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'OTAN, de entrada no': el controvertido ingreso de España en la Alianza que hoy pocos cuestionan

  • Calvo-Sotelo culminó la integración en la Alianza el 30 de mayo de 1982
  • Una intensa movilización en contra forzó el referéndum de 1986
  • La pertenencia a la Alianza ha desaparecido del debate público

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Se cumplen 40 años de la entrada de España en la OTAN

Este 30 de mayo España se cumplen 40 años de la entrada de España en la OTAN. Madrid acogerá en junio una cumbre de la Alianza que se ha calificado de "histórica" y que deberá revisar los objetivos de la coalición en el contexto de la guerra de Ucrania y de la nueva competición entre potencias.

Hoy, la pertenencia a la alianza militar capitaneada por Estados Unidos no provoca grandes polémicas políticas. Pero en 1982, la opinión pública era contraria o no lo veía como una prioridad para un país que comenzaba a andar en democracia. La entrada provocó una gran movilización social que culminó con el referéndum de 1986, que perdieron los partidarios de abandonar la organización.

La OTAN afronta la guerra en Ucrania 40 años después de la entrada de España - Ver ahora

España antes de 1982: un país antimilitarista

La España que estaba culminando la Transición tenía problemas urgentes. Con una economía precaria, una sociedad en plena ebullición y el terrorismo, principalmente de ETA, muy activo, el golpismo dio su último susto el 23-F de 1981. Muchos españoles tenían recuerdos de la Guerra Civil que les vacunaban contra aventuras bélicas. La mayoría entendía la necesidad de entrar en la Comunidad Económica Europea (CEE), no así en una organización militar dirigida por EE.UU.

Según un sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de 1976, el 40 % de los españoles pensaban que España debía entrar en la OTAN, mientras el 17,1 % estaba en contra y el 42,5 % no se manifestaba. En cambio, el 71,1 % era partidario de ingresar en el "Mercado Común Europeo".

"La opinión pública era más bien contraria - explica Juan Luis Pan-Montojo, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) - Pesaba la tradición española de neutralidad a lo largo del siglo XX y en parte el recuerdo de la Guerra Civil. No había la sensación de que la OTAN reportarse ninguna ventaja directa en términos defensivos".

La opinión pública era más bien contraria, pesaba la tradición de neutralidad y el recuerdo de la Guerra Civil

"No era un objetivo prioritario, sobre todo para el gobierno de Suárez", relata a RTVE.es Antonio Navarro, economista, que hoy tiene 74 años. Navarro trabajó como consultor y analista de prospectiva económica para Presidencia del Gobierno entre 1976 y 1982, y posteriormente colaboró con Adolfo Suárez cuando el ya expresidente creó el Centro Democrático Social (CDS).

"España lo que necesitaba en aquella época era normalizar su sistema político, la democracia, y afianzar un acercamiento a Europa económico y social, no militar - opina Navarro - Veníamos de una dictadura dura y nuestro sistema económico registraba graves problemas estructurales que había que solucionar".

La izquierda era especialmente beligerante. Estados Unidos había incorporado en 1953 a la dictadura franquista a su estrategia contra la URSS con los acuerdos bilaterales. EE.UU. instaló bases militares en territorio español y a cambio la dictadura obtuvo apoyo y reconocimiento internacional, con la entrada en la ONU en 1956. Para los militantes de los principales partidos de izquierda, Estados Unidos había sostenido a la dictadura, y la OTAN era Estados Unidos. Además, en 1981 Ronald Reagan llegó a la presidencia, con políticas más duras hacia Latinoamérica, que alimentaban el antiamericanismo.

Calvo-Sotelo mete a España en la Alianza

A pesar de tener a la opinión pública en contra, el gobierno de Lepoldo Calvo-Sotelo indicó en su discurso de investidura la intención de que España ingresara en la Alianza, e inció las negociaciones. Para ello recabó el apoyo del Congreso, donde votaron a favor los partidos de derecha (AP, UCD) y los nacionalistas vascos y catalanes (186 votos), frente al bloque de la izquierda, encabezado por PSOE y PCE (146).

En diciembre de 1981, España hizo la solicitud formal de ingreso y el 30 de mayo de 1982 se completó la adhesión.

"Durante muchos años de régimen autoritario, Occidente y Europa han sido para los españoles sinónimos de libertad y democracia, como está escrito en las primeras líneas del tratado del Atlántico Norte al que acabamos de adherirnos", dijo Calvo-Sotelo ante los miembros de la Alianza reunidos en Bonn en la primera reunión en la que participaba España. El objetivo era "restituir a España" a su posición en Occidente, insistió.

