Macron contra los extremos: claves de las elecciones presidenciales en Francia
- Macron parte como favorito para la reelección, pero la abstención y el ascenso de la ultraderecha alimentan las dudas
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Francia celebra este próximo domingo la primera vuelta de unas elecciones presidenciales fundamentales no solo para el futuro del país, sino para toda la Unión Europea. La batalla entre nacionalismo populista y europeísmo liberal se libra en uno de los principales socios y, por primera vez, la extrema derecha parece tener posibilidades, aunque sean remotas, de alcanzar el palacio del Elíseo.
En esta primera ronda concurren 12 candidatos, aunque los grandes favoritos para acceder a la segunda vuelta, que tendrá lugar el 24 de abril, son los mismos que se enfrentaron hace cinco años: el actual presidente, Emmanuel Macron. Todo ello en un contexto de incertidumbre económica, todavía marcado por la pandemia y alterado por la invasión de Rusia en Ucrania. Estas son las claves de las elecciones presidenciales en Francia.
La doble vuelta: un sistema que favorece mayorías y aleja a la ultraderecha
El Presidente de la República francesa es elegido por mayoría absoluta mediante sufragio universal a través de un sistema de votación a dos vueltas. Si uno de los candidatos consigue más de la mitad de los votos en la primera, se proclama vencedor sin necesidad de celebrar la segunda ronda. Si no es así -y nunca ha ocurrido en toda la Quinta República-, los dos candidatos más votados se disputan la presidencia en una segunda votación, por un periodo de cinco años y solo renovable una vez.
Mientras que en la primera ronda compiten varios candidatos que representan un amplio espectro ideológico, la segunda deja fuera de combate a la mayoría y obliga a buena parte del electorado a elegir una segunda opción, lo que hace muy relevante las transferencias de voto entre candidatos.
Ese funcionamiento, hasta ahora, ha bloqueado el acceso de la ultraderecha a las presidencia. "Se suele decir que en primera vuelta se vota a quien quieres y en la segunda se vota contra quien no quieres", expone a RTVE.es Ángel Sánchez Navarro, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid. A diferencia del español, el sistema francés no pretende ser proporcional: "El sistema busca que el que tenga más votos gane", explica.
Los sondeos vaticinan una baja participación
El interés de los franceses por las elecciones presidenciales siempre ha sido más alto que en las europeas o las regionales. La elección del jefe de Estado es la cita con las urnas por excelencia en Francia, sin embargo, estas presidenciales podrían estar marcadas por una muy baja participación. Algunos miembros del bando de Macron temen que la abstención pueda perjudicar en las urnas al actual presidente, preocupados de que no esté logrando atraer a unos votantes faltos de entusiasmo.
"No hay magia en esta campaña. Nadie está emocionado, ni los franceses, ni los periodistas políticos, ni siquiera nosotros en la campaña", dijo una fuente cercana a Macron citada por Reuters. Una muestra del desencanto es el cambio en la programación de la jornada electoral de la cadena francesa con más audiencia, TF1, que ha sustituido el habitual debate electoral de la noche del domingo por la película Los visitantes. Un cambio que atiende, según el jefe de informativos del grupo, Thierry Thuillier, a una evolución en los "usos, gustos y expectativas de los espectadores".
La abstención en estos comicios podría superar el récord de las elecciones de 2002, año en el que se elevó al 27,7%. El último sondeo publicado por Ipsos establece que solo el 67% de los franceses está seguro de ir a votar este domingo y un 11% está "casi seguro". A esto habría que sumarle el papel que puedan jugar los indecisos. Según la consulta de Ifop, el 23,1% de los franceses que han manifestado su intención de voto en la primera ronda declara que aún puede cambiar de opinión.
Macron aspira a la primera reelección de un presidente en dos décadas
Hace cinco años, Emmanuel Macron se convirtió en el presidente más joven en la historia de Francia desde Napoleón. Ministro con un presidente socialista, pero de inclinaciones liberales, encarnaba la gran promesa de regeneración del país. Pero su presidencia ha estado preñada de dificultades, desde las protestas por su intento de reformar las pensiones hasta la guerra en Ucrania, pasando por la revuelta de los chalecos amarillos y la pandemia de COVID-19. Pese a todo, las encuestas lo sitúan como claro favorito para revalidar la presidencia, una reelección que nadie ha logrado desde Jacques Chirac en 2002.
El suyo es un proyecto político personal, como se advierte al ver que el partido que creó para apuntalar su presidencia, La República en Marcha, no gobierna en ninguna de las regiones de Francia, a excepción de la isla de Guadalupe. Todo gira en torno al propio Macron y esa tendencia a acaparar el foco se ha acentuado en los últimos meses, al asumir Francia la presidencia rotatoria de la Unión Europea y desencadenarse la invasión rusa contra Ucrania, lo que ha reforzado su papel internacional. El promedio de sondeos elaborado por DatosRTVE le concede un 26,6% de intención de voto en la primera vuelta, muy por encima de sus rivales, y coinciden en que ganaría a cualquier otro candidato en la segunda vuelta.
