Armamento químico y biológico en Ucrania: acusaciones sin pruebas y mucha desinformación
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Uno de los grandes argumentos de esta guerra ha sido la amenaza sobre el recurso a armas químicas y biológicas. Tanto Rusia como Ucrania se acusan mutuamente de planear su uso. Cuando se emplean, suponen una grave escalada en el conflicto y pueden conllevar la entrada en acción de organismos o potencias extranjeras, pues están prohibidas por tratados internacionales. Por eso se agita el fantasma de su presencia junto al de un posible "ataque de falsa bandera”. Es una operación con estas armas ejecutada por A para que se atribuya su responsabilidad al bando B.
Las armas químicas y biológicas son, desde que se inventaron, una de las grandes pesadillas de la humanidad pues, por su dispersión, afectan gravemente a la población civil y, cuando se usan, su capacidad de matar es mucho mayor que el armamento convencional. El Comité Internacional de la Cruz Roja las considera “particularmente abominables” y están prohibidas por las convenciones internacionales. Hasta ahora, las acusaciones que anticipan el uso futuro de este tipo de armas en Ucrania no se han basado en pruebas, pero sí han conseguido generar una gran inquietud.
Un arma química es aquella que usa un agente químico (por ejemplo un gas asfixiante) para causar de manera intencionada la muerte o el daño mediante sus propiedades tóxicas. Un arma biológica disemina el agente causante de enfermedades o toxinas (por ejemplo el antrax) para dañar o matar a personas, animales o plantas. Ambos tipos de armamento se regularon en un primer tratado en 1928. Bajo el paraguas de Naciones Unidas se alcanzó un acuerdo para prohíbir las armas biológicas ratificado en 1975. El que veta el uso de armas químicas es de 1997 y lo supervisa la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) compuesta por los estados signatarios.
Rusia acusa a Ucrania de preparar armamento biológico contra etnias específicas
La primera acusación lanzada desde el inicio de la guerra partió de Rusia. El 6 de marzo, el portavoz del Ministerio de Defensa, el general Igor Konashenkov, afirmó que el Gobierno ruso había obtenido documentos que probaban la implicación de EE.UU. en la preparación de armamento biológico en suelo ucraniano. Estos documentos se difundieron al mismo tiempo a través del canal de Telegram de la agencia oficial rusa Ria Novosti y, según Rusia, hacían referencia a la destrucción de agentes tóxicos por parte de Ucrania ante la inminente llegada del ejército invasor. Moscú sostiene que relatan la destrucción de pruebas para ocultar el desarrollo de un programa de armamento biológico conjunto entre los EE.UU. y Ucrania, algo prohibido por las convenciones internacionales.
El 10 de marzo, el jefe de las Tropas de Protección Biológica, Química y Radiológica de las Fuerzas Armadas rusas, Igor Kirillov, sostuvo que el objetivo de estos laboratorios era el desarrollo de “bio-agentes capaces de atacar de manera selectiva a varios grupos étnicos de la población”. Rusia, que siempre utiliza el argumento de querer proteger a la población rusoparlante del Donbás, no ha facilitado ninguna prueba de la veracidad de estos documentos.
EE.UU. responde que investiga en Ucrania con fines pacíficos
El Ministerio de Defensa de los EE.UU. respondió el 11 de marzo con un comunicado en el que niega cualquier desarrollo de armas biológicas en Ucrania. En él se decía que este departamento mantiene un Programa de Reducción de la Amenaza Biológica (BTRP, por sus siglas en inglés) cuyo objetivo es la respuesta rápida ante las enfermedades infecciosas y en el que colabora con 46 laboratorios de Ucrania. Según EE.UU, este programa empezó a desarrollarse para tratar de manera segura el arsenal de armas biológicas que la antigua URSS dejó abandonadas en Ucrania cuando se desmembró (pág. 1).
El mismo día, la OMS hizo público en declaraciones a la agencia Reuters que había aconsejado a Ucrania que destruyera los “patógenos de alto riesgo” almacenados en sus laboratorios de investigación tras la invasión de Rusia. La agencia de la ONU afirmó que la función de estos agentes tóxicos es la experimentación para la reducción de los riesgos derivados de las enfermedades peligrosas.
Ucrania y la OTAN apuntan a Rusia
Desde Ucrania y los países que le apoyan se ha denunciado la posibilidad de que Rusia ataque con armas químicas o biológicas. El 23 de marzo, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, avanzó que los países de la Alianza proveerán a Ucrania con equipos para defenderse de ataques químicos, biológicos o nucleares. El 24, el presidente estadounidense, Joe Biden, avisó de que EE.UU. responderá si Rusia usa armas químicas en Ucrania.
El presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, ha abogado por una intervención preventiva de Occidente para impedir que Rusia ataque con esos recursos: “Hemos oído que esta decisión depende de cuándo Rusia lance su ataque químico sobre nosotros. Este no es el enfoque correcto. No somos cobayas”, ha declarado. Los aliados de Ucrania no han presentado ninguna evidencia de que Rusia esté preparando ataques con armas químicas o biológicas.
