Mayores: maestros de la vida, aprendices en la red
- Cuatro de cada diez personas mayores de 65 años no sabe entrar en internet
- Muchos se forman en talleres organizados en los centros de mayores
Nuestros mayores son maestros de la vida y aprendices en este mundo tecnológico y trepidante. Quieren salir de la oscuridad digital para sobrevivir. Aunque la brecha digital se va acortando, todavía 4 de cada 10 mayores de 65 años no sabe entrar en internet. Quizá por eso los talleres de informática son ahora mismo los cursos estrella en los centros de mayores. Miles de jubilados acuden cada semana a clases como las que imparte Juanjo, en el distrito madrileño de Hortaleza. "Es muy difícil, nos ha costado mucho", cuenta José Antonio. "Al principio no sabíamos ni dónde estaba el botón"
“José Antonio: "Al principio no sabíamos ni dónde estaba el botón"“
Es otro jueves cualquiera y ahí están Félix, Bernardo, Antonio y Mercedes. Tienen entre 70 y 85 años. El ejercicio consiste en descargarse una aplicación: la tarjeta sanitaria. "Al principio si que tenía alumnos que no sabían ni encender el móvil", reconoce Juanjo, "pero a día de hoy no es que les cueste aprender, es que tienen un montón de miedo. Yo intento quitárselo para que puedan ir abriéndose al mundo porque si no están perdidos".
“José Luis: "Si vas a un banco o quieres una cita médica tiene que ser con esto. Si no sabes estás acabado". “
Pepe tiene 85 años y apunta cada paso en una libreta. Son demasiadas instrucciones. Está atascado. "No me acuerdo de dónde he pinchado. Lo que peor llevo es recordar todas las cosas. En casa lo paso a limpio y practico. En el móvil soy un negado y también con el ordenador. Son cosas que para nosotros han venido muy tarde". A su lado José Luis se lamenta,"si vas a un banco o quieres una cita médica tiene que ser con esto. Si no sabes estás acabado".
Carlos San Juan: David contra Goliat
Temerosos e incapaces de acceder a internet, la llegada repentina del confinamiento les dejó aislados, fuera de juego. Tres de cada 10 mayores no pudieron sacar dinero, mirar sus cartillas o resolver gestiones cotidianas. Con los bancos cerrados, decenas de jubilados deambulaban de una sucursal a otra para cobrar su pensión. "El drama era con personas que veían una alteración en su cartilla y los cajeros modernos no las aceptaban. Incapaces de acceder a nuestra cuenta se nos invitaba a volver con un familiar o entrar en la aplicación. Yo veía las expresiones de la gente cuando les decían que entrase en la APP, ¿qué es eso de la APP? me preguntaban". Lo cuenta Carlos San Juan, el David contra Goliat. Se ha convertido en líder de la lucha de los mayores por un trato más humano de los bancos. Su campaña 'Soy mayor, no idiota' consiguió 650 mil firmas, sacar los colores al gobernador del Banco de España y reunirse con todos, hasta con la vicepresidenta Nadia Calviño.
“Carlos San Juan: "He visto llorar a personas mayores en la cola de la sucursal, impotentes, sin poder ver su pensión, acceder a sus ahorros"“
Todo comenzó cuando le invitaron a marcharse a otro banco si no estaba conforme con la limitación horaria: "Es que era tremendo, un drama. He visto llorar a personas mayores en la cola de la sucursal, impotentes, sin poder ver su pensión, acceder a sus ahorros. Acercarse con su contraseña apuntada en un papelito y decirte que si le ayudabas te invitaba a desayunar. Eso no era apropiado". Carlos San Juan dobló el brazo al gigante. Ha logrado el compromiso de las entidades financieras para mejorar la atención personal a los mayores, que los cajeros se adapten a sus necesidades y se trabaja en un proyecto de ley para frenar el cierre de oficinas en la España vaciada, donde un millón trescientas mil personas no tienen acceso al efectivo.
