Miguel Ángel, Isaac, Teresa y Aaron: hablan las víctimas del odio a la diversidad
- En 2021 se han incrementado más de un 9 % los delitos de odio y la violencia contra la comunidad LGTBIQ+
- Después de Samuel se estrena este miércoles a las 20:00 en RTVE Play y esta noche a las 00:15 en La 1 de TVE
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En 2021 se han incrementado más de un 9 % los delitos de odio y la violencia de los ataques contra la comunidad LGTBIQ+. Nueve de cada diez teme ser víctima de agresiones, según la última encuesta del Ministerio del Interior.
El Código Penal español tipifica como delito de odio las acciones o violencia hacia personas por su raza, sexo, orientación sexual, identidad de género, entre otros. Y se considerará agravante en un delito de lesiones cuando se cometa por motivos de discriminación referente a la orientación o identidad sexual o de género.
Son muchos los que soportan este tipo de ataques, la mayoría de los casos se silencian por miedo o porque creen que no les creerán o que no servirá para nada denunciarlo. El documental Después de Samuel presenta a cuatro personas que han sufrido agresiones LGTBIfóbicas y se han atrevido a visibilizarlo. Se trata de Miguel Ángel Berraco, Isaac Guijarro, Teresa Parro y Aaron Lee Verace.
Miguel Ángel Berraco
Miguel Ángel Berraco Rodríguez, es de Velada (Toledo). Tiene 25 años. Sufrió una agresión homófoba durante las fiestas de su pueblo, en septiembre de 2021. La paliza la comenzó una chica al grito de “maricón” y “pierdes aceite”. Y luego la siguieron tres chicos más. Aún se recupera de algunas secuelas. La visión del ojo derecho casi la pierde.
“Miró a sus amigos y dijo: un puto maricón. Entonces, tres amigos que estaban con ella, empezaron a golpearme en la cara“
Los insultos son un indicio claro de delito de odio, pero en su caso, la justicia, de momento, lo está contemplando como una falta leve. Él no lo puede entender. Miguel Ángel no es el mismo desde entonces. De hecho, desde que sufrió la agresión, apenas ha salido de su pueblo. Sus paisanos de Velada le han mostrado apoyo. Celebraron una concentración en su defensa, contra la LGTBIfobia, y acudieron más de 600 personas.
Tiene un bar en el centro del pueblo. Y no hay un vecino que no haya acudido a mostrarle su afecto tras la agresión. Miguel Ángel asegura que “no es lo mismo que antes, por supuesto que no. Vas con miedo, siempre mirando alrededor. Antes de actuar con naturalidad, primero miras a ver si puedes hacerlo. Ir con mi novio por la calle y darle la mano, darle un beso, es una cosa que ahora mismo me cuesta mucho”.
Isaac Guijarro
Isaac Guijarro es abogado. Es de Madrid, pero decidió ir a Valencia a trabajar, cerca del mar. Fundó con una colega Olympe Abogados y uno de sus campos de trabajo son los derechos del colectivo LGTBIQ+. Lo que no imaginaba es que él mismo iba a ser víctima de una agresión LGTBfóbica. Y aunque como abogado aconseja qué hacer si sufres una violencia de este tipo, reconoce que se quedó bloqueado cuando le perseguían por la calle insultándole.
“Que me vais a tirar de la motocicleta, ¿pero qué hacéis? Y dijeron: sí, porque tienes cara de chupapollas, por puto maricón“
“Yo llevaba las uñas pintadas de negro y llevaba una bandera LGTB en una pulsera, entonces al ir con la moto, se veía mucho la mano. Desde un coche, el conductor y el copiloto me empezaron a llamar maricón, chupapollas y demás. Al principio no me lo podía creer porque nunca me había pasado algo así. Cuando les dije que iba a llamar a la policía, gritaron 'como llames te vamos a hacer hetero a hostias'”.
La jueza que instruyó el caso decidió que no era un delito de odio porque los agresores no le conocían de antes. Tanto la Fiscalía como él lo recurrieron. Ahora la Audiencia de Valencia acaba de darles la razón y ha decretado que finalmente el caso será investigado como un posible delito de odio.
