El "histórico" giro de la acogida a los refugiados tras la guerra de Ucrania: ¿espejismo o ejemplo para otras crisis?
- España ha adoptado en cuatro semanas medidas planteadas a cuatro años vista, como los grandes centros de recepción
- Bruselas activó por primera vez la acogida ilimitada en una crisis sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial
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Pocas veces antes Europa se había enfrentado a un reto migratorio mayor que el que ha provocado la guerra de Ucrania, de cuyo inicio se cumple este domingo dos meses. Las cifras hacen palidecer los últimos ejemplos de llegada masiva de refugiados: si en la crisis de 2015 y 2016 llegaban entre 3.000 y 5.000 personas al día a las fronteras de la Unión Europea, durante la primera semana de la invasión un millón de personas huyeron del país.
Se trata de un éxodo que se sitúa ya en los cinco millones de personas, según ACNUR, y que ha sacudido los cimientos del anquilosado sistema de acogida del Viejo Continente, centro permanente de disputas entre los países del sur, el norte y el este de la UE. Los Veintisiete llevaban años negociando una reforma del fallido sistema de Dublín, que preveía la relocalización de solicitantes de asilo más allá del país de llegada, pero el estallido del conflicto cambió todos los planes.
En apenas cinco días de marzo, los países de la Unión acordaron por unanimidad y "en tiempo récord" activar una directiva de protección temporal creada hace dos décadas, y que permitía por primera vez la entrada sin límites y el libre movimiento de ucranianos por todos los países de la UE. Fue "un momento histórico", según señala Esther Pozo, jefa de la Unidad de Evaluación Schengen de la Comisión Europea, en un encuentro organizado esta semana por el Real Instituto Elcano.
Los países del bloque de Visegrado, antes reacios a acoger a los solicitantes de asilo que cruzaban el Mediterráneo, abrieron sus puertas a los ucranianos. Polonia se ha convertido en el principal punto de entrada, con casi tres millones de personas en su territorio, mientras que en toda Europa se ha vivido una anómala unanimidad respecto a la necesidad de acoger de estos refugiados, que va desde los gobiernos a la sociedad civil.
"En ningún país de la UE se han producido protestas importantes, ni siquiera de los partidos más xenófobos ni de los más próximos a Putin. Esto es algo completamente nuevo en la historia de lo que va de siglo", afirma Carmen González Enríquez, investigadora principal del Real Instituto Elcano.
Una acogida "de récord" en España
La directiva de protección temporal ha supuesto un cambio radical en cuanto a la distribución de refugiados por Europa. Si en crisis como la de 2015 y 2016 se concentraban en los países de llegada, como Grecia o Italia, ahora el libre movimiento permite una "distribución natural". Muchos se dirigen a donde ya había una importante comunidad ucraniana desde el inicio de la guerra del Donbás en 2014, cuando la UE levantó la exigencia de visado a los ucranianos. Además de Polonia, Alemania (con más de 300.000) y España, con más 135.000 nuevos refugiados que se suma a los 120.000 ucranianos que residían aquí, se han convertido en los principales destinos. Solo en marzo 21.000 ciudadanos de esa nacionalidad se empadronaron en nuestro país, la inmensa mayoría mujeres, según el INE.
Aquí, como en Bruselas, la llegada masiva aceleró la reforma de algunos aspectos del sistema de acogida. España abrió 24.000 nuevas plazas de acogida, apoyándose en parte en la gran capacidad hotelera de un país tan turístico, una "respuesta récord que demuestra que sí que hay capacidad de acogida", según defiende Amapola Blasco, directora general de Gestión del Sistema de Acogida de Protección Internacional y Temporal del Ministerio de Inclusión.
"La respuesta ha sido extraordinaria y muy rápida, desde el Gobierno a las entidades civiles. Se ha hecho un esfuerzo como yo no he visto nunca", explica a RTVE.es Mónica López, directora de programas de CEAR. Ha ayudado mucho a la integración de los refugiados el hecho de que pudieran tener permiso de trabajo y residencia desde el primer día, algo que permite la directiva europea y que no ocurre con el resto de solicitantes, que aproximadamente esperan un año hasta que se resuelva su situación.
