Lo que Ucrania nos enseñó sobre desinformación
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Triunfa el vídeo en algunas redes (TikTok, Telegram) y se consolidan los mensajes conspirativos como arma de confusión, pero según lo observado por VerificaRTVE en esencia la desinformación sobre Ucrania repite el libro de estilo de conflictos militares anteriores. Aunque haya imágenes por satélite, la idea de que estamos viendo un plano total de la guerra es solo una ilusión. Mientras desmentimos bulos digitales puntuales, el mayor combate se libra en realidad en el plano de la propaganda, que manejan las fuentes oficiales. La victoria será imponer el relato propio sobre la guerra en los libros que vendrán.
Más difícil retener la información
No es la primera vez que las redes sociales descubren operaciones militares. Hace diez años, un usuario tuiteó sin saberlo la llegada de helicópteros estadounidenses para detener al terrorista Bin Laden en Abbottabad, Pakistán. El analista de inteligencia finlandés Veli-Pekka Kivimäki llevaba desde 2015 analizando el movimiento de vehículos militares en la disputada zona este de Ucrania (Donbás) y, a mediados de febrero de 2022, empezó a registrar el número de avistamientos ciudadanos de transportes rusos. La curva ascendente fue un indicativo de lo que se avecinaba, hasta el 24 de febrero. Ese día el experto en Relaciones Internacionales Jeffrey Lewis comentó el atasco de tráfico en una carretera desde Belgorod (Rusia) a la frontera de Ucrania, observado a través de Google Maps. Empezaba la guerra.
Imágenes fuera de contexto
Es el bulo más fácil y el que sigue repitiéndose crisis tras crisis porque funciona muy bien. Se toma una fotografía o vídeo antiguo y se hace pasar por actual. Cuanto más cruento (con víctimas, con sangre, con violencia) mejor. Hemos visto expandirse varias falsedades con esa técnica (como este supuesto lanzamiento de cócteles molotov). En un país que convive con un conflicto militar agudo desde 2014, esta mentira ha sido un riesgo constante. Reconoces los edificios y el entorno y piensas que es de ahora. En la actual invasión, han recurrido a ello hasta fuentes oficiales: las Fuerzas Armadas de Ucrania tuitearon una supuesta imagen del derribo de un avión ruso, pero procedía de un ataque de 2015. La ayuda de la productora de RTVE Ainhoa Ramos ha sido fundamental para contactar con ciudadanos dentro de la propia Ucrania que nos ofrecieran testimonios para validar el contenido.
TikTok, red adulta
Las primaveras árabes y la guerra de Siria fueron el momento en que la verificación digital se empezó a aplicar de manera consciente y profesional, debido a la gran cantidad de contenidos ciudadanos relacionados. Pero nada antes de Ucrania mostraba tan claro el choque entre un conflicto que en lo militar es muy siglo XX, con sus tanques y su armamento pesado, y “en lo mediático es del todo del siglo XXI", como explicaba la responsable de Redes Sociales de Informativos de RTVE, Susana Rodríguez, en un debate en Twitter. Es porque es la primera guerra europea que cuentan tan activamente los nativos digitales, factor que unido a otros ha provocado una superabundancia de información.
Se ha “socializado la transmisión del desastre” en nuestro entorno, como describe desde la redacción de VerificaRTVE Xavier Obach. El mejor ejemplo de ello es TikTok. Hasta ahora considerada una plataforma superficial y para jóvenes, ha proporcionado vídeos de mucho valor sobre la vida diaria en Ucrania, sobre la "guerra de las cosas pequeñas", e incluso ha servido para identificar movimientos militares. Eso tiene “sus pros y sus contras y cada afectado es un emisor y puede contar su verdad, pero también multiplicar la difusión de bulos”, nos recuerda Rodríguez. No todos los vídeos publicados en esta plataforma correspondían a este conflicto, y hasta hemos encontrado timos aprovechando la sensibilización general, como estas estafas de caridad detectadas por Lara Huwyler. El problema añadido con TikTok es que para esta plataforma relativamente nueva hay todavía menos herramientas de verificación que para otras ya consolidadas. Por ejemplo, es más difícil identificar el momento en que se ha publicado un contenido, algo esencial en comprobaciones como esta de Beatríz Martínez sobre el bombardeo en Boryspil.
Telegram se populariza
Está siendo la guerra de Telegram, sistema de mensajería menos frecuentado hasta ahora por los europeos. Es una red más escurridiza en términos de censura y antes de la guerra algún país europeo se planteó incluso la posibilidad de prohibirla, pero muchas autoridades ucranianas han abierto canal en ella para difundir sus mensajes, convirtiéndola en referencia. Además tiene una particularidad que ha permitido desmentidos decisivos.
