Garzón propone volver a una dieta mediterránea con menos carne para mejorar "la salud individual y la del planeta"
- Los productos que más contribuyen al impacto ambiental de la alimentación son la carne (45%) y los lácteos (15%)
- Así se desprende de un informe del Ministerio de Consumo y la Comisión Europea sobre la huella del consumo en España
La alimentación está detrás de más de la mitad de los impactos ambientales del consumo en España, y dentro de ella la carne (45%) y los lácteos (15%) son los que más contribuyen a esta huella ecológica. Por ello, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha planteado la necesidad de una reducción del consumo de productos de origen animal, "que no solo estaría conllevando a una mejora de los impactos ecológicos, sino que se correspondería con la dieta mediterránea".
Así se desprende de los datos del "Informe de sostenibilidad del consumo en España", elaborado por Consumo y el Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea y presentado este viernes. El estudio, pionero en Europa al analizar la huella del consumo de un país, muestra el impacto que tendría una reducción del 25% y del 50% del consumo de productos de origen animal. "Los cambios en nuestra dieta podrían mejorar la salud del planeta y nuestra propia salud", ha defendido Garzón en la presentación.
Una disminución del 50% del consumo de carne y lácteos, sustituyendo estos alimentos por otros a base de cereales, legumbres y huevos, "puede reducir el impacto generado en todas las categorías" analizadas, con "reducciones próximas al 40% en lo que se refiere al agotamiento de la capa de ozono, a la acidificación y eutrofización terrestre", señala el informe, que también añade que repercutiría en la mejora de otros parámetros como el cambio climático o la toxicidad.
"La verdadera ironía de todo esto es que parte de la solución está en la dieta mediterránea, consustancial a la trayectoria dietética y nutricional de nuestro país, pero que en aras de los desarrollos históricos recientes se ha ido perdiendo", ha señalado el ministro. Los nuevos modos de alimentación "han repercutido en la salud de los más vulnerables, como los menores, y en la del propio planeta", ha insistido.
Garzón ya había defendido en el pasado en la necesidad de consumir menos carne, lo que provocó varias polémicas en la esfera política. En julio del año pasado, la campaña de su cartera "Menos carne, más vida" sobre el impacto ambiental de la ganadería intensiva, provocó una oleada de críticas por parte de ganaderos, oposición y el propio Gobierno. El tono subió de nivel en enero de este año, después de una entrevista en The Guardian en que criticaba que España exportaba carne "de mala calidad de animales maltratados" en macrogranjas, lo que llevó incluso a PP y Vox a pedir su reprobación en el Congreso.
Movilidad y vivienda, los otros grandes impactos
Más allá de la alimentación, que representa el 52,1% de la huella ambiental del consumo, las otras dos principales fuentes de impactos ecológicos son la movilidad (17,1%) y la vivienda (16,2%). Estas tres áreas representaron, conjuntamente y para el año 2018, el último analizado, el 85,3% de toda la Huella de Consumo de España.
Los vehículos diésel, los de gasolina y el transporte aéreo continental son los mayores contribuyentes a esta huella en el apartado de movilidad. En vivienda, el consumo de energía por calefacción y electrodomésticos provoca la mayor cantidad de daño ambiental, pero el impacto de este sector es menor que el de la media europea, "lo que se debe al consumo energético para calentar los hogares, más necesario en otros países", según ha resaltado Esther Sanyé-Mengual, investigadora del JRC y coautora del informe, mientras que en alimentación ocurre lo contrario, y España supera en un 26% la media de los países vecinos.
Garzón ha utilizado este aspecto para reivindicar que si España ha conseguido mejorar en materia de vivienda y reducir su consumo energético, "hay mucho margen de mejora en otros ámbitos", según ha señalado en referencia al de la alimentación. Este sector fue el que más contribuyó a la eutrofización terrestre y marina -un 81,6% la primera y un 79,6% la segunda-, es decir, en el proceso de contaminación de las aguas por exceso de nutrientes procedentes de actividades, como agricultura y ganadería.
La alimentación también pesó en el agotamiento de la capa de ozono (un 79,6 %) y los usos del suelo (76,7 %), y contribuyó a la acidificación (73,7 %) y el uso de agua (72,3 %). En general, este ámbito pesó más que la contaminación del transporte en la mayoría de los aspectos analizados.
La reducción en alimentación sería la que más contribuiría a una disminución del impacto ambiental -entre un 30% y un 40% según el factor analizado-, mientras que el reciclaje, reutilización y la reparación de electrodomésticos, otro aspecto estudiado, el impacto sería de entre un 1 % y un 5 %.
El informe se ha elaborado a partir de datos de la Comisión Europea que esta recoge periódicamente para los miembros de la UE. Un equipo de Consumo y el JRC los ha recopilado durante estos dos últimos años y ha analizado cómo se aplican en concreto a España, que se convierte en el primer país en llevar a cabo este estudio a nivel nacional. Para ello, se han analizado 164 productos representativos y cómo impactan en 16 aspectos, del cambio climático a la ecotoxicidad del agua dulce, pasando por el uso de agua, del suelo o el agotamiento del ozono.
El consumo de agua, detrás del incremento de la huella de consumo española
Entre 2010 y 2018, los años analizados, la huella del consumo ha aumentado tanto en España como en Europa. La huella per cápita española, que durante la gran recesión se encontraba por debajo de la media europea, se ha situado por encima de esta en 2018. Se debe en gran parte, explican los investigadores, al gran consumo de agua en la agricultura, en el turismo y a la escasez endémica de nuestro país..
Este uso es seis veces mayor al de la media de los países de la UE y se sitúa como el sexto país con el mayor consumo per cápita, lo que se explica por el elevado consumo en el sector agrícola, según el informe. En cuanto al resto de factores, "España ocupa por norma general una posición intermedia (e incluso intermedia-baja)", excepto con el agotamiento del ozono (donde nuestro país ocupa la séptima posición).
El informe es pionero también en diferenciar la huella interior, aquella en la que se reflejan los impactos ambientales en territorio nacional, frente a la huella de consumo total. Mientras la primera ha registrado un descenso continuado en los ocho años analizados, la segunda ha aumentado. Es la que incluye también impactos deslocalizados, como la destrucción de la selva amazónica que provoca la fabricación de pienso para alimentar a la ganadería española. Sí que ha aumentado la huella interior desde 2016, lo que se explica por la extracción de recursos minerales y metales como la plata, según han apuntado las autoras del estudio en la presentación.