A partir de la agresión, intenta pasar desapercibido, tiene miedo. No ha sentido siempre el respaldo de la justicia y de las instituciones. Esto le hace sentir muy vulnerable. Es una lucha que desgasta y entiende que haya mucha gente que no quiera denunciar.
“Sentí también que qué hubiese pasado si hubiera sido de noche, si en vez de en la moto, hubiese ido andando, te vienen como flashes de te podían haber pegado, haber dado una paliza, el caso de Samuel está ahí, es como un cúmulo de sentimientos negativos”.
Teresa Parro
Teresa Parro sabía desde pequeña que no encajaba, que había algo que no iba como en el resto de las personas. Pasó la adolescencia, llegó a la edad adulta y siguió viendo que no se sentía bien con los roles que le habían asignado.
“Todas las noches, durante cinco o seis meses, venían a mi casa a violentar la puerta, golpearla, llegaron a romperla“
La llegada de internet para todo el mundo supuso para ella, abrir una puerta, una ventana, descubrirse. ¡Había más gente como ella!. Supo entonces lo que le pasaba. Aunque quizá, por miedo a la sociedad, miedo a perder el trabajo, fue retrasando dar el paso. Pero era su vida y su esencia. Y no podía renunciar a ella.
Teresa empezó a llevar una doble vida. Y eso, dice, fue horrible. Llegó un momento en el que se dijo: “Sólo tengo una vida y voy a decirlo al mundo”. Y se metió de lleno en la transición de género. En su familia y en el trabajo no tuvo problemas pero, en su pueblo, ahí sí que sufrió muchísimo.
“Un grupo de chicos entre 14 y 18 años del pueblo donde vivo, durante cinco o seis meses todos los días, aporreaban, violentaban la puerta de mi casa, las ventanas. Llegaron a romper la puerta, tuve que poner una puerta acorazada y convertir mi casa un búnker. Me gritaban travelo, marica, etc., etc., etc.”.
Llegó a temer por su vida. Tuvo que irse del pueblo. Volvió cuando sus formas eran ya más femeninas, ya parecía por fuera como se sentía desde siempre por dentro, una mujer. Y la dejaron tranquila, aunque no deja de cuidarse y mirar siempre alrededor cuando vuelve a casa.
Aaron Lee
Para Aaron Lee, un violinista de prestigio internacional, fue bastante difícil aceptarse y luego salir del armario. Vivía en un ambiente muy religioso, donde la homosexualidad se veía como un pecado y tuvo que luchar contra sí mismo hasta entender que lo que le pasaba era algo natural.
“Me llevaron a diferentes terapias de conversión, a médicos. También a una isla, con el fin de intentar curarme. Con 17 años me planteé el suicidio“
Viene de una familia muy progresista, de artistas, pero cuando supieron que era gay le llevaron a diferentes terapias de conversión. Y hasta lo llevaron engañado desde Madrid a una pequeña isla al otro lado del mundo con el fin de intentar curarle. Allí, en Corea, donde está el origen de su familia, estuvo prisionero.
“Vivir el rechazo familiar, incluso llegando a golpes físicos, a una tortura psicológica, también el miedo, el verte acorralado, que nadie está de tu parte, que nadie te va a apoyar, que incluso que te encierren en una isla remota, sin posibilidad de comunicarte, sin móvil, sin pasaporte, sin dinero. En ese momento, con 17 años, me planteé el suicidio”. Pero, afortunadamente, dentro de ese infierno, pudo llegar a la conclusión de que se merecía una oportunidad y sobrevivió.
Ese camino tuvo que andarlo solo, fuera de su familia. Trabajo y estudió. Y consiguió incluso formar parte de la Orquesta Nacional de España. Esa experiencia vivida, concentrarse en la belleza de la música en medio de tanto dolor, ha hecho de él un violinista único que sabe contar historias, no solo mover las manos y los dedos. Ha escrito Yo soy el que soy y lo ha llevado al teatro. También ha puesto en marcha una Fundación que se llama “Arte que Alimenta” que da becas y ayudas a personas en situación de vulnerabilidad, como la que él sufrió durante muchos años.