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Literatura

'Historia de los abuelos que no tuve': Ivan Jablonka y la desaparicion de su familia en Auschwitz

  • Historia de los abuelos que no tuve reconstruye sus vidas en una investigación que es también una biografía familiar
  • "Mi libro es una reflexión sobre la desaparición en las familias y no hace falta ser judío para entender esa angustia"

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'Historia de los abuelos que no tuve', el escritor Ivan Jablonka reconstruye la vida de sus abuelos judíos

Ivan Jablonka (París, 1973) es profesor de historia en la Universidad de París XIII. En España ha publicado, coeditados por Anagrama y Libros del Zorzal títulos como Laëtitia o el fin de los hombres, En camping Car o Hombres justos. Ahora se publica en español Historia de los abuelos que no tuve, en el que relata la búsqueda de dos fantasmas, sus abuelos paternos a los que nunca llegó a conocer. Víctimas anónimas de una historia que atravesó sus vidas. Judíos polacos, militantes comunistas, conocieron la persecución y la cárcel. Cuando las nazis invadieron su país huyeron a Francia, donde tuvieron dos hijos, después fueron deportados; su pista se pierde en Auschwitz. Sobre esta búsqueda de respuestas y sobre las tragedias que parecen no terminar en Europa, hemos charlado con Jablonka en su reciente visita a Madrid para presentar el libro y participar en unos encuentros literarios en el Instituto Francés.

P- Como historiador, como novelista, en este trabajo se unen dos facetas y a la vez una historia personal, una historia familiar, ¿qué fue lo que le llevó a seguir esta historia?

R- Desde niño sentía que había un vació en mi familia, estábamos mutilados, y esa ausencia yo la sentía desde niño. Creo que me hice historiador para responder a las preguntas que me hacía o más exactamente a las preguntas que mi padre se hacía sin poder responderlas. Desde hace años dudaba entre dos voces, por el día era historiador, con mi nombre verdadero hacía una tesis de doctorado en la Sorbona y por la noche bajo seudónimo escribía novelas. Estaba un poco atrapado entre esos dos amores y me decidí a escribir un libro de historia que fuera también un trabajo literario.

P- Un historiador es preciso con las fechas, los datos, pero hay espacios que tiene que rellenar, ¿Ha utilizado la ficción en esos espacios vacíos?

R- La cuestión del vacío, de la ausencia, es una de las más importantes en la Historia y no podemos responder a todo, Hay zonas de sombras que hay que reconocer. Mi elección es respetar ese vació, reconociendo que hay dudas, sorpresas y que es mejor dejar esos espacios sin rellenar porque forman parte de la búsqueda histórica. No hay ficción, no hay invención, cuando no sé algo lo digo y eso forma parte de la ética del historiador.

P- Hablamos de un país de Polonia con toda su carga histórica de sufrimiento con cifras terribles en lo que respecta al Holocausto. En Parczew (fronteriza con Ucrania), la ciudad de sus abuelos, 4.000 personas fueron deportadas a Treblinka en 1942. Los judíos eran entonces la mitad de la población, hoy son unos miles. Las cifras nos dan una idea de lo que significó ese ataque a los judíos, pero como narrador usted consigue hacernos sentir el sufrimiento de seres humanos de forma dramática pero nunca melodramática.

R- Este es un libro de historiador, pero también de un nieto. Como nieto me siento ligado a mis abuelos, aunque no los haya conocido y para mí es emocionalmente primordial contar su historia, pero soy historiador y como tal tengo que tomar distancia y una cierta frialdad en relación con el objeto de mi investigación, si no no sería Historia, El libro se escribe en un contexto particular, mis abuelos han vivido todas las tragedias del siglo XX, el estalinismo, el ascenso de los totalitarismos en Europa, la segunda guerra mundial y el genocidio judío. Han atravesado todas esas tragedias colectivas que para ellos son también tragedias individuales, más allá de ese contexto, mi libro es una reflexión sobre la desaparición en las familias y creo que no hace falta ser judío para sentir que en todas las familias hay algún tipo de desaparición. En España lo sabéis bien con la Guerra Civil también en Argentina o Chile en las dictaduras de los 70. El mismo hecho de la desaparición es algo que avergüenza a los países y a las familias, mi libro tiene algo de universal, esa ausencia la pueden sentir muchas familias. Hay un tiempo en el que el destino viene a aplastar una familia. La desaparición de mis abuelos me ha sucedido a mí, pero también nos ha sucedido a todos. Es algo colectivo y es esa colectividad la que he querido describir.

