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Opositar, una carrera de fondo que puede pasar factura en la cartera y la salud: "Era incapaz de estudiar sin llorar"

  • Los estudiantes a veces se dedican en exclusiva a las convocatorias y hacen jornadas de hasta 10 horas de estudio
  • Además, muchos de ellos se enfrentan a los costes de academias, preparadores, apuntes, cursos y tasas

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Una joven estudiando con su ordenador
Una joven estudiando con su ordenador

Las oposiciones no son un camino de rosas. Para Laura, más bien, son una larga carrera de fondo que desgasta económicamente a su familia y que ha llegado a afectar a su salud mental. La joven de 28 años lleva tres persiguiendo una plaza en los Cuerpos Generales de la Administración de Justicia y conviviendo con la incertidumbre y la frustración. "Puede llegar a ser muy duro", señala al recordar su última convocatoria, cuando un examen fallido le hizo colapsar: "No podía entrar a la habitación. Era incapaz de estudiar sin ponerme a llorar".

Después de jornadas maratonianas entre cuatro paredes y torres de apuntes, no pasar las pruebas suele suponer un duro golpe para los opositores. Sin embargo, es también lo más común. Según cuenta el preparador de profesores de instituto de biología Javier Cabañero, obtener una plaza de funcionario a la primera es "prácticamente imposible". En el caso de los docentes, el experto señala que suele ser necesaria una media de hasta tres convocatorias (seis años). Una cifra que se ve alterada según el tipo de empleo, la oferta de plazas de la comunidad y la demanda de las mismas.

Domingo, por ejemplo, lleva cinco años opositando al Cuerpo Superior de Inspección de Trabajo y Seguridad Social. Aunque espera conseguir su plaza pronto, lo cierto es que la experiencia y el extenso temario le llevan a no ponerse una fecha concreta. Este complicado proceso selectivo cuenta con más de 240 temas y en 2020 convocó 45 plazas de turno libre a nivel estatal, de acuerdo con el Centro de Estudios Financieros.

La soledad de estudiar hasta 10 horas diarias y descansar un día

"Algo más que una jornada laboral", así describe el opositor la duración de sus días de estudio. Cuando todavía no están cerca los exámenes, cuenta, suele comenzar temprano por la mañana, sobre 08:30 horas, y terminar en torno a las 20:00 horas, tras haber descansado un par de horas de por medio. La cosa cambia cuando la convocatoria está a la vuelta de la esquina. Entonces llega a despertarse a las seis o siete de la mañana y a terminar a las nueve de la noche. "Pero lo llevo bien, no soy una rata de biblioteca", bromea.

La vida social de un opositor es un poco triste

Este ritmo le impide viajar los fines de semana, pero sí se permite un día de descanso: el domingo. También se organiza de esta forma Laura, aunque reconoce que, pese a esa jornada especial, "la vida social de un opositor es un poco triste". "Si encima no puedes compaginarlo con un trabajo es más duro porque no puedes permitirte apuntarte a algunos planes", explica.

Laura a veces siente que la vida pasa ante sus ojos. Las redes sociales le muestran a sus amigos cumpliendo metas, pero su propio camino parece no avanzar. "Con 28 años te encuentras parada en una habitación mientras los demás siguen con su vida", añade la opositora a la Administración de Justicia. Esta sensación la comparte Sandra, quien lleva tres años preparándose una plaza en al Cuerpo Nacional de Policía y compaginando el estudio con trabajos a media jornada.

Según cuenta a RTVE.es, Sandra puede pasar semanas sin ver a sus amigos. "Llega un momento en el que te encuentras muy solo, sobre todo si estudias en casa", lamenta la joven de 33 años. Por este motivo, para ella reunirse en la biblioteca con otros opositores es como una especie de "terapia". Valoran el apoyo fundamental del entorno más cercano, dice, pero este no suele comprender las inquietudes y los miedos por los que pasan durante el proceso selectivo.

Ansiedad, autoexigencia e incertidumbre

Opositar es competir. Y a veces la autoexigencia se les escapa de las manos, confiesan los estudiantes entrevistados. A Domingo, la responsabilidad de tener varios años de preparación sobre su espalda y el deseo de aprobar finalmente le llevaron a vivir su primer ataque de ansiedad el año pasado, cuando se acercaban los exámenes. "A veces piensas que las oposiciones son o la vida o la muerte", recuerda, "llegas a creer que no hay nada después de ellas".

Como el proceso de conseguir un empleo público no suele ser rápido, los estudiantes también pueden experimentar algunos síntomas del conocido como "síndrome del impostor" y desconfiar de sus capacidades. "Sientes que te estás aprovechando de tus padres, que eres un mantenido", algo que "pesa mucho" emocionalmente cuando los opositores se dedican exclusivamente a las convocatorias.