“Falsas banderas” como justificación de una amenaza
Si se usan armas químicas o biológicas habría un gran salto en el desarrollo de la guerra. Ambos contendientes quieren subrayar que, si estos recursos se utilizan, ellos no atacarán primero. La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, alertó ante la posibilidad de que Rusia las usara en respuesta a un ataque de “falsa bandera” (un auto ataque falsamente atribuido al enemigo para justificar una respuesta). Según ella, las acusaciones rusas eran una “estratagema obvia” para dar pie a un ataque posterior sin que hubiera una provocación previa. El asesor de Seguridad Nacional de EE.UU, Jake Sullivan, mantiene la misma opinión: “Es un cuento que ellos mismos pueden estar preparándose para luego hacerlo y tratar de culpar al otro".
Por su parte, Rusia sostiene el mismo argumento. El portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, dijo el 9 de marzo que Ucrania había desplazado a la localidad de Zolochiv, cercana a Járkov, 80 toneladas de amoníaco. Konashenkov afirmó que el objetivo de esta operación era “organizar una provocación con sustancias tóxicas para luego acusar a Rusia de haber usado armas químicas”. El portavoz militar ruso no ha aportado pruebas de esta hipótesis.
El amoníaco es asimismo la amenaza que se esgrime en un video del Batallón Azov (Unidad extremista de la Guardia Nacional de Ucrania). La grabación muestra tres grandes depósitos, que, según el mensaje que acompaña al vídeo, contienen amoníaco y que han sido objetivo de un ataque de los rusos para generar una enorme nube tóxica que daría lugar a una escalada posterior. De nuevo, no hemos hallado ninguna prueba de que estos depósitos tengan amoníaco o hayan sido efectivamente atacados por el ejército ruso.
Antecedentes de Rusia en uso de sustancias químicas y tóxicas
No es la primera vez que los debates sobre este armamento se agitan en conflicto. El presidente ruso, Vladimir Putin, dijo en 2017 que su país había terminado con todo el arsenal químico, pero varios incidentes comprobados ponen en duda esta afirmación. En 2018 se envenenó al antiguo doble agente ruso Sergei Skripal y a su hija en Salisbury con un agente químico ruso, el Novichok. Es el mismo tóxico que se utilizó para intentar asesinar al opositor Alexei Navalni, ahora encarcelado en Rusia.
Mucho más grave fue el uso en distintos episodios de gases tóxicos contra la población de varias ciudades sirias en las que murieron centenares de civiles. A pesar de que el presidente Bashar el Assad, apoyado por Rusia en este conflicto, lo niega, los investigadores internacionales de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) y de la ONU consideran probado que el ejército sirio fue responsable de cuatro ataques con armas químicas contra civiles entre 2014 y 2017. La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas señaló además en 2017 que, tras los ataques con químicos, siguieron bombardeos aéreos destinados a impedir el socorro a las víctimas. También Human Rights Watch atestiguó el uso de gas nervioso contra la población de Jan Shijún en 2017, atribuyéndoselo a Damasco.
Los investigadores independientes se encuentran con grandes dificultades cuando intentan recoger pruebas fehacientes de lo sucedido en casos de ataque con armas químicas. A modo de ejemplo, en un Informe de la OPAQ de 2013 se consigue demostrar el uso de gas sarín contra civiles en un ataque de agosto de ese año (pág. 22) pero otros 6 incidentes similares de 2013 se quedan sin dictamen concluyente porque no hay pruebas del “vector” del ataque (bomba u otro mecanismo que explique la dispersión del gas), porque la cadena de custodia de las pruebas no se respetó o porque no se tomaron muestras de sangre a las víctimas.
La mentira perfecta
Rusia ha seguido negando su uso de armas químicas y ha generado dudas sobre la autoría de los ataques realizados y también de los informes oficiales, en una estrategia de desinformación que es bien conocida: hacer dudar sobre todo y sobre todos. Estas dudas se han asentado en las redes sociales a través de mensajes conspirativos que no aportan pruebas de sus afirmaciones. El informe “El mundo entero está trucado” (All the World is staged) te cuenta cómo se han utilizado trolls y bots para diseminar falsedades sobre este asunto.
Varias investigaciones pormenorizadas de medios de comunicación expertos en verificación digital e inteligencia de fuentes abiertas (OSINT) han mostrado cómo el régimen de Assad sí fue responsable del empleo de estas sustancias en el caso de Jan Shijún y cómo trató de ocultarlo junto a Rusia. Lo ha analizado The New York Times (aquí tienes su investigación visual y el “cómo se hizo”) y sobre todo Bellingcat. Este equipo le ha dedicado a esta cuestión muchos esfuerzos, concluyendo que el Gobierno de Siria sí estaba involucrado en la fabricación del gas sarín con el que se atacó.
En la guerra de Ucrania no hay de momento pruebas del uso de químicos y tóxicos ni por una parte ni por la otra. Es la mentira perfecta, porque se dice que ocurrirá, que este ataque se dará, y los verificadores no podemos comprobar cosas a futuro.
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