Subida de precios, desabastecimiento y pérdidas millonarias: la guerra castiga al consumidor y ahoga a las empresas
- La guerra ha agravado la espiral inflacionista en ciernes desde hace ya meses y sustentada por unos precios energéticos récord
- La duración del conflicto y las medidas tomadas por la UE y el Gobierno marcarán la intensidad de sus consecuencias
- Guerra Rusia - Ucrania, sigue la última hora en directo
La guerra en Ucrania ya se nota en nuestros bolsillos. Cuando parecía que la recuperación iba encaminada, con niveles de creación de empleo históricos y la economía española creciendo a buen ritmo, el conflicto bélico promovido por Rusia y la escalada de sanciones internacionales lo ha eclipsado todo, agravando una espiral inflacionista en ciernes desde hace ya meses y sustentada por unos precios energéticos nunca antes vistos. En tan solo un mes, la electricidad, el gas y la gasolina se han disparado, lo que unido a la escasez de productos procedentes de Ucrania y Rusia, claves para el funcionamiento de la industria, han provocado paros de sectores, desabastecimiento y millones de euros en pérdidas.
Y lo peor podría estar por llegar, aseguran los expertos consultados por RTVE.es. Todo dependerá de la duración del conflicto y de las medidas que se pongan en marcha para frenar la situación. De momento, los líderes europeos se reúnen este jueves y viernes en una cumbre determinante no solo para los Veintisiete, sino también para España. El Gobierno fía toda su suerte al paquete de medidas que articule la Unión Europea (UE), pues de ello dependerá el plan de choque que presentará el próximo 29 de marzo para aliviar el descontento de la calle. De momento, y a la espera de las mismas, cuando se cumple un mes del inicio de la invasión rusa a Ucrania, estos han sido sus primeros efectos:
Primera derivada económica de la guerra: el alza de la inflación
“Después de un mes, lo que tenemos principalmente son efectos importantes en los precios, sobre todo en aquellos productos en los que Rusia y Ucrania, especialmente, aportaban al mercado internacional. Al reducirse esa aportación, suben los precios y nosotros, que somos más o menos dependientes de esos productos, pues evidentemente tenemos que asumir esos costes más elevados”, explica a RTVE.es el decano de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Zaragoza, José Mariano Moneva. Se trata de la primera derivada económica de la guerra: el alza de la inflación, que a pesar de que ya venía provocando pérdidas económicas a consumidores y empresas, no ha hecho otra cosa que agravar la situación.
Hace un año, la tasa de variación anual del Índice de Precios al Consumo (IPC) se situó en el 0 % y, ahora, ha cerrado febrero con un repunte del 7,6 %, su nivel más alto en 35 años. En los últimos doce meses, se ha incrementado la luz un 80 %, la gasolina el 52 %, el butano el 30 % y la alimentación, clave en todos los hogares, un 5,6 %. En el último mes, coincidiendo con el estallido de la guerra, el incremento ha sido de un punto y medio, siendo precisamente la electricidad, la gasolina y los alimentos los componentes del índice que mayor peso han tenido en este repunte.
Y es que Rusia es el tercer productor de petróleo, el segundo en gas y, además, se encuentra entre los cinco productores principales de metales como el acero, el níquel o el aluminio, básicos en la mayoría de industrias. El temor a una reducción en el suministro disparó el barril de petróleo Brent -de referencia en Europa- hasta los 140 dólares, alcanzando máximos desde el año 2008, y esto elevó el coste de los combustibles hasta cifras récord: la gasolina 95 se vende en España a una media de 1,844 euros el litro, mientras que el gasóleo lo hace a 1,817 euros, según los últimos datos del Boletín Petrolero de la UE. Así, llenar un depósito medio cuesta ahora en torno a 101,2 y 99,94 euros, respectivamente.
Los contratos de futuros de gas, por su parte, que se negocian en el 'hub' holandés de Róterdam, los denominados Title Transfer Facility (TTF) –de referencia en Europa-, llegaron a dispararse a un máximo intradiario de 221,44 euros por megavatio hora (MWh), una cifra desconocida hasta entonces. Mientras que un mes antes, el precio del gas en el mercado de los Países Bajos se situaba en los 76,5 euros/MWh y, un año atrás, en 17,43 euros/MWh.
