Los incunables se asoman a la Biblioteca Nacional para celebrar la llegada de la imprenta a España
- Una muestra expone 21 incunanables de los más de 3.200 que atesora la Biblioteca Nacional
- Se puede ver el Sinodal de Aguilafuente, primer libro impreso en España en 1472
La imprenta de Gutenberg tardó dos décadas en llegar a España desde su invención. El primer taller se instaló en Segovia hacia 1472 y en apenas unas meses se abrieron otros en Barcelona, Valencia y Sevilla. Fue el origen de la modernidad y la Biblioteca Nacional celebra los 550 años de la imprenta con una exposición llamada Incunabula, que podrá verse en la antesala del salón de lectura hasta el próximo 23 de julio.
Impresores alemanes que previamente habían arribado en Francia o Italia fueron los responsables. Conforme a los testimonios conservados, la imprenta segoviana fue la de Juan Párix de Heidelberg y el primer libro salido de ella es el Sinodal de Aguilafuente, actas del sínodo celebrado en esta villa a principios de junio de 1472, siendo hasta el momento el primer libro impreso en España y en español. Tan solo se conserva un ejemplar en el mundo, en la Catedral de Segovia, que es el que ahora se expone en la BNE.
Incunabula es una exposición excepcional por muchos motivos. Como explica Ana Santos Aramburo, directora de la BNE, “no sólo por la singularidad de los ejemplares que se exponen, alguno de ellos único en el mundo, sino porque muestra también la riqueza de la colección de incunables de la BNE, la colección más importante del país, unos 3.200 ejemplares, donde están representadas las principales imprentas españolas y la mayor parte de las imprentas europeas”.
Además, añade la directora, “Incunabula refleja la variedad de este tipo de impresos que, en un primer lugar, copiaban a los manuscritos pero en seguida contribuyeron a la comunicación de todos los saberes, religioso, jurídico, científico, marcando una nueva etapa en la difusión del conocimiento en nuestro país”.
“La imprenta surge por necesidad, en un momento histórico en el que las universidades ya están completamente asentadas y la difusión de los textos se multiplica”, explica María José Rucio, jefa de Servicio de Manuscritos e Incunables de la BNE. “Esa difusión masiva exige que haya cada vez menos errores porque no olvidemos que, al principio, eran textos copiados por los estudiantes y se hizo necesario que las copias múltiples se abarataran y permitieran respetar la integridad de la obra que propio autor había hecho”, añade la comisaria.
La muestra expone 21 ejemplares entre los que destacan el incunable más antiguo conservado en la BNE, el Catholicon, de Johannes Balbus, impreso en 1460 en Maguncia y atribuido a Gutenberg, el libro xilográfico Biblia pauperum (c. 1440-1450) o algunos de los primeros que incluyen ilustraciones y adornos, como el Fasciculum temporum (Sevilla, 1480), el primer libro español con grabados; el mapamundi de la Cosmographia de Pomponio Mela (Salamanca, 1498).
Asímismo se exhibe el primer libro que reproduce música: Lux bella seu Artis cantus (Sevilla, 1492). Según explica Rucio, “la música fue muy compleja de trasladar a la imprenta y al principio las primeras notas se hacían a mano, como las iniciales iluminadas, hasta que se mejoraron los tipos”.
Impresiones que imitaban al manuscrito
La comisaria detalla que los primeros incunables imitaban al manuscrito. “El lector estaba acostumbrado al manuscrito, igual que ahora estábamos acostumbrados al libro impreso y nos hemos tenido que acostumbrar al libro electrónico. Es una situación muy similar”, compara Rucio. También se observa evolución en la tipografía utilizada: la gótica, procedente de Alemania, y la redonda usada en Italia. Ambas convivirán en España y los primeros ejemplares alternarán los dos tipos.
Otros textos jurídicos, litúrgicos, médicos, literarios o la Gramática de Nebrija (Salamanca, 1492), son ejemplo de la variada temática que estos primeros testimonios de la imprenta revelaban en sus páginas.
Excepto el Sinodal de Aguilafuente, el resto de los ejemplares procede de los fondos de la BNE y, junto a la veintena de obras expuestas, un chibalete, el mueble de madera donde se colocaban las cajas con los tipos, y una réplica de una imprenta del siglo XVII, ambos procedentes de la Imprenta Municipal-Artes del Libro de Madrid acompañarán la muestra.
“Esta réplica del siglo XVII reproduce fielmente cómo se imprimían los libros en el S.XV, que denominamos incunables porque son esos libros salidos de la cuna”, explica María José Rucio. Desde la invención de la imprenta, “la técnica de impresión será idéntica hasta el siglo XIX, basada en una impresión de dos golpes”, señala. “La plancha que hace la impresión es pequeña y exigía que al incorporar el pliego necesitara un movimiento doble del carro y los dobles golpes. En el S.XIX se ampliará y eso permitirá que la impresión se haga con un solo golpe”, concluye.