A diferencia de Twitter o Facebook mantiene los metadatos de los archivos, es decir, puede llegar a revelar cuándo se ha grabado un vídeo o si se ha retocado. El 18 de febrero los líderes prorrusos de Donetsk y Lugansk lanzaron discursos de evacuación debidos en principio al empeoramiento de la situación en sus zonas de control: los metadatos mostraron que eran grabaciones del día 16, revelando una planificación conjunta y no confesada. El servicio Metadata2go y otras herramientas similares han sido parada obligada para los verificadores, pero que sepa el lector que los metadatos también se pueden manipular, así que su análisis debe completarse con otros.
La fortaleza de la comunidad OSINT (y su debilidad)
Hemos detectado una proliferación de aficionados a la inteligencia con fuentes abiertas (Open Source Intelligence u OSINT, en sus siglas en inglés). En el primer mes de la guerra, se han creado más de 120 cuentas que introducen ese acrónimo para describirse en su perfil de Twitter, según Tweeple. Un estudio más profundo revela que algunas en realidad están utilizando estas técnicas de verificación avanzada de manera sesgada, para difundir contenidos favorables a un bando concreto o con el ánimo de sembrar dudas sobre aspectos como la autoría de bombardeos.
La comunidad OSINT se ha reforzado en esta crisis, como muestran las notables aportaciones que gracias a ella está realizando el colectivo tras Bellingcat. Pero a veces las investigaciones o los mapas se concentran en una de las partes en conflicto, hay mucha menos información OSINT cuando el ataque se atribuye a Ucrania o vemos que el análisis de algún tuitero influyente se produce tras la pista que le ofrece una cuenta con pseudónimo. Esta cuenta tiene un conocimiento tan rápido o específico de lo sucedido que parece proceder del ámbito militar o de la inteligencia pero no se identifica.
Los satélites
Las imágenes por satélite se han convertido también en enseñas de esta guerra. Ofrecen la ilusión de panoptikon, de estar observándolo todo. Los usuarios han podido seguir por ejemplo el avance de una columna de tanques rusos hacia Kiev o el merodeo de buques rusos cerca de Odesa, artículo realizado junto a Borja Díaz-Merry. En realidad la observación no es total. Los verificadores accedemos a herramientas gratuitas como Google Earth Pro y Sentinel EO Browser que nos permiten ver más, pero tienen pixelados algunos territorios o no ofrecen imágenes recientes.
Las entidades que difunden las imágenes satelitales más llamativas sobre la guerra son Maxar y Planet, compañías privadas que las ofrecen previo pago y que enfocan hacia movimientos de los rusos. Pese a los llamamientos de la comunidad OSINT y de la firma satelital ucraniana EOS, que ha pedido a las agencias espaciales que liberen en tiempo real imágenes de satélites ópticos (como las anteriores) o de radar (Capella, Airbus, etc.), en realidad a los periodistas las capturas relevantes nos llegan con cuentagotas.
Geolocalización y verificación
A partir de esas imágenes por satélite, muchos ciudadanos se han aficionado a la “geolocalización”, concepto esencial en verificación que significa comprobar que la escena que muestra una imagen o vídeo sucede efectivamente en el lugar que se nos dice. Para comprobarlo es necesaria la búsqueda avanzada en mapas, generalmente incluyendo un análisis de su capa satelital. Pero geolocalizar es solo una parte de la verificación. De nuevo, el aviso de ocupación rusa de un edificio oficial en Mariúpol puede haber sucedido en ese sitio, pero en 2015. Por eso esa comprobación se completa con otros aspectos como la cronolocalización (¿cuándo sucedió el episodio?), la búsqueda de testimonios coincidentes o el hallazgo de imágenes complementarias procedentes de otras fuentes que corroboren que eso acaba de suceder, lo que llamamos el “vídeo desde otra ventana”.
Es así como funciona la investigación visual forense que están practicando medios desde The New York Times hasta France24, y que practicamos cada día en VerificaRTVE. En esta pieza, para comprobar que efectivamente se había dado una manifestación con disparos en Jersón, comparamos con ayuda de Paula Peña la onda de audio de dos vídeos ciudadanos en los que esos disparos se oían desde distintos sitios de la plaza.
Siembra duda que algo queda
Rusia lleva años manejando mensajes conspirativos sistemáticamente. Entre otros momentos icónicos de la historia de la desinformación, acusó falsamente a Ucrania del derribo en 2014 de un MH-17 en su territorio, cuando el disparo procedía de filas prorrusas. En la guerra de Siria, atribuyó a los rebeldes ataques con armas químicas que apuntan en su dirección. Ahora, además de mentir sobre sus intenciones e invadir tras decir que no lo haría, Moscú ha intensificado la difusión de pensamientos conspirativos sobre todo en tres flancos. Hace dudar sobre la autoría de los ataques que matan a civiles, difunde la idea de todo puede ser una “operación de falsa bandera” (bombas ucranianas atribuídas a los rusos), y siembra desconfianza sobre las víctimas y sus testimonios.
