La integración de las familias ucranianas en España, una historia de éxito: "No nos podíamos imaginar esta acogida"
- Dos meses después del inicio de la guerra, quienes huyeron de ella agradecen la ola de solidaridad con la que han sido recibidos
- Comunidades ucranianas como la escuela Ridnyi Krai se han convertido en refugio para los niños recién llegados
- Sigue en directo la guerra de Ucrania en RTVE.es
Es una mañana de sábado en un parque del barrio madrileño de Vallecas, pero a simple vista podría tratarse de cualquier rincón de Ucrania. Unos treinta niños y adolescentes, ataviados con trajes tradicionales ucranianos, celebran la Pascua ortodoxa con música folclórica, bailes y dulces típicos de su país. La mayoría han nacido aquí de familias ucranianas que emigraron hace tiempo, pero unos pocos acaban de llegar huyendo de la guerra.
Es para ellos especialmente para quien se ha organizado esta celebración: una manera de hacerles sentir como en casa y que no piensen por un momento en los padres, maridos y abuelos que han quedado atrás. Anastasia es una de las recién llegadas. Con apenas 12 años, cuenta a RTVE.es que le dio "mucha pena" dejar Ucrania y el colegio al que iba. Partió el 28 de febrero de Kiev, apenas unos días después del inicio de la invasión, junto a su madre, Oksana.
"No quería irme de mi país, pero aquí en el colegio los niños me tratan muy bien, me ayudan con el español y con todo lo que pueden", relata. De lunes a viernes, va a un colegio público, mientras que los sábados acude a Ridnyi Krai, la escuela a la que asisten hijos de padres ucranianos en España para poder obtener, en paralelo al título de la ESO, una certificación equivalente que les permita seguir estudiando en Ucrania.
Ese es el objetivo de Matviy e Igor, de 16 y 14 años. Ambos partieron de Kiev al inicio de la guerra con su madre Lesa. Aunque no tienen más que palabras de agradecimiento a sus compañeros españoles y ucranianos en Madrid, esperan regresar a su país lo antes posible. "Si no somos los ucranianos, ¿quién va a reconstruir Ucrania?", defiende su madre.
"Al menos he encontrado un colegio para mi hija, lo estaba pasando mal"
Oksana trabajaba en un banco antes de que la invasión rusa pusiera del revés su vida y la de su familia. Ahora, busca trabajo en España, pero admite que sin saber español es muy difícil. "Por lo menos estoy contenta de haber encontrado un colegio para mi hija", reconoce. Buscar una escuela a la que pudiera acudir y que le permitiera integrarse era la primera prioridad para ella, ya que Anastasia "lo estaba pasando muy mal psicológicamente cuando dejamos Kiev".
Vinieron a España porque tenían familia y una vez aquí, consiguieron el contacto de Ivanna Vatamanyuk, profesora en la escuela de apoyo de Vallecas. Ella, que lleva ya en España veinte años y que abrió hace diez el colegio, hizo de intermediaria para que una familia española las acogiera a las dos.
El periplo de Lesa y sus dos hijos es parecido. También vinieron a nuestro país porque ella tenía una hermana aquí, pero el apartamento en el que vivían era demasiado pequeño para todos, así que unos amigos de su hermana les han dejado un piso para ellos solos. "Yo estaba desesperada y esto ha sido un regalo de la vida. Estoy muy contenta".
“Yo estaba desesperada y esto ha sido un regalo de la vida. Estoy muy contenta“
Lesa se deshace en agradecimientos a los españoles en general – "son muy buenas personas", asegura-, pero particularmente hacia estos amigos. "Nos han ayudado en todo, nos han dado ropa, nos sacan de casa y hacen planes con nosotros", relata. Matviy e Igor también se han conseguido integrar sin problemas, gracias a sus compañeros del colegio español y a los ucranianos, con quienes pueden hablar en su idioma y compartir experiencias sobre su país.
Tras conseguir salir de Ucrania, su familia estuvo tres semanas en Polonia para no alejarse demasiado de su país y así poder volver fácilmente. Sin embargo, no se arrepienten de haber elegido finalmente España. "Ni nosotros mismos esperábamos que la acogida sería tan buena. En otros países del norte de Europa no es así", dice Lesa. Aseguran que desde que están aquí no han sufrido ni un solo episodio de racismo o discriminación.
Que gran parte de los refugiados sean niños "facilita su integración a largo plazo si deciden quedarse en el país", pero al mismo tiempo la dificulta para las madres con hijos pequeños, que tienen una "difícil entrada" en el mercado del trabajo, según explicó en un acto del Real Instituto Elcano Carmen González Enríquez, investigadora principal de esta institución.
Preocupación constante por quienes han dejado atrás
La sonrisa en la cara con la que Oksana o Lesa hablan de su vida en España se torna pronto en una expresión más oscura cuando hablan de quienes se han quedado en Ucrania. El marido de Lesa está ahora en Leópolis y ha sido reclutado en el Ejército. "Estamos muy preocupados por él, pero por suerte podemos hablar todos los días por teléfono", afirma.
En el caso de Oksana, la preocupación va también por sus padres, los abuelos de Anastasia. "Mi marido no tenía opción y se tuvo que quedar en Kiev, pero ellos podrían haber salido y eligieron quedarse", explica.
Más de 5,4 millones de personas han abandonado Ucrania desde que empezó la guerra, según datos de ACNUR. El país que más acoge es Polonia, donde han llegado cerca de tres millones de refugiados, y otros Estados fronterizos. Pero España se ha convertido en otro de los focos más importantes de llegada, con más de 135.000 personas, según datos del Gobierno a fecha del 20 de abril. A ellos se suman los cerca de 120.000 ucranianos que residían previamente aquí.
¿Por qué eligieron España? La histórica directiva europea que permite el libre movimiento de ucranianos una vez que han entrado en la UE facilita su "distribución natural". Muchos se dirigen a donde ya había una importante comunidad ucraniana desde el inicio de la guerra del Donbás en 2014, cuando la UE levantó la exigencia de visado a los ucranianos, y nuestro país es uno de esos puntos.
Las comunidades ucranianas, pilar de la acogida
Aquí la acogida ha sido "extraordinaria", según la calificó la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, que valora especialmente la coordinación entre administraciones y sociedad civil. Pero además de las asociaciones y particulares españoles que se han volcado en la ayuda, las comunidades ucranianas presentes aquí desde antes de la guerra han tenido un papel fundamental.
Ivanna cuenta que la escuela, que abrió sus puertas hace diez años en el colegio Santo Domingo de Vallecas, es un refugio ahora para todos los niños ucranianos que han llegado en estos dos meses, independientemente de sus recursos y edad. Aunque formalmente no pueden apuntarse al curso ya empezado, acuden igualmente a clase para aprender, pero sobre todo para sentirse parte de una comunidad.
"Los niños que han nacido aquí, que son la mayoría, les ayudan a aprender español, a traducir cosas, o van con ellos a la compra, a hacer gestiones", cuenta. No hay un número concreto de menores refugiados en las clases: a veces van cinco, otras diez y otras veinte. La escuela se ha convertido en un puente fundamental entre españoles, ucranianos afincados en el país y recién llegados.
En la celebración de la Pascua ortodoxa, Anastasia, Matviy e Igor se unen a uno de los bailes tradicionales en los que se dan la mano con el resto de alumnos y bailan en corro alrededor de cestas con dulces y flores. Aunque llevan aquí pocas semanas, su complicidad con sus compañeros y las charlas con ellos parece indicar todo lo contrario. Son ya unos alumnos más en el colegio, pero siguen firmes en su propósito de volver a su hogar lo antes posible.