Sin embargo, en las últimas semanas su margen frente a la que se perfila como adversaria en esa votación, Marine le Pen, se ha estrechado hasta rondar entre ocho y seis puntos. Ese escenario plantea un duelo mucho más reñido que hace un lustro, cuando venció por más de 30 puntos y casi duplicó los votos de Le Pen, e introduce una brecha, una duda. Porque en un contexto de crisis, la enésima en una década, Macron puede sufrir la desafección de muchos franceses descontentos y hastiados, tanto que podrían no movilizarse como en 2002 y 2017 para evitar que un candidato de extrema derecha presida la República.
La extrema derecha apunta a su mejor resultado histórico
El descontento lo está capitalizando, sobre todo, la derecha radical, que puede alcanzar sus mejores resultados en la primera vuelta de unas elecciones presidenciales, aunque sumando los votos de los dos candidatos de ese espacio político: los sondeos indican que entre Marine le Pen, líder de Agrupación Nacional, y Éric Zemmour, la gran aparición de los comicios, pueden superar el 30% de los votos en la primera vuelta. Ambos postulan un nacionalismo identitario que defiende recuperar la esencia tradicional francesa, muy similar aunque con matices.
Le Pen, que ya disputó la presidencia a Macron en la segunda vuelta de 2017, es la heredera y reimpulsora del antiguo Frente Nacional, a través de un proceso que se ha llamado de 'desdemonización'. El objetivo era limar las aristas más controvertidas del partido para ampliar su base electoral y esquivar el rechazo que hasta ahora suscitaba en una gran mayoría de los franceses. A la luz de los resultados -Agrupación Nacional fue la fuerza más votada en las europeas de 2019 y en la primera vuelta de las regionales de 2021- y de las encuestas, lo está logrando: su partido está consolidado y, para muchos franceses, es una opción política homologable a cualquier otra. En una palabra, presidenciable.
Zemmour, periodista y personalidad televisiva, ha optado por el camino contrario y se sitúa aún más a la derecha que Le Pen: es crítico con el feminismo, rechaza el matrimonio entre personas del mismo sexo y defiende el soberanismo económico, aún dentro de la Unión Europea. Su perfil más reaccionario, sin embargo, se encuentra en sus posturas sobre el control de la inmigración: esgrime la teoría del 'gran reemplazo', según la cual se está incentivando la sustitución de los franceses autóctonos por inmigrantes y musulmanes. Un argumentario que ha convencido a una buena parte de los votantes, aunque en las últimas semanas parece haber perdido fuelle en favor de Le Pen, que estaría acaparando el 'voto útil' de la ultraderecha.
La economía preocupa más que la inmigración y la guerra de Ucrania
Ningún asunto preocupa más a los franceses de cara a estas elecciones presidenciales que la economía y, en concreto, el poder adquisitivo de los ciudadanos. Es el asunto más importante para los votantes de los tres candidatos que más intención de voto recaban en los sondeos, Macron, Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, y el segundo para los de Éric Zemmour y el ecologista Yannick Jadot.
Tanto Mélenchon como Le Pen han colocado la subida de precios en el centro de su discurso. Le Pen propone bajar el IVA de la gasolina y otros productos; Mélenchon opta por poner un tope al precio de los carburantes. Macron, por su parte, mencionó el sábado en París, en su principal mitin de campaña, su intención de ofrecer “apoyo” para mejorar el poder adquisitivo de los franceses y recordó que su gobierno ya había invertido “unos 20.000 millones de euros” para mitigar la subida de precios de la electricidad y el gas.
Entre las aspiraciones del actual presidente se encuentra sacar a Francia de la dependencia de energías fósiles y reforzar su independencia energética industrial. Una cuestión que la guerra en Ucrania ha colocado en primera línea, pero que ya estaba en su programa, en el que apostaba relanzar el potencial nuclear de Francia, un país que cuenta con 56 reactores nucleares repartidos en 18 centrales eléctricas. La derecha también respalda mantener la generación nuclear, mientras la izquierda aboga por una transición hacia las renovables.
La inmigración, un asunto siempre latente
Las cuestiones relativas a la gestión de la inmigración y la seguridad han sido siempre temas candentes en Francia. No ha sido una excepción este año, sobre todo porque la ultraderecha ha marcado en buena medida la agenda y Éric Zemmour ha hecho del control migratorio su principal promesa electoral.
Sin embargo, no es el asunto fundamental para la mayoría del electorado: el 58% de los franceses considera la capacidad adquisitiva como el factor más importante a la hora de orientar su voto, seguido del sistema de salud (27%), el medio ambiente (25%) y la inmigración (24%), que pasa a un cuarto lugar tras haber ocupado el segundo puesto en el contexto de las pasadas elecciones presidenciales en 2017. Solo es el asunto esencial para los ciudadanos que dicen que votarán por Zemmour.