Pero la cuestión va más allá. El diseño de las páginas webs, el lenguaje incomprensible o los enlaces escondidos les complica cualquier gestión administrativa. "Las aplicaciones no son intuitivas. No dicen claramente dónde hay que pinchar. Te esconden el clic o tienes que ir buscando el enlace hasta que al final das con ello. Por eso muchos mayores se asustan y no se meten por temor a dar al botón y perderlo todo o que les roben los datos". "¡Para esto del COVID, se queja Pedro, te dan una cantidad de números que hay que tener un bolígrafo para apuntarlo! ¡A mí no me da tiempo, dice Petri, "y mi hija me regaña: mamá fíjate me dice... ¡si yo me fijo, pero no da tiempo!".
El miedo a lo desconocido
Miedo al error, a lo desconocido, a quedar atrapado en un enlace sin salida. Emiliano no es un analfabeto digital. Tiene un portátil y pasa las horas buscando perfiles, rutas y leyendo noticias. Domina la aplicación del banco, pero le asusta perderse más allá de esas páginas: "Nos pasa al contrario que a los niños. Ellos exploran y tocan todo. Nosotros en cambio vamos cargados de miedo y no avanzamos". María pasa los 75 y es puro nervio: “Si yo me meto en todo, lo que pasa que cuando me dice: ¿quieres eliminar? entonces digo que no porque como no sé lo dejo hasta que pido ayuda". Ana se lamenta: “Yo no tengo a nadie en casa, estoy sola, ¿Tú sabes que miedo en el confinamiento? No me atrevía a mirar el móvil por si daba a algo, me equivocaba y me quedaba colgada"
“OCU: "Nunca la Seguridad Social que nos paga la pensión nos va a pedir los datos. Ya los tiene"“
Les encantan las aplicaciones sencillas. Ver recetas en Youtube, fotos en Facebook, rutas en Google y la estrella de todas: la APP del transporte público. Pero huyen de internet y de todo lo que tenga que ver con dinero. No se fían. Solo el 11 por ciento de los mayores de 75 han comprado alguna vez en la red. Son los más vulnerables. Están en el punto de mira de los estafadores, porque si desconoces el lenguaje digital no puedes defenderte. Por ejemplo, cuando te amenazan con cerrar una cuenta, que probablemente ni siquiera has abierto, y para no perderla alguien te dice que necesita tus datos. O cuando te reclaman un pago para evitar un daño mayor. " Hay que desconfiar de estos mensajes", advierten desde OCU: “Si es algo importante vendrán a reclamarlo, teniendo en cuenta que nunca la Seguridad Social que nos paga la pensión nos va a pedir los datos. Ya los tiene. Es al revés, nosotros tendremos que llamar y decirles nuestras claves".
Videollamadas: su antídoto contra la soledad
Once y media en el Centro del Carmen. Empieza la clase de Whatsapp. Hoy aprenden a hacer grupos. Paz ya sabe. Está orgullosa. "Yo tengo uno con mis amigas y cuando es el cumpleaños de alguna ¡ahí vamos todas a barullo!". "A mí me encantan las videollamadas", confiesa Juani: "Cuando María se va al pueblo hablamos y ¡qué ilusión! ¡Si cogemos espárragos o setas pues nos lo enseñamos! “.
Las videollamadas. Nada como ver de cerca a los que están lejos. Un chute de vida en el confinamiento. El antídoto contra la soledad. Muchos aprendieron a marchas forzadas. Con los centros cerrados, Juanjo y su compañera Deborah les enseñaron en el parque: "Llegaban con su móvil, un boli y un papel. Era un mundo para ellos. Con algunos tuvimos que empezar desde el principio. Les enseñábamos paso a paso, porque era la única manera de comunicarse con las familias, que hasta ese momento no lo estaban haciendo porque no sabían. Había casos que la única llamada que recibían era la nuestra. Era una llamada de alivio"
Todos tienen el teléfono de Juanjo para una emergencia." Es nuestro salvador”, dice Félix, “sin él estaríamos perdidos". Llaman a la puerta. Se interrumpe la clase. Una mujer, angustiada, pregunta por él. No sabe desbloquear la pantalla del móvil. Aprende y se marcha aliviada.