La insólita relación entre rehenes y secuestradores que dio nombre al síndrome de Estocolmo
- Kristin Enmark, una de las retenidas, mantuvo una relación sentimental años después con uno de sus secuestradores
- El primer ministro sueco, Olof Palme, negoció -sin éxito- la liberación de los secuestrados con una de las rehenes
En el otoño de 1973, dos atracadores asaltaron el Kreditbanken de Estocolmo y durante seis días retuvieron a cuatro rehenes. Sorprendentemente, los retenidos comenzaron a colaborar con sus secuestradores en contra de la policía que intentaba liberarlos. Ese inédito mecanismo de supervivencia dio nombre al conocido, desde entonces, como síndrome de Estocolmo.
Un atraco que sorprendió a todos
El 23 de septiembre de 1973, Jan Olsson y Clark Olufsson, dos delincuentes que habían coincidido en la cárcel, llevaron a cabo lo que a posteriori se convertiría en el atraco más inaudito de la historia.
“Levanté el arma, disparé al techo y ahí empezó la fiesta“
El robo del Kreditbank de Estocolmo comenzó como cualquier otro asalto. Jan Olsson, que hasta entonces solo había reventado cajas fuertes y robado en oficinas de correos, quiso dar un paso más. "Levanté el arma, disparé al techo y ahí empezó la fiesta", recuerda Olsson, casi cincuenta años después de entrar, metralleta en mano, en aquella oficina bancaria, que dinamitaría más tarde. Junto a Olofsson, un peligroso delincuente que estaba cumpliendo condena como cómplice en el asesinato de un policía, retuvieron a tres mujeres y un hombre durante seis largos días.
“Nunca había visto a un rehén ponerse del lado del secuestrador“
En todo ese tiempo, el terror y la necesidad de los rehenes por encontrar la complicidad con los secuestradores, dieron lugar a una insólita relación entre ellos, que desconcertó hasta los propios captores. "Nunca había visto a un rehén ponerse del lado del secuestrador", admite Jan. "Se comportaban como si fuésemos amigos", prosigue, recordando que ni él ni Olufsson daban crédito.
Colaboración en contra de la policía
De pronto, los rehenes comenzaron a colaborar completamente con sus secuestradores y en contra de la policía que estaba empleándose a fondo para liberarlos. “Lo que estaba pasando era surrealista”, rememora Kristin Enmark, una de las rehenes. "Era terrorífico. Esa es la palabra, puro terror. No era capaz de pensar", insiste, mientras asegura que "hice todo lo que pude para sobrevivir".
“Queremos un coche en la puerta, nos llevamos a dos de las chicas porque ellas quieren“
Pero también confiesa, inmersa en un mar de pensamientos contradictorios, que lo pasaron bien en muchos momentos. "Recuerdo que me reí y que conté historias". El segundo día de secuestro, con los rehenes en el mismo equipo que los captores, Olufsson manda un mensaje a la policía. "Queremos un coche en la puerta, nos llevamos a dos de las chicas porque ellas quieren", informa.
Pero los agentes, que hasta el momento habían actuado como en cualquier otro atraco, no salen de la incredulidad cuando escuchan decir a Enmark: "Confío en ellos por completo. La verdad es que daría la vuelta al mundo con ellos". Nadie entendía el inesperado giro que el atraco al Kredibank acababa de dar.
Y, entonces, Estocolmo se convirtió en un síndrome
“Éramos nosotros contra ellos. Todos nosotros, los seis: todos para uno y uno para todos“
Tres días después del atraco, las negociaciones se suspendieron y cuarenta policías rodearon el edificio a la espera del más mínimo movimiento de secuestradores y rehenes. "Me sorprendió mucho, la verdad", reconoce Olufsson. "Éramos nosotros contra ellos. Todos nosotros, los seis: todos para uno y uno para todos", continúa. Los expertos señalaron la dificultad de sobrevivir en una situación tan peligrosa y durante tanto tiempo, sin sentir algún tipo de seguridad.
Y dentro del Kreditbank, la seguridad la proporcionaban Jan Y Clark. "Les demuestras que la policía no se preocupa por ellas, ni por sus sentimientos, ni por su bienestar, y yo sí", revela Clark Olufsson. "Eso es el síndrome de Estocolmo", remata con arrogancia.
Un final no tan feliz
“Vinieron a verme, muy amables. ¿Quién quiere volver a ver a un atracador cuando sale de la cárcel?“
Al sexto día del asalto llegó el final. La policía logró sus objetivos, introduciendo gas en la caja acorazada del banco donde se habían agazapado los dos secuestradores con los cuatro rehenes. Jan Olsson y Clark Olofsson se rindieron, pero el apoyo incondicional de las tres mujeres y el hombre retenidos se prolongó tras la liberación y hasta los tribunales, donde defendieron a sus captores, se negaron a declarar contra ellos y recaudaron fondos para su defensa. "Vinieron a verme, muy amables. ¿Quién quiere volver a ver a un atracador, quedar con él cuando sale de la cárcel?", admite Jan Olsson.
Incluso, sigue relatando que su compañero de atraco, Clark y Enmark, tuvieron una relación con el tiempo. "No estoy enamorada de él, pero le quiero. Me salvó", declara la rehén que, junto al resto de secuestrados desarrollaron la sorprendente respuesta psicológica que dio nombre al síndrome de Estocolmo.