Tal como explica Jaime Coulbois, politólogo e investigador en la Universidad Autónoma de Madrid, la cuestión de la inmigración no está siendo tan relevante en estas elecciones. "Paradójicamente, ha podido afectar a Zemmour, pero de una nueva forma en relación a la guerra en Ucrania", explica a RTVE.es. Mientras que su principal competidora, Marine Le Pen, se posicionó rápidamente en favor de la recepción de refugiados ucranianos, el líder de Reconquista "no ha sido tan rápido ni tan claro al decirlo", y esto ha podido pasarle factura, ya que que la mayoría de la opinión pública francesa está a favor de la acogida.
La guerra de Ucrania marca la campaña
"La guerra está marcando la carrera presidencial francesa", asegura Adela Alija, directora del departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Nebrija. Si bien en los últimos sondeos ha perdido cierta relevancia, la guerra en Ucrania llegó a situarse como la segunda preocupación del electorado francés. La ofensiva rusa supuso un giro en la campaña electoral que retrasó la entrada en campaña del presidente y obligó a los distintos candidatos a posicionarse al respecto.
Los analistas coinciden en que Macron es el candidato que saldrá más beneficiado. Por un lado, señala Jaime Coulbois, porque se produce el denominado 'efecto bandera'. "En momentos de crisis en ocasiones se busca la estabilidad que no se tiene en torno a una figura que se considera fuerte y capaz de gestionar la situación", argumenta. Por otro lado, porque sus principales opositores han salido peor parados: "Sueño con un Putin francés", confesó en 2018 una Marine Le Pen que ahora condena el ataque a Ucrania y trata de restar importancia a sus lazos con el presidente ruso.
"Macron ha sido el líder europeo con mayor visibilidad en el intento de mediación y diálogo", señala Andrés Santana Leitner, profesor y coordinador del departamento de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid. "Ese efecto bandera ha perjudicado más a los que tienen una posición similar, sobre todo a Valérie Pecrésse, que con la misma aproximación no puede competir contra él", añade Santana.
La izquierda, debilitada y con la única esperanza de Mélenchon
En el otro lado del espectro político, la izquierda aparece dividida y sin apenas esperanzas de lograr un buen resultado. Pese a los intentos por forjar una candidatura unitaria, hasta cinco aspirantes compiten por el espacio izquierdista, seis si se incluye al ecologista Yannick Jadot. Demasiados para un electorado mucho menos movilizado este año que la derecha y del que Macron ha acaparado buena parte, al atraer a numerosos cargos y votantes del Partido Socialista.
Sin embargo, tal como apunta Santana, lo relevante no es tanto la división del bloque, sino el bajo apoyo a la izquierda en conjunto y la debacle del Partido Socialista, que no ha logrado levantar el vuelo en unas presidenciales desde el mandato de François Hollande. "Hay demasiado énfasis en la división del voto de la izquierda cuando la derecha también está dividida. La diferencia es que tiene a tres candidatos con posibilidades de superar el 10% según los sondeos", recuerda el experto.
Así, solo Jean-Luc Mélenchon tiene alguna posibilidad de colarse en la segunda vuelta: los sondeos le colocan en tercer lugar en la primera, con un 15% de promedio, aupado por su mensaje anticapitalista, de rechazo a la Unión Europea y a la OTAN, que enlaza con muchas de las reivindicaciones de los chalecos amarillos. Pese a su distancia ideológica, Mélenchon comparte algunos presupuestos con la extrema derecha, como el soberanismo económico, y su posición en la segunda vuelta puede ser clave: en 2017, ya evitó pedir el voto para Macron, ofreciendo libertad de elección a sus simpatizantes.
La crisis de los partidos tradicionales
Con las elecciones presidenciales planteadas como un duelo entre el centro de Macron y los extremos de Le Pen, Zemmour y Mélenchon, todo apunta a que los perdedores serán los dos grandes partidos que hasta hace cinco años dominaron el sistema político francés: Los Republicanos, la última encarnación de la derecha gaullista, y el Partido Socialista. Pese a su arraigo territorial -aún gobiernan en once de las 17 regiones y tienen 149 alcaldes en ciudades de más de 30.000 habitantes-, en las elecciones presidenciales han pasado a ser irrelevantes.
A principios de año, los sondeos colocaban a Válerie Pécresse, la candidata de Los Republicanos, en la segunda vuelta para competir contra Macron. Ese brillo fugaz se ha diluido y ahora aparece quinta en las encuestas, con cerca del 10% de la intención de voto. Aún peor es el panorama que se dibuja para el Partido Socialista: ni siquiera Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, ha logrado elevar las expectativas y, ahora mismo, no alcanzaría el umbral del 5% que permite el reembolso de los gastos de la campaña.
"Me cuesta pensar que los esquemas políticos tradicionales que podíamos ver en todos los países europeos vuelvan”, vaticina Adela Alija. “La fragmentación, la polarización, que también está alimentada por otras formas de comunicación, no es algo temporal, sino que es propio de la época que vivimos".