“El alza generalizada en los precios de las materias primas y de la energía es un problema que ya venía de tiempo atrás, pero que se ha agravado con la guerra de Ucrania. Sobre todo el gas, por la incertidumbre con el gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania. Había un riesgo en cuanto al suministro de gas de Rusia y, con el conflicto, se ha multiplicado, repercutiendo en los combustibles, pero sobre todo en la electricidad”, señala a RTVE.es el profesor del Máster en Derecho de la Energía y Transición Energética de UNIR, José Manuel Sala.
Con el gas desbocado, el precio de la luz en el mercado mayorista llegó a alcanzar los 545 euros/MWh, situándose la hora más cara por encima de los 700 euros/MWh. Entonces, el precio del pool casi llegó a triplicar los 205,6 euros/MWh del pasado 24 de febrero, cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania, y multiplicó por 11 la cifra alcanzada un año antes (47,50 euros/MWh).
“Es algo que hemos visto en Europa desde la Primera Guerra Mundial: siempre que hay un conflicto de estas características, hay un trastorno absoluto de los precios de las materias primas y de la energía. Por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial el carbón subió de forma absolutamente desorbitada, porque las cuencas carboníferas estaban en mitad del campo de batalla. Entonces aquí está pasando lo mismo y, mientras dure la situación, todo apunta a que seguirá así”, sostiene el profesor.
Segunda derivada: los paros en la industria
Esta escalada indiscriminada de los precios de las materias primas y la energía ha llevado al límite a muchos sectores, cuyas cuentas estaban ya mermadas por el impacto de la pandemia. Siendo muchos de ellos autónomos y pequeñas y medianas empresas -un 97 % del tejido productivo español está formado por pymes-, aseguran a RTVE.es que ir a trabajar en esta situación les cuesta dinero, por lo que han decidido parar de forma indefinida hasta que el Gobierno actúe.
Es el caso del transporte por carretera. Acumulan 11 días de reivindicaciones y cada vez más empresas se unen a su causa. Entre otras cosas, demandan medidas urgentes para abaratar el coste de los carburantes, la prohibición de contratar servicios a pérdida y que se les permita acceder a la jubilación a los 60, por ejercer una actividad de alto riesgo. Para ellos, la bonificaciçon de 500 millones de euros prometida por el Gobierno no es suficiente.
Lo cierto es que las protestas están provocando a su vez cuantiosas pérdidas económicas a lo largo de todo el tejido productivo. Los representantes de Cooperativas Agro-Alimentarias, de la industria -FIAB y Aecoc-, las patronales de distribución -Anged, Asedas y Aces- y Hostelería de España han reconocido que el paro de los transportistas ha provocado problemas de abastecimiento y que una vez se desconvoque aún se tardará días en volver a la normalidad. Y han puesto cifras a ese agujero: 130 millones cada día. Además, unos 100.000 puestos de trabajo corren peligro. "La situación es insostenible" ha lamentado en una rueda de prensa el director general de Aecoc, José María Bonmartí.
Pero la subida de precios no se ciñe al transporte de mercancías por carretera. Parte de la flota pesquera española permanece amarrada en protesta por el alza del gasóleo, mientras que las fábricas siderúrgicas ya han anunciado paros en su actividad y Expedientes de Regulación de Empleo (ERTE) hasta que la situación amaine. Denuncian sentirse “ahogados” por la escalada de las materias primas y la energía, fundamentales para llevar a cabo su actividad.
“Estamos peor que hace un mes y no te digo que hace un año, y con mucha más incertidumbre, que es lo que más preocupa”, sostiene el presidente del Consejo General de Colegios de Economistas de España, Valentín Pich. “Además, las cadenas de valor de los procesos productivos, que provocaron una crisis de suministros a finales de año, no mejoran y esto provoca más presión a la inflación”, añade Pitch a RTVE.es.
Tercera derivada: el desabastecimiento de productos
Las cosas no están mejor en la construcción. Al alto precio de las materias primas, hay que añadir que empiezan a faltar materiales clave como el hormigón, lo que les puede obligar a parar también. Y tampoco se libra el campo: el paro de los transportistas ha provocado que algunos ganaderos hayan tenido que tirar la leche que almacenaban por no poder enviarla a los supermercados y han acelerado la subida de siete céntimos por litro de leche para los granjeros. Esto ha “abocado” a la industria láctea a suspender su actividad hasta que el paro cese.
