La orilla mediterránea del arte moderno: de Sorolla a Barceló
- Una muestra en la Fundación Bancaja de Valencia recorre la historia del arte a través de artistas valencianos y catalanes
Desde mediados del XIX a finales del siglo XX, la historia de arte sufrió más transformaciones que en los dos milenios anteriores. Acotando ese proceso vertiginoso, una muestra en la Fundación Bancaja de Valencia muestra ese recorrido a través de algunos artistas catalanes y valencianos como Sorolla, Rusiñol, Tàpies o Barceló.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 18 de septiembre, se compone fundamentalmente de obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza que dialogan con algunas piezas de la Colección Fundación Bancaja, datadas entre 1867 y 1986.
El recorrido ordena temporalmente la experiencia estética de la modernidad, tomando como principio una cita de Baudelaire: “la modernidad…trata de desprender de la moda lo que ésta pueda contener de poético en lo histórico, de extraer lo eterno de lo transitorio”. En Cataluña y Valencia, emergen a partir de 1860 un grupo de pintores que tendrán el paisaje como fuente de inspiración directa y como vía para canalizar el desarrollo de la pintura moderna.
Ramón Martí Alsina (1826-1894) será en Cataluña el mejor representante de esta renovación paisajística. En palabras del crítico Raimon Casellas, a Martí Alsina “le cabía la gloria de haber fundado la moderna escuela de paisaje en Cataluña”. Sus enseñanzas serán el germen de una nueva generación de pintores como Joaquim Vayreda, Modest Urgell, Baldomer Galofre y Eliseu Meifrèn, entre otros.
También en la obra de Mariano Fortuny, cercano a los principios del impresionismo y a los pintores que utilizaron la luz como protagonista principal de sus obras. Se podría hablar de “estilo fortunyano” por la singularidad de su factura y características. Triunfará a nivel internacional con la llamada “pintura preciosista”, obras generalmente de formato reducido realizadas para una burguesía enriquecida.
“Colla del safrà" y modernismo pleno
La influencia parisina en el cambio de siglo protagoniza las pinturas de Ramón Casas y Santiago Rusiñol, que buscar pintar la vida circundante y los encuadres insólitos.
El modernismo también abarcará a la generación de pintores plenairista de la llamada “Colla del safrà” (Grupo del azafrán), con artistas como Isidre Nonell, Joaquim Mir o Ricard Canals nacidos en una generación siguiente a la del inicio del movimiento y llamados así por el empleo del color amarillento, azafranado, en la mayoría de sus obras, por su preocupación en la intensidad de la luz reflejada.
En los albores del siglo XX y como reacción ante el modernismo, surge el noucentisme con carácter propio y vinculado a la cultura catalana. Fue un movimiento minoritario con un espíritu romántico y de exaltación de las raíces rurales. Tres fundamentales que están presentes en la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza: Torres-García, Joaquim Sunyer y el escultor Josep Clarà.
La entrada de las vanguardias
Tras la Guerra Civil, los primeros movimientos se abren paso de forma tímida. Surgen algunos colectivos, como el grupo Pórtico, en 1947, o un año más tarde La Escuela de Altamira, y de forma más decidida, en Barcelona, en 1948, el grupo Dau al Set que obtuvo una mayor proyección internacional.
En una primera etapa el grupo estuvo vinculado al surrealismo, con líderes como el poeta Joan Brossa y el crítico Juan Eduardo Cirlot. El artista con una trayectoria más significativa fue Antoni Tàpies, cuya producción evolucionó desde el surrealismo hacia el informalismo. Otro pintor como Modest Cuixart está vinculado a lo mágico y esotérico, y Joan Ponç, creador inclasificable, mantuvo el espíritu del grupo, con una producción muy personal poblada de personajes oníricos.
Junto a ellos se muestran obras de Albert Ràfols-Casamada, vinculado a la abstracción; Antoni Clavé, quien llevó a cabo una interesante investigación técnica; o Perejaume, cuya labor ahonda en la interpretación del paisaje desde una mirada onírica y surrealizante.