Portada de 'Historia de los abuelos que no tuve'

P- Su investigación casi es puerta a puerta visitando a algunos de los coetáneos de sus abuelos o que podían haberles conocido, en algunas de esas visitas va acompañado de su padre, ¿se siente satisfecho con esa búsqueda o el vacio sigue presente?

R- No hay mucho archivo ni testimonios, he dedicado mucho esfuerzo para conseguir poca cosa Durante 5 años he hecho de todo para seguir el rastro de mis abuelos. Viajé a 5 o 6 países, una veintena de archivos recogí muchos testimonios; era fundamental hacer ese esfuerzo, aunque finalmente me sintiera muy triste porque muchos archivos han desaparecido, muchos testigos habían muerto. Ahora he sido capaz de hacer un libro bastante gordo, me he dado cuenta de que es imposible recoger toda la riqueza, la complejidad de una vida humana, basta reflexionar sobre nuestra vida, toda nuestra vida, no cabe en un libro, nuestros amores, nuestras decepciones, no caben.

P - Europa está viviendo ahora una nueva guerra tras la invasión de Ucrania. ¿Cómo historiador es capaz de tomar la distancia necesaria para reflexionar sobre lo que sucede?

R- Tengo doble personalidad, el historiador habla de las cosas con distancia y con flema, pero como ciudadano soy inquieto y estoy preocupado por lo que pasa. Como historiador pienso que hay una continuidad entre los años 20 y hoy, esa zona, Rusia del oeste, Ucrania, Polonia, son territorios de sangre, como los denominan algunos de mis colegas. Zonas donde ha habido masacres, genocidios, matanzas organizadas durante todo el siglo XX y de manera trágica eso ha vuelto a empezar. El historiador no está completamente sorprendido. Al mismo tiempo, el ciudadano está incómodo, preocupado porque hay de nuevo una guerra en Europa. Cuando era joven estaba la guerra de los Balcanes, que fue traumática y ahora una repetición de los pasajes más trágicos y con una vuelta de tuerca, los rusos que vencieron al nazismo se han convertido ahora en una potencia agresiva y de ocupación.

Idesa y Marcel en 1940, la abuela y el padre de Ivan Jablonka

P- Si hablamos de Francia, donde algunos de los judíos que huían de Polonia se dieron de bruces con una Francia colaboracionista que no los protegió, ¿cree que la ultraderecha actual puede ser un peligro similar para las minorías a lo que fue aquella del régimen de Vichy?

R- La situación francesa es preocupante, entre otras cosas porque la extrema derecha está muy alta en los resultados electorales, no es una fuerza de protesta, sino que quiere ser de gobierno. Es muy distinto lo que proponía Le Pen padre a finales del siglo XX y la ultraderecha de Marie, que es populista, racista y antieuropea. No es la misma familia que la ultraderecha de mediados del XX obviamente no van a abrir campos de concentración, pero sí que van a intentar destruir Europa, poner en marcha una política xenófoba e incompetente que puede causar mucho daño a Francia.

P- Hace dos años se publicaba en España su ensayo Hombres justos en el que aborda los orígenes del patriarcado y apuesta por nuevos modelos de masculinidad no basados en la virilidad ni en la violencia. Piensa que las sociedades occidentales podrán avanzar en este sentido.

R- Mi idea de base es definir el rol de los hombres después del Me Too ¿qué masculinidad necesitamos? Hay hombres que han comprendido el desafío que el feminismo supone para la masculinidad y trato de reflexionar sobre eso. Qué es un hombre bien, desde el punto de vista de las relaciones de género y de la relación entre hombres y mujeres. Hay que definir, comportamientos, actitudes, éticas para reconciliar lo masculino y la justicia de género. Por un lado, soy optimista porque creo que muchas cosas cambian entre los más jóvenes, pero también soy pesimista cuando veo el estado del mundo porque hay regresiones en los derechos de las mujeres en todo el mundo.

Eso nos recuerda que los derechos de las mujeres no se han conseguido de ninguna manera, y hay que seguir el combate, la lucha es algo contemporáneo en todo caso, Como hombre pienso que hay que decirlo públicamente y que hay que inventar una nueva solidaridad, nuevas alianzas políticas para que los hombres encuentren su lugar en la lucha feminista.

Hacen falta políticas, educación y una reflexión colectiva e individual. Que cada hombre se pregunte sobre su posición y sobre la dominación. No basta con no ser violento, hay que preguntarse de donde viene tu poder y porque todo el mundo es favorable a la igualdad desde un punto de vista teórico, pero la rechaza cuando toca temas concretos, ¿quién recoge a los niños, quien deja su trabajo cuando el niño está malo etc.