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Vivir la menstruación, el embarazo o la lactancia en Siria: "Nos enfrentamos a ansiedad y trastornos postraumáticos"

  • El noroeste de Siria acoge a 4 millones de personas, entre las cuales hay 2,7 millones de desplazados internos

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Sin servicios de salud sexual ni reproductiva en Siria

La guerra en Siria no le impidió a Nur ser comadrona. Nació en Alepo, tiene 32 años y actualmente trabaja en proyectos de Médicos Sin Fronteras en Idlib, en el noroeste del país, una zona que alberga a cuatro millones de personas. De ese total, casi tres millones son desplazadas internas y el 80 % de ellas son mujeres y niños. Nur todos los días atiende a decenas de mujeres como Ratiba, una madre desplazada con cuatro hijos, tres de los cuales nacieron durante el conflicto sirio, que cría a sus hijos en una tienda de campaña y le cuesta llegar a fin de mes.

Nur explica a RTVE.es en una videollamada que a miles de mujeres en Siria, durante su embarazo, se les diagnostica desnutrición y sufren “mareos continuos, problemas de tensión y mucha fatiga”. No quiere centrarse en su historia de éxito, por qué pese a la guerra consiguió estudiar, formarse y trabajar. Tuvo que interrumpir sus estudios durante tres años y la inestabilidad la ha llevado a desplazarse de un sitio a otro a lo largo y ancho del país, pero ahora se ha instalado en Idlib donde su trabajo cada vez es más imprescindible. Se detiene en poner ejemplos de lo que sufren cada día las mujeres en un país donde la guerra no se detiene. Enumera los grandes retos que afrontan para la atención sanitaria y las múltiples consecuencias que agravan aún más la vulnerabilidad de las mujeres, como la violencia de género y el matrimonio precoz.

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De hecho, cuenta la historia de Ratiba y, enseguida, asegura que no es la única que sufre esta situación. A lo largo de este año ha presenciado cómo las mujeres, al igual que el resto de la población, se han visto directamente afectadas por el conflicto y sus consecuencias. “Hasta las etapas normales de la vida de una mujer, como la menstruación, el embarazo o la lactancia, pasan a ser un duro peso para ellas”, afirma Teresa Graceffa, coordinadora médica de MSF en Siria.

Hasta las etapas normales de la vida de una mujer, como la menstruación, el embarazo o la lactancia, pasan a ser un duro peso para ellas

"Muchos partos se complican tanto para la madre como para los más pequeños"

Muchas personas en Siria viven en condiciones precarias y sufren inseguridad alimentaria. Además, la inseguridad complica los traslados a los centros médicos y el coste de los servicios y el transporte. "La mayoría de mujeres no pueden venir porque no tienen suficiente dinero para pagar el transporte y no hay ambulancias", recuerda Nur. "Esto provoca que muchos partos se complican tanto para la madre como para los más pequeños", añade.

Una abuela sostiene a su nieta en un hospital cogestionado por MSF en el noroeste de Siria

Una abuela sostiene a su nieta en un hospital cogestionado por MSF en el noroeste de Siria MSF / Abd Almajed Alkarh

El año pasado en esta región MSF atendió a una media de 50 partos y 600 consultas por jornada, pero su esfuerzo no resulta suficiente para paliar las enormes necesidades creadas a lo largo de once años de conflicto, ni para cubrir el vacío dejado por el cierre de numerosos centros y programas de salud en este último año. "Me preocupa que muchas organizaciones están cerrando proyectos y esto perjudica directamente a las mujeres", asegura. "Necesitamos ayuda, mucha ayuda", asegura Nur, que advierte que las necesidades siguen aumentando, el frágil sistema sanitario del noroeste de Siria se enfrenta a retos estructurales y los déficits de financiación siguen siendo un enorme desafío.

La mayoría de mujeres no pueden venir porque no tienen suficiente dinero para pagar el transporte y no hay ambulancias

Además, estos once años de conflicto han mermado la salud mental de las mujeres. "Nos enfrentamos a la ansiedad, depresión y trastornos postraumaticos", asegura. "No solo curamos el dolor físico, sino también el psicológico", añade. Sus necesidades pasan a un segundo plano. No pueden comprar medicinas ni atender a sus propias demandas como mujeres.