Se hicieron virales las acusaciones lanzadas sobre la presunta “teatralización” de un bombardeo en un hospital de Mariúpol. Este ataque impactó por las imágenes de embarazadas heridas y sangrando, pero Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, llegó a negar que hubiera pacientes en el edificio. El bombardeo sobre el hospital maternoinfantil de Mariúpol existió y las víctimas eran reales. En VerificaRTVE hemos mantenido dos hilos durante el conflicto, uno de contenidos ciertos y otro de contenidos falsos. Pero muchos mensajes analizados se quedan en la zona gris de los inventos, de las elucubraciones malintencionadas, de las invenciones sin pruebas.
Pocos deepfakes, mucho troleo
Solo se ha destapado un deepfake relevante hasta el momento, y no engañó durante mucho tiempo. Era uno en el que Zelenski llamaba a la rendición. Sí se ha detectado actividad de trols y cuentas falsas. En las elecciones de 2016 en EE.UU. los periodistas descubrieron la Internet Research Agency (IRA) como centro ruso de emisión de desinformación digital. Sin llegar a ser las más influyentes, ahora son cuentas oficiales rusas las que llaman la atención por su troleo abierto.
Twitter borró un tuit de la Embajada de Rusia en España sobre la presunta teatralización del ataque a la maternidad de Mariúpol. Otras legaciones como la situada en Francia también han desorientado sobre asuntos presentes y pasados. Timothy Graham, profesor de la Universidad Tecnológica de Queensland, ha analizado 75 de esos perfiles en Twitter y ha encontrado que se han coordinado para difundir desinformación sobre Ucrania, publicando a la vez contenidos similares para convertirlos en tendencia (una práctica que se conoce como astroturfing).
El bloqueo a medios como arma
Con Ucrania ha escalado la guerra de los medios que ya empezaron grandes potencias y plataformas digitales hace años. La UE y EE.UU. habían ido poniendo difícil la actividad a medios rusos que desinforman, como RT y Sputnik, y Rusia contestaba con alguna medida de vuelta, como considerar agente extranjero a medios extranjeros, lo que pone numerosas trabas a su tarea. Durante la guerra, Rusia ha aprobado una enmienda a su normativa de medios que lleva a la categoría de crimen lo que las autoridades consideren contenido falso sobre la guerra. Eso desencadenó la salida de reporteros internacionales del país. Entre ellos, RTVE y EFE dejaron temporalmente de emitir en Moscú.
El enfrentamiento con las plataformas digitales también es total. Twitter y Facebook han dado pasos más contundentes que en los años anteriores para evitar la desinformación de medios rusos y estatales tras la invasión ordenada por Vladimir Putin (aquí un listado de todas las medidas de moderación de contenidos tomadas por las plataformas). El Kremlin ha prohibido Twitter, Facebook e Instagram en territorio ruso.
Lo que importa es el relato
En VerificaRTVE no consideramos que algo está confirmado porque lo haya dicho una fuente oficial, ya sea ucraniana o rusa. Buscamos contenidos que lo corroboren. Todos los emisores de información están bajo sospecha porque en términos de desinformación cada bulo es una batalla pero la guerra se gana con el relato para los libros de Historia, y ahí la pauta la marcan en muchas ocasiones los portavoces de partidos e instituciones públicas. En términos de comunicación política Kiev va por delante. Zelenski ha sido objeto de numerosos bulos, como este acusándole de grabar vídeos desde fuera de la capital que desmintió Blanca Bayo, pero le ha dado a la comunicación de guerra un toque propio y digital. Además Ucrania es el país agredido y ha sufrido cientos de víctimas civiles. Es imposible no empatizar con los refugiados que están llegando a la UE después de padecer ataques como el de Irpin, donde las bombas acabaron con la vida de una madre y sus hijos que viajaban juntos.
Esta es la impresión que tenemos desde Europa, aunque puede ser porque Rusia está concentrando los esfuerzos para imponer su desinformación dentro de sus propias fronteras y en otras partes del mundo, como puedes ver en el tuit inferior. Utiliza sobre todo la táctica de la gota de veneno para atribuir falsamente a toda Ucrania estereotipos como sus rasgos nazis, pese a que el número de ucranianos que combatieron con los nazis en la Segunda Guerra Mundial es cercano al 5%, y la población se enfrentó mayoritariamente al régimen de Adolf Hitler, como ha explicado en un hilo viral la investigadora Anna Colin Lebedev. Pero en la verificación hay que atender a las mentiras de los dos bandos, incluso si uno ha estado dando más muestras que otro sobre su manipulación. Se miente para minar la moral del otro, se cosifica al enemigo, se exagera la heroicidad propia -como en los memes de agricultores ucranianos que interceptan tanques (1 y 2 )-. La propaganda de atrocidades sobre el carácter asesino del contrario es constante, aunque muchos jóvenes soldados detenidos aparezcan desorientados y desorientados. Es el libro de estilo de toda guerra.