Los que vuelven a un hogar reducido a escombros: duelo, destrucción e incertidumbre
- Halyna mantiene la esperanza de recuperar su hogar tras solicitar ayuda a la alcaldía de Bucha
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Halyna lleva días paseando sobre los mismos escombros en Bucha. No tiene motivos para dudar que son los restos de su casa, pero le cuesta asimilar que lo ha "perdido todo".
La vemos sentada sobre las ruinas mientras alimenta a sus gatos. Sus ojos no esconden la impotencia y las lágrimas se posan sobre su rostro. Ahora vive en la casa de su hijo, pero sus mininos la arrastran cada día a las ruinas de lo que fue su hogar.
Halyna se aferra al pasado. Describe cómo eran las paredes de su casa. Tiene el recuerdo de cada uno de los detalles con los que tenía decorado su hogar. Entre escombros intenta rescatar algún recuerdo.
Tiene 69 años y fue evacuada el 25 de febrero, el segundo día de la invasión rusa a Ucrania, a Uman, una ciudad situada a unos 200 kilómetros al sur de Kiev. Se fue junto con otros vecinos sin saber que unos días después, Bucha se convertiría en uno de los peores escenarios de la guerra.
Evacuados el segundo día de guerra
El primer día de guerra reunieron toda la documentación que pudieron y se refugiaron en el sótano de la escuela, y el segundo día fueron evacuados a Uman en un autobús.
“Nos evacuaron directamente desde la escuela, así que no nos llevamos nada, ni siquiera los gatos”, dice mientras los acaricia. En Uman se refugió en la casa de unos parientes de su marido junto a otras 24 personas desplazadas.
Ella vivía en la que ahora llaman como la "calle de los tanques". La avenida que fue un reguero de armamento ruso destruido y hace esquina con la castigada avenida Yablonska. Las fuerzas armadas de Moscú entraron a la localidad con vehículos blindados, llegando desde el aeropuerto de Hostomel, que ocuparon el primer día de invasión.
Desde entonces este pueblo ha sido escenario de ejecuciones, asesinatos y torturas que actualmente investiga un equipo de la corte penal internacional como posibles crímenes de guerra.
La ciudad permaneció bajo ocupación varias semanas y ahora es cuando vecinos que, como Halyna pudieron escapar, regresan. “Volví hace pocos días y me cuentan que lo que ha pasado aquí es horrible”, explica. Al retornar se ha encontrado con que ha perdido a algunos de sus vecinos y que muchos han sufrido “los peores días de sus vidas”.
La esperanza de recuperar sus hogares
A finales de marzo recibió la noticia de que su casa había sido destruida. "Los que se quedaron no tenían ni luz, ni agua, ni internet, ni red telefónica para poder avisarnos de nada", explica.
En la segunda planta de su casa vivía su hija y a pocas calles, su hijo, quien actualmente acoge a toda la familia, "su casa también está dañada por las hostilidades, no tiene ventanas, pero allí podemos aguantar", dice.
Durante la ocupación, los rusos vivieron en la casa del hijo. "Durmieron en nuestra cama y la usaron como si fuera suya. Tardamos dos semanas en limpiar la casa", la interrumpe su hija Tetiana, sentada junto a sus padres en la mesa del comedor con un plástico negro detrás, haciendo las veces de cristal para cubrir el hueco de la ventana rota.
Vecinos como Ruslan nos enseñan los paquetes de comida de los soldados rusos en su casa. Tiene 30 años y está arreglando su apartamento para que su familia pueda volver.
Halyna mantiene la esperanza de recuperar su hogar tras solicitar ayuda a la alcaldía. En Bucha el ayuntamiento ha tenido que habilitar albergues para las personas que han regresado y que han encontrado sus hogares en ruinas.
Aunque Halyna no tiene claro que vayan a hacer algo. Denuncia la corrupción de los políticos locales y muestra su desconfianza. "Estamos tratando de reparar la casa de mi hijo. Los radiadores están rotos y hay muchos agujeros en las paredes", concluye. "Este agujero es tan grande que puedes meter un brazo en él" dice señalando la pared rota. Denuncia que en Bucha la situación sigue siendo complicada. Necesitan, dice, mucha ayuda.
Kiev se recupera poco a poco
La vida vuelve también a la capital. La amenaza se aleja para los habitantes de Kiev al concentrar Rusia todos sus esfuerzos en el este, en la parte del Donbás. Sus monumentos aún siguen blindados, los innumerables checkpoints recuerdan que la guerra aún no ha terminado.
Poco a poco la ciudad se está recuperando. Algunos comercios han vuelto a abrir sus puertas, bares y restaurantes y los parques vuelven a estar ocupados por los más pequeños.
"Hemos echado de menos todo, nos gusta nuestro barrio y las niñas quieren jugar en estos columpios", asegura Kateryna. Ella tiene 29 años es madre de dos niñas y ha regresado a Kiev tras estar más de un mes viviendo en Leviv, en el oeste del país. Se fueron tras la primera semana de guerra.
"Tras varios días durmiendo en el pasillo, pensando que en casa íbamos a estar mejor que irnos a cualquier lugar a buscar refugio", reconstruye el periplo de su familia. Recuerda que los primeros días se limitaban a acatar normas básicas: mantenerse alejado de la ventana cuando suenan las sirenas de ataque aéreo, apagar las luces, dormir en el pasillo porque si la pared del dormitorio se destruye la del corredor no sufrirá daños, por lo que evitarían quedarse bajo los escombros.
Una noche escucharon las explosiones y "una de las niñas dijo que eran muy fuertes", al oírla su madre y su padre decidieron abandonar la capital y ponerse en marcha. Tardaron dos días en llegar a Leviv y se quedaron en casa de amigos.
"Necesitamos trabajar y no será fácil"
Les costó abandonar su casa, aún recuerda como cogieron algunas fotografías para llevárselas de recuerdo junto con la documentación, los dos gatos y la tortuga, y emprendieron la huida en el coche. "Todavía tengo en el bolso las fotos que me llevé" dice en un tono que deja relucir el sentir general, la probabilidad de tener que volver a huir.
Insiste en mostrarnos su hogar, amplio y con grandes ventanales que dan al parque de las niñas. Es muy luminoso y en una pared naranja cuelgan las fotografías de toda la familia que exhibe a modo de altar, pero de nuevo vuelve a su periplo, "fue el viaje más horrible de su vida, la guerra volverá a la ciudad y tendremos poco tiempo para escapar", concluye siniestra.
Finalmente, le vuelve la sonrisa. Se siente afortunada porque, al menos, su hogar no ha sido destruido. Preguntaba en varias ocasiones por su estado cuando estaba fuera. Al volver se ha asegurado que todo estaba en su sitio, ya que conoce a muchas personas que lo han perdido todo. Aun así, el desafío de volver es enorme. Ha vuelto a su ciudad, pero ahora necesita buscar trabajo.
Es politóloga y antes trabajaba en una ONG. "Necesitamos trabajar y no será fácil", recuerda. La crisis económica que atraviesa el país no tiene precedentes, según nos infiere.
El informe Economía desde perspectiva global del Fondo Monetario Internacional prevé una contracción económica de al menos el 35% este año en la economía ucraniana. Jóvenes como Kateryna temen que lo peor esté aún por llegar. Ahora habrá que reconstruir con la amenaza de fondo de la incertidumbre, porque la guerra también ha destruido el futuro, aunque jóvenes como Kateryna han decidido volver para reconstruirlo