Vivir dos meses bajo tierra en el "infierno" de Azovstal: "Los niños estaban como zombis sin ver la luz del sol"
- Los primeros evacuados de Mariúpol, entre ellos los de la planta de acero, están siendo atendidos en Zaporiyia
- Sigue la última hora del conflicto entre Rusia y Ucrania en directo
Los primeros civiles evacuados desde la acería de Azovstal, en Mariúpol, se encuentran a salvo en la ciudad de Zaporiyia, tras haber recorrido 200 kilómetros por territorio hostil en dos largos días. Tras una lenta y difícil evacuación, han dormido por primera vez en dos meses lejos del que ha sido su escondite desde el comienzo de la guerra.
"Un horror y miedo a la muerte. Teníamos mucho miedo, era un infierno", relata a RNE Marina, una de las mujeres que ha pasado dos meses encerrada en el improvisado búnker en el que se convirtió la planta metalúrgica, el último bastión de la resistencia ucraniana en Mariúpol.
Tras mucho tiempo sin ver la luz del sol ni respirar aire fresco, han pasado su primera noche lejos del sonido de los bombardeos, aunque sí han escuchado alarmas antiaéreas. "No podéis imaginar lo terrorífico que ha sido, un búnker oscuro y húmedo y de repente todo empezaba a temblar", relata una mujer entre llantos.
"Algunas personas están retrasando el enfrentarse a esa situación dolorosa, llegan en shock, como idos, todavía con el sentimiento de supervivencia. Otros al llegar se sienten seguros y estalla la emoción, la tristeza, el miedo, sobre todo cuando se les pregunta directamente por su experiencia", expone a RTVE.es Lina Villa, una de las psicólogas de Médicos sin Fronteras que está atendiendo a los evacuados que llegan a Zaporiyia desde Mariúpol y otros puntos de Ucrania.
La incertidumbre por aquellos que aún no han escapado
Asimismo, los que ya están a salvo no olvidan a aquellos que han dejado a sus espaldas. "Estoy más preocupada que por mí, por los que se han quedado en Azovstal", relata Oksana, que ha pasado dos meses encerrada allí con sus hijos. "Allí se han quedado más personas y nuestros militares, y necesitan ayuda".
"La mayor parte de las personas que recibimos ha estado escondida en sótanos y búnkeres, sin saber si cualquier noche iba a caer un misil encima de ellos. Pierden el contacto con sus seres queridos, con los hombres que están luchando, y esa es su mayor preocupación, la incertidumbre, el miedo", explica Lina.
La ciudad de Mariúpol, que contaba con una población de casi medio millón de habitantes antes del estallido de la guerra, ha sido prácticamente arrasada. Las tropas rusas aseguran haberse hecho con el control de toda la zona a excepción de la acería de Azovstal y las autoridades ucranianas han señalado que aún permanecen entre las ruinas más de 10.000 habitantes sin agua, electricidad o productos básicos. Además, denuncian que Rusia ha bloqueado los intentos de hacer llegar ayuda humanitaria.
Una infancia marcada por la guerra
"No había agua y los niños estaban como zombis, sin ver la luz del sol", relata una mujer mientras coge en brazos a su hijo. "Tosían, se sentían mal, pensábamos que no salíamos". El bebé de Ana, otra de las madres que ha llegado desde Azovstal, ha pasado dos de sus seis meses de vida bajo tierra. "A veces me arrepentía de haber tenido a mi hijo. Ha sido muy duro emocionalmente", cuenta.
A Zaporiyia, cuenta Lina Villa, llega población muy vulnerable, como ancianos, personas con discapacidad o menores que han visto su infancia arrebatada. Allí, intentan que vuelvan "a sentirse niños" a través de actividades, pero también proporcionándoles acompañamiento e información. "Muchos se vuelven cuidadores de sus propios familiares. A veces, pueden buscar sus propias respuestas y sentirse culpables de la situación. Es importante que sepan que no lo son y que entiendan lo que está ocurriendo".
La atención brindada varía en función del grupo de edad y las circunstancias de cada persona. Algunos adultos pueden sentir que "no pueden volver a empezar" tras lo vivido y presentar síntomas relacionados con la depresión, o la pérdida de fé, de la esperanza. "Es necesario proporcionarles recursos, que sientan protección y seguridad para avanzar. Muchos tienen la sensación de estar constantemente en peligro, tristeza, miedo, dificultades para conciliar el sueño, para tomar decisiones, muchos síntomas de estrés agudo", cuenta Villa.
La psicóloga destaca, sin embargo, el sentimiento de solidaridad entre los allí presentes. "A veces saben que ya no pueden hacer nada por sus seres queridos, no puedo salvar al que amo, pero al menos voy a compensar ese dolor ayudando a otro. Cuando vuelvo al lugar en el que dormimos, siempre pienso en ello, en las miradas de esperanza", concluye.