En el caso de Laura, a estos pensamientos se le suma la incertidumbre de no saber cuándo van a convocarse sus oposiciones. Las de los Cuerpos Generales de la Administración de Justicia no son anuales, explica la joven, y en tres años solo ha tenido una oportunidad para presentarse. Sin embargo, todos los días tiene que sentarse en su escritorio a la espera de estar preparada cuando salga el proceso selectivo, una situación que describe como "muy dura" y "agotadora". "Estoy harta de ser la eterna opositora", apostilla.

Asimismo, los opositores coinciden mayormente en que suelen subestimar la dificultad de conseguir un empleo público. En la academia de Javier Cabañero, algunos alumnos llegan a dejar incluso la preparación. En torno a un 10 % o 15 % de los aspirantes a docentes de secundaria abandonan su objetivo anualmente, según el profesor, quien señala que suelen hacerlo al par de meses de empezar o cuando los exámenes se acercan.

La factura de un opositor: academias, preparadores, apuntes, cursos y tasas

Para poder competir hay que estar bien preparados -y, a veces, tener cierta solvencia económica-. Los opositores reconocen que, en ocasiones, el apoyo de la familia se vuelve fundamental en estas circunstancias, aunque algunos se aventuran también a compaginar los estudios con algún trabajo a media jornada o los fines de semana. Otros, además, evitan aumentar los costes formándose por su cuenta, sin la ayuda de academias o expertos, después de haberse presentado a varias convocatorias. Pero muchos han pasado en algún momento por centros o preparadores y acumulan recibos de apuntes, cursos y o tasas.

Míriam, antigua estudiante de Derecho de 24 años que oposita a la carrera judicial y fiscal, cuenta con la ayuda de dos preparadores. Para la joven es indispensable disponer de esta "presión externa", sobre todo cuando el proceso se alarga, algo habitual en su rama profesional, que cuenta con un extenso temario. "Creo que ninguna persona puede mantener el ritmo de estudio sola a cuatro años vista", opina.

Asimismo, acudir a una academia o a un preparador puede ayudar a ahorrar tiempo, según los estudiantes, pero no sale barato. El coste de este tipo de servicios suele rondar los 150 euros mensuales en procesos selectivos como los del profesorado, en lo que una preparación de 10 meses -el ideal para oposiciones anuales- alcanza los 1.500 euros. No obstante, este coste suele incrementarse en oposiciones con mayor temario, más pruebas o con mayor distancia entre sus convocatorias. De acuerdo con la experiencia de Míriam, en el terreno judicial alcanzan incluso los 400 euros al mes.

A este gasto hay que sumarle casi indispensablemente el de los apuntes. Aunque algunos centros suelen ofrecerlos dentro del precio, los opositores explican que cada cambio de legislación supone un desembolso. Según el tipo de oposición, también existen otros gastos extra como la preparación física, los códigos de legislación y las propias tasas del examen, que suelen rondar los 15 o 50 euros, de acuerdo con los estudiantes consultados.

Otros casos, además, piden ciertos cursos oficiales para "rellenar el baremo", apunta el profesor Javier Cabañero. Los opositores a profesores de secundaria, por ejemplo, suelen hacer siete u ocho de estas formaciones, que cuestan una media de 50 o 60 euros como mínimo. "Son otros 500 euros que paga casi seguro todo estudiante", indica.

Una inversión que merece la pena: "La calidad de vida es muy grande"

Aunque llevan varios años opositando y son conscientes del gran esfuerzo que supone tanto a nivel de salud mental como, a veces, económico, los estudiantes entrevistados están decididos a continuar el camino. "Merece la pena", contesta la mayoría.

Domingo, por su parte, es incapaz de imaginarse lo emocionante que debe ser "salir con el aprobado en la mano", pero sí es consciente de lo que supondría la estabilidad laboral. Si finalmente se logra la plaza, "la calidad de vida que te da es muy grande". Por eso, dice, para él opositar es como quien decide realizar una gran inversión y montar su propia empresa.

Estoy invirtiendo en mí mismo

"Estoy invirtiendo en mí mismo", explica a RTVE.es. Ser inspector de trabajo es su sueño desde hace muchos años y ahora, cuando más preparado se siente, es el momento en el que menos decidido está a abandonar. Pero no todos persiguen una plaza por un sueño. Lo sabe bien Cabañero: cada vez más personas acuden a su academia por la precariedad laboral. La incapacidad de conciliar el empleo con la vida familiar es uno de los motivos principales por el que los trabajos públicos están tan codiciados. Con este objetivo tan difícil de alcanzar en el sector privado, cuentan los opositores, permanecer motivado resulta más sencillo.