"En un mes hemos hecho lo que nos planteábamos hacer en cuatro años"
Desde Inclusión planteaban implantar algunas medidas a tres o cuatro años vista, como la apertura de grandes centros de recepción que pudieran dar una acogida integral, pero "la guerra lo aceleró todo", añade Blasco. "En una semana montamos un centro de atención en Madrid, y en las siguientes otros en Alicante, Barcelona y Málaga. En cuatro semanas hemos hecho lo que nos planteábamos hacer en cuatro años", reivindica. Estas instalaciones han acogido desde su apertura a 35.000 personas, a las que se les ha ofrecido información, documentación y ayuda para una integración a largo plazo.
España ha aplicado otras nuevas fórmulas que ya existían en otros países pero aquí veían como "un sueño", según Blasco. Uno de ellos es un programa de acogida de familias españolas a familias ucranianas, que ha echado a andar esta semana, mientras que también se trabaja en un proyecto para ofrecer alojamiento y trabajo en la España vaciada.
También se está planteando la posibilidad de ofrecer ayudas económicas "en lugar de plazas de acogida" a personas que estén en recursos de emergencia, de modo que con ese dinero puedan alquilar una vivienda y así "ser autónomos y continuar con el proceso de integración", ya que como ha recordado Sophie Muller, responsable de ACNUR en España, "una persona refugiada no quiere la asistencia, quiere meterse de una manera proactiva en la vida social y pensar en soluciones para su futuro".
Ampliar al resto las medidas aplicadas a ucranianos, el gran reto
Todavía queda mucho pendiente, tanto en España como en Europa, para agilizar la acogida de refugiados que depende de un sistema muchas veces lento y desigual. "Los refugiados ucranianos, a diferencia de otros, son especialmente bien recibidos no solo porque son blancos, cristianos o porque tienen una cultura semejante a la nuestra, sino porque son aliados en una guerra que nos afecta a todos. No solo es un asunto de derechos humanos, es también una cuestión geoestratégica", advierte González.
“No solo es un asunto de derechos humanos, es también una cuestión geoestratégica“
Según ha relatado Pozo, solo "cinco minutos después" de las declaraciones de los 27 ministros celebrando la histórica aprobación de la directiva de protección temporal el pasado 3 de marzo en Bruselas, se escucharon por parte de estos ministros los mismos discursos enrocados sobre la negociación del nuevo pacto de migración y asilo, el gran edificio legislativo sobre el que Europa pretende basar su sistema de acogida europeo. Propuesto hace dos años, la crisis de Ucrania ha frenado su andadura y su aprobación ha quedado en el aire.
La gran cuestión es si la movilización inédita para acoger a los refugiados ucranianos se limitará solo a esta crisis o servirá de ejemplo para actuar ante posibles situaciones similares en el futuro. Desde CEAR no se muestran muy optimistas. "Ojalá. Yo creo que la experiencia con Ucrania debería abrir los ojos, hacer ver a todos los países que se puede hacer y que es lo que hay que hacer. Pero hay muchos condicionantes respecto a Ucrania que seguramente en otros conflictos no se van a producir", apunta López.
También es escéptica sobre los avances que podría traer el pacto. "La revisión del sistema europeo común de asilo es tendente al blindaje de las fronteras exteriores europeas", señala, y recuerda que para los ucranianos se ha habilitado lo que en CEAR y otros colectivos llevan pidiendo desde hace años, el establecimiento de "vías de llegada seguras" que no obliguen a los solicitantes de asilo arriesgar su vida en una patera.
Para Judith García, responsable de Servicios Jurídicos de ACCEM, la atención a los ucranianos puede motivar un cambio en el sistema: "Es una chispa que puede hacer a los gobiernos plantearse otra reflexión acerca de cómo tratar a los refugiados. Si se quiere se puede", asegura en una entrevista en RNE.
En la misma dirección apunta Blasco, que cree tras el éxito de la acogida a los refugiados ucranianos, el reto "es poder trasladar todo esto al resto de solicitantes de protección internacional, que esto no pare". También está sobre la mesa otro desafío: "Continuar con la integración" una vez haya pasado el periodo de emergencia, a la vez que estar preparados para que se pueda producir otro gran flujo migratorio como el de las primeras semanas.
Según Muller, en situaciones de este tipo es "completamente normal un movimiento pendular". Muchas de las mujeres que partieron los primeros días regresan ahora para "dar apoyo a los hombres luchando" una vez que han puesto a salvo a sus hijos en otros países, pero también se espera que puedan volver a salir dependiendo de la duración de la guerra y su intensidad. A dos meses del inicio de la guerra, y con una nueva fase de la ofensiva rusa ya en marcha, la incertidumbre sigue siendo la sensación más extendida entre los millones de ucranianos que han abandonado o que planean abandonar en un futuro su país.