Peter Bagge ('Odio'): "La cultura de la cancelación no es ninguna novedad"
- El norteamericano es una de las estrellas de este Salón del Cómic de Barcelona
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Si alguna vez el norteamericano Peter Bagge se pareció a Buddy Bradley, el joven gamberro protagonista de su serie Odio (La Cúpula), que lo llevó a la cima del cómic alternativo, hace tiempo que aparcó aquella aparente rabia juvenil que se vivía en la Costa Oeste de EEUU en los noventa, en torno a la cultura "grunge".
Bagge (Peekskill, 1957), uno los invitados estrella de la 40ª edición de Comic Barcelona, es en 2022 un hombre de mediana edad, tranquilo, que disfruta de sus paseos por las citas comiqueras (su cuarta vez en Barcelona), donde, treinta años después, aún se le reclama por la fama de las historietas de la familia Bradley, de la que Buddy era el elemento más popular entre los veinteañeros, hoy cincuentones.
Por eso, el dibujante reconoce en la distancia las canas de sus seguidores en salones donde abundan los jóvenes, sabe que es ley de vida, y que, al menos, cuenta con una serie -centenares de paginas de historias de un humor ácido y algo mugriento- que significó mucho, no se podría definir bien qué, así era el "grunge", para toda una generación, y que en España publicaba antes y reedita ahora La Cúpula ("Las crónicas de Odio").
"Veo a mis fans a un kilómetro a la redonda, son gente que se parece mucho a mí, hombres de pelo gris. Cuando era más joven tuve una sesión de firmas con Robert Crumb, y se quejaba de que las mujeres jóvenes hacían cola en la mía y no para la suya. Pero eso ya pasó, mejor un público cincuentón que nadie...", se contenta sonriente.
La versión marrullera del propio Bagge
Buddy Brudley era la versión marrullera del propio Bagge -"creo que soy bastante más educado, eso sí"- un joven que se crispaba con facilidad y con la piel muy fina para las críticas, que llevaba una existencia algo patética, con relaciones poco productivas y en las que todos parecían estar preocupados principalmente por sí mismos, en un mundo de vanidad rockera donde la estulticia se premiaba.
Un personaje que, explica el autor, dejó de interesar a su público cuando comenzó a envejecer, casarse y tener un hijo, por lo que Bagge, que generacionalmente era mayor que su propio personaje, decidió dejar de hacerlo protagonista de sus cómics.
La palabra "Odio", tan actual y contundente, le hizo gracia como título porque quería alejarse de una serie anterior que bautizó "Neat Stuff" ("Cosas puras" que en España se llamó curiosamente "Mundo idiota") que muchos pensaron era un cómic para niños, y que quiso dejar claro de qué iba ir el asunto.
El cómic es uno de los últimos reductos libres
El dibujante piensa que, lamentablemente, el cómic, al menos en el mundo alternativo en el que él se mueve -no tanto en las grandes editoriales "donde hay muchos trabajadores y departamentos artísticos"- es uno de los pocos reductos en los que todavía los creadores pueden expresarse libremente.
"Hay dibujantes que hacen obras parecidas a la mía, y cómics más políticamente incorrectos que los míos y me encanta. Existe una idea rara de que no se pueden hacer según qué cosas, pero creo que se puede hacer lo que se quiera", afirma Bagge, que reconoce que él tiene suerte por la libertad que la da su editorial, mientras otros artistas se enfrentan a "una lista muy larga de cosas" para no herir nuevas sensibilidades.
Se refiere a la expansión nada silenciosa de la llamada cultura de la cancelación instalada en EEUU y que está alcanzado con fuerza a Europa, que impone visiones muy ortodoxas de determinados temas.
"No me gusta, pero no es ninguna novedad, esas cosas suelen venir en olas, en los años ochenta procedía de la derecha política, que eran los canceladores de aquel momento, es algo que va y viene, hay que capearlo como sea", comenta el autor, con sentimientos encontrados ante la recurrente nostalgia por épocas pasadas.
"Mentiría si no dijera que la tecnología digital actual facilita la vida. Antes de internet tenía que enviar mis originales por correo y a veces se perdían. Pero la gente se relacionaba más cara a cara, estaba menos aislada. Internet alimenta esa cultura de la cancelación, porque ya no has de enfrentarte en directo con la gente que no está de acuerdo contigo, y eso genera intolerancia", argumenta.
De hecho, si hubiera empezado su serie unos años más tarde duda que su editorial, Fantagraphics, hubiera dejado llamarla "Odio", "porque entonces esa palabra no estaba tan asociada con la política de la extrema derecha".
"Eso me molesta porque todos somos capaces de odiar, es una emoción humana, y parece raro que se relacione únicamente con una perspectiva política, porque la izquierda también está llena de odio", afirma.
En los últimos años se ha centrado en mujeres fuertes
Bagge, que dio un giro argumental a sus trabajos con biografías centradas en mujeres fuertes (La mujer rebelde o Fire), entiende que al ganar prestigio como medio de expresión, el cómic ha puesto un grado extra de responsabilidad en sus espaldas.
"Los autores underground solíamos pensar que pasábamos muy desapercibidos y por eso teníamos libertad plena para equivocarnos y ser todo lo asquerosos que quisiéramos. Eso cambio porque el cómic pasó a tomarse en serio, la gente esperaba más, algo que colaboró en la idea de la corrección política. Echo de menos esos días de marranadas...", se lamenta en broma (o no) Bagge.
El dibujante dejó con su mujer Seattle hace unos años donde vivió durante décadas, al igual que Buddy, rodeado de aquella escena roquera "cool" y hueca, para irse a Tacoma, una pequeña ciudad de trabajadores. "Me gusta vivir en una ciudad obrera me siento muy normal", admite a sus 64 y reposados años.