No solo curamos el dolor físico, sino también el psicológico

"La guerra ha matado mi corazón", asegura la joven comadrona. Por esto, desde Médicos Sin Fronteras afirman que su angustia está directa o indirectamente relacionada con el conflicto. “Hace poco derivé a una joven de 25 años, desplazada y madre de cinco hijos, a un especialista en salud mental porque presentaba síntomas de depresión; estaba abrumada por la tristeza de no poder seguir amamantando a su hijo recién nacido”, cuenta Sumaya, promotora de salud de MSF.

MSF lleva diez ofreciendo servicios de salud sexual y reproductiva a las mujeres del noroeste de Siria, esto incluye atención prenatal, posnatal y a recién nacidos; asistencia en partos, incluyendo las cesáreas; consultas ginecológicas, planificación familiar y apoyo a la salud mental. En 2021, se atendieron más de 18.000 partos en las gobernaciones de Alepo e Idlib y se realizaron más de 200.000 consultas de salud sexual y reproductiva en hospitales, centros de salud y clínicas móviles, cogestionados o apoyados por la organización.

La salud sexual y reproductiva deja de ser prioritaria

En estas circunstancias, las etapas normales de la vida de una mujer, como la menstruación, el embarazo o la lactancia, pasan a ser una enorme carga para ellas. Viven en chozas con baños compartidos y esto hace que su higiene peligra. No reciben ayudas con productos específicos para ellas. "Muchas no tienen acceso a compresas o no pueden costearse las píldoras", argumenta Nur. Los inviernos son muy duros y las viviendas improvisadas no ayudan. Además, recuerda que no tienen privacidad. "Antes de la guerra las mujeres podíamos cuidarnos, ahora todo se centra en la supervivencia", zanja Nur.

Antes de la guerra las mujeres podíamos cuidarnos, ahora todo se centra en la supervivencia

En los campos de personas desplazadas, las mujeres con frecuencia manifiestan su preocupación por la menor disponibilidad de servicios de atención materna e infantil. “Cada vez que vamos al hospital de la zona, vemos menos personal trabajando, y la mayoría de los servicios suelen estar suspendidos”, dice Fatima, madre de siete hijos, que recientemente sufrió un aborto espontáneo. “Me he enterado de que han cerrado el hospital donde nació mi hija”, añade.

Nur cuenta la historia de una paciente que estaba embarazada, sintió dolor y por pudor no avisó a su marido porque vivían con la familia de su cuñado. Finalmente, resultó que estaba abortando y ya era tarde cuando la trajeron a la clínica. "Esto se debe a los códigos culturales y hay temas como el embarazo que siguen siendo tabú", argumenta.

Explica que la guerra ha cambiado los roles de las mujeres: "Tienen más responsabilidades, pero les ha quitado más fuerza y comodidades". En el último año, MSF ha visto cómo varios centros y programas de salud reducían sus actividades o cerraban por falta de financiación. Además, durante el conflicto, cientos de instalaciones médicas han sido dañadas o destruidas. Muchos sanitarios han muerto o han huido del país. A menudo, no hay medicamentos ni suministros médicos esenciales. Todo esto ha repercutido negativamente en el acceso a los servicios esenciales para las mujeres embarazadas, las niñas y los recién nacidos.

La respuesta humanitaria no está a la altura de las necesidades, y resulta imperioso aumentar la financiación de las actividades vitales en el país, incluidos los servicios de salud sexual y reproductiva. “Las mujeres del noroeste de Siria necesitan servicios de salud sexual y reproductiva de calidad y a largo plazo para poder tener la oportunidad de llevar una vida saludable”, afirma el doctor Faisal Omar, coordinador general de MSF en Siria. “Está claro que ahora no es el momento de defraudarlas”.

Una mujer lava los platos usando un tanque de agua en un campamento en el noroeste de Siria

Una mujer lava los platos usando un tanque de agua en un campamento en el noroeste de Siria MSF / Abd Almajed Alkarh