio. También cuenta con secuencias grabadas en las localidades de Barcelona, Tarragona y Sant Boi de Llobregat. Anna M. Bofarull confiesa que ha sido el rodaje más complicado de su vida: “Fuímos un equipo mínimo, solo de mujeres, lo que ya era un gran reto. La ventaja es que habíamos creado un gran vínculo con la comunidad Yazidí, que nos acogió y nos facilitó el acceso a esas personas que se convirtieron en actores de la película. Nos sentimos como en casa”.
“Por lo menos hasta que llegó la pandemia –añade-, que lo complicó todo muchísimo. Empezaron a cerrar aeropuertos, fronteras… Nos confinamos dentro de una casa, donde terminamos de rodar, y cuando fuimos al aeropuerto ya estaba cerrado, así que tuvimos que gestionar que nos ayudarán a volver y nos acabó repatriando el ejército”.
“Algunos productores no quisieron participar por miedo”
Preguntamos a Anna si cree que han sido valientes al hacer esta película: “Cuando empezamos a escribir la película era un momento en que el Estado Islámico todavía tenía mucho poder y cometía muchos atentados en Europa, en diferentes países. Y la verdad es que me sorprendió que hubo productores que no se atrevieron a meterse en un tema así por miedo a lo que pudiera pasar”.
“Cuando estuvimos rodando allí –continúa Anna-, el Estado Islámico ya había desaparecido de la región. Aunque siempre piensas que esas personas no desaparecen al perder el poder y que debían estar en algún sitio. Siempre te queda esa duda de dónde están escondidos y qué podrán hacer, pero la comunidad kurda y la yazidí nos dieron todo el apoyo posible. Y cómo íbamos a contar lo que habían pasado estas mujeres, eso nos abrió muchas puertas y nos sentimos protegidas en todo momento”.
El incierto futuro de la comunidad yazidí
Pero… ¿Qué queda actualmente de la comunidad Yazidí, que se ha enfrentado a más de 70 genocidios a lo largo de su historia?, y ¿cómo viven actualmente sus mujeres? “Su realidad es muy dura, porque la mayoría de las zonas que habitaban ahora están bastante abandonadas -asegura Anna-. Cuando los secuestraban a los hombres los mataban y a las mujeres las esclavizaban y las vendían. Las que han podido sobrevivir se han marchado de la región y viven a 200 o 300 kilómetros, en campos de refugiados, porque la mayoría han perdido a sus familias y no tienen una casa a la que volver”.
“Todas las familias tienen muchos desaparecidos, muchos secuestrados y muchos asesinados –concluye la directora- Tienen una herida enorme. Y no dejan de ser una minoría en Oriente medio, que se ha dispersado por otros países, con lo que también se ha roto la relación con sus raíces y sus tradiciones. La supervivencia de los Yazidís pende de un hilo”.
“Siento que la película es dura –afirma la directora-, pero cuenta una realidad mucho más dura todavía. Porque las historias que te cuentan estas mujeres supera mucho lo que vemos en la ficción y lo que podemos contar desde la ficción”.
“Pienso –añade Nora Navas-, que la película debería hacernos reflexionar sobre que estas cosas siguen pasando. Que hay mucha gente, mujeres, niñas… a las que tenemos que dar voz, porque no son tan afortunados como nosotros. Por ejemplo, los refugiados de Ucrania a los que vemos todos los días en las noticias. Por eso está bien que el cine sane y denuncie, que remueva conciencias, y que no nos olvidemos que hay mucha gente que sigue sufriendo en muchos conflictos”.