Por si fuera poco, el sector se enfrenta también a la falta de suministros provocada por la guerra. Rusia es el mayor exportador mundial de trigo, con casi el 20 % del suministro mundial; mientras que Ucrania lidera a nivel mundial la producción de girasol y es el sexto de maíz y el séptimo de trigo. “Tanto Rusia como Ucrania copaban una parte muy importante del mercado de estos productos agrícolas. Ahora hay menos producto disponible y, por lo tanto, su precio también sube”, explica Moneva.
Especialmente sensible al desabastecimiento del maíz ucraniano es la ganadería, que importa de aquel país un tercio del que usa para alimentar a sus animales. Y también el sector de los piensos, que atraviesa una situación complicada de antemano ante la falta de lluvia. Para revertir la situación, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha aprobado flexibilizar de forma temporal las condiciones para la importación de maíz desde Argentina y Brasil y suplir así la paralización de la importación de materias primas destinadas a la alimentación animal desde Ucrania.
No se han tomado, sin embargo, medidas para suplir este déficit en las empresas conserveras, que se abastecen principalmente del aceite de girasol producido en Ucrania para elaborar sus alimentos. Ni tampoco en los supermercados: algunas grandes cadenas han empezado a racionar la venta de productos como el aceite de girasol o la harina, después de que los consumidores hayan hecho acopio de este producto, ante el riesgo de desabastecimiento. Esto se ha traducido a su vez en un aumento de precios.
Cuarta derivada: el comercio internacional
El impacto comercial de la guerra en nuestra economía, por su parte, será “reducido” debido a la débil presencia de los intercambios comerciales entre España con Ucrania y Rusia, según manifestó la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y para la Transformación Digital, Nadia Calviño. El 1,8 % de las importaciones españolas proceden de Rusia y el 0,5 % de Ucrania, según datos de la Cámara de Comercio, mientras que en el caso de las exportaciones corresponden al 0,7 % y 0,2 %, respectivamente.
“Son cantidades relativamente modestas y que pueden compensarse con compras de productos procedentes de otros mercados alternativos”, apunta a RTVE.es el director de Estudios de la Cámara de Comercio de España, Raúl Mínguez, quien sin embargo advierte de que esos países “pueden estar recibiendo peticiones de otras economías que están en una situación similar y puedan incrementar los precios”.
Hasta 15.000 empresas españolas mantienen relaciones comerciales con Ucrania o Rusia, llegando a representar un volumen de facturación que alcanza los 11.300 millones de euros, según los datos del Instituto Español de Comercio (ICEX). Además, hay 30 empresas españolas registradas en la Oficina Económica y Comercial de España en Ucrania y 131 en Rusia. Todas ellas se encuentran en una situación de incertidumbre y de pérdida de confianza que, en términos económicos, recalca el experto, “puede suponer que todo se paralice”.
A su juicio, lo determinante será ver qué ocurre "en segunda ronda”, en el caso de que "exista una desaceleración más intensa en algunos países de la UE", por la mayor proximidad geográfica con las economías rusa y ucraniana. Y es que dos terceras partes de nuestras exportaciones, que suponen el 35 % del PIB español, van destinadas a Europa, lo cual, en caso de que estos países se vean afectados por un menor crecimiento, “podría repercutir a España porque tendríamos menor demanda de esos países, tanto de bienes como exportaciones puras, como también de servicios, es decir, de turismo”.
De hecho, un sector que se verá especialmente afectado será el del turismo. En España llegaron un total de 1,3 millones de turistas rusos en 2019. Es un visitante muy deseado por el sector, sobre todo por el gasto que realizan: alrededor de una media de 172 euros al día por persona en ese año, frente a los 137 euros de media por el viajero internacional.
Quinta derivada: el tipo de cambio euro-dólar
Es preciso tener en cuenta, además, una última derivada, relacionada con los mercados financieros: el tipo de cambio euro-dólar. A raíz de la invasión rusa en Ucrania, el euro ha llegado a caer por debajo de los 1,11 dólares, el nivel más bajo desde hace 20 meses. “La apreciación del dólar respecto al euro determina que aquellas importaciones que realizamos en dólares se encarezcan, principalmente en productos energéticos”, asegura el director de Estudios de la Cámara de Comercio de España. Esto puede desembocar en un mayor déficit energético, pues “consumiendo lo mismo, el precio es mayor”, explica.
Sin embargo, esto también puede beneficiarnos a la inversa, sostiene el experto: “La depreciación del euro permite que nuestros productos en el exterior se abaraten, lo cual para España puede representar una oportunidad para la base exportadora española formada por 59.000 empresas regulares”, sentencia.