España ingresa en la OTAN (1982)

Entre los motivos que llevaron a dar el paso, Pan-Montojo cita la idea de que la integración de las Fuerzas Armadas en una estructura internacional ayudaría a su modernización y a eliminar su tendencia a intervenir en política interna. Y, por otro lado, se pretendía obtener apoyos para la entrada en la CEE.

La pertenencia al bloque militar no era una condición imprescindible para entrar en el club económico europeo: Irlanda, que pertenecía a la CEE desde 1973, era y sigue siendo un país neutral; y Francia, socio fundador de la Comunidad Europea, estuvo ausente de la estructura militar de la OTAN entre 1966 y 2009. Pero se temía que la presión de EE.UU. provocara el veto de algún país (entonces, como ahora, se necesitaba unanimidad para acoger a un nuevo miembro).

España en la OTAN

"El mundo estaba dividido en dos bloques, la URSS y sus satelites por un lado y por otro lado en mundo occidental - recuerda en conversación con RTVE.es Ángel Donesteve, en aquel entonces un joven de 19 años que militaba en las Nuevas Generaciones de Alianza Popular (AP), el partido dirigido por Manuel Fraga. - En la derecha nadie dudaba que eramos atlantistas y que teníamos que estar con Occidente. Era un axioma que si quieres la paz, has de prepararte para la guerra. Además, todos entendíamos que si queríamos entrar en la CEE, eso pasaba por la pertenencia a la OTAN, las dos iban de la mano".

La campaña anti-OTAN

El movimiento anti-OTAN no nació en 1982 con la entrada en la Alianza. Estaba ya presente, al menos desde principios de 1980, nutrido por grupos pacifistas, ecologistas y de la izquierda extraparlamentaria, a los que se sumaron los partidos políticos de la izquierda tradicional, PSOE y PCE. La consigna de sus manifestaciones multitudinarias (250.000 personas en la Ciudad Universitaria de Madrid en noviembre de 1981) era simple y directa: "OTAN no, bases fuera".

"En mayo de 1979, cuando terminé la mili en Madrid, ya había pintadas en los cuarteles", recuerda José Manuel Quesada (64 años). Quesada se sumó al Comité Anti-OTAN en su ciudad, Jaén, creado en el invierno de 1981.

La gente normal, sin tener grandes ideas políticas, era antibelicista"

"No eran solamente los concienciados políticos, que se pueda decir que venían del PCE o de su órbita, o comunistas o anarquistas. La gente normal, sin tener grandes ideas políticas, era antibelicista y antinuclear", subraya, y destaca que hasta las asociaciones de vecinos, entonces muy potentes, se sumaron a la campaña.

Los comités anti-OTAN se extendieron por todas las ciudades y los pueblos medianamente grandes. En 1983 se creó la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP) para orquestar el movimiento a nivel estatal.

"Se hacían muchas manifestaciones, las gigantescas normalmente en Madrid, y las locales en cada ciudad - rememora Quesada - Una muy específica en Andalucía era contra la base de Rota. Había todo un repertorio de protestas, mucha propaganda, panfletos, pegatinas...".

Juan Luis Pan-Montojo cree que aquel movimiento fue "el último rescoldo de la intensísima movilización que había tenido lugar en España en los años setenta, en el franquismo final y la Transición".

En octubre de 1982 el PSOE, con Felipe González a la cabeza, ganó las elecciones generales con una histórica mayoría absoluta y un programa titulado "Por el cambio", que incluía la promesa de "congelar" las negociaciones de integración y convocar un referéndum. Su lema era: "OTAN, de entrada no".

José Luis del Hierro, 74 años, profesor de Filosofía del Derecho, militaba en el PSOE desde 1969 y participaba en las discusiones de un partido que, en aquella época, según explica a RTVE.es, todavía las decisiones se tomaban "de abajo a arriba". "En el programa de 1982 participaron las agrupaciones. Era capital abordar el tema la entrada en la OTAN. El referéndum se planteó como una solución, en la convicción de que iba a ganar el 'No'", asegura.

El giro del gobierno de González

Sin embargo, los máximos dirigentes de un PSOE ya en el poder estaban a punto de dar un giro. Del Hierro recuerda que en el XXX Congreso, en diciembre de 1984, el discurso de González ya indicaba un cambio de estrategia, pero el partido aún estaba en el "No".

La publicación de la convocatoria del referéndum en el BOE en 1986 no dejó lugar a dudas. El Gobierno socialista propuso la permanencia con tres condiciones: no integrarse en la estructura militar; la prohibición de instalar o introducir armas nucleares en territorio español, y la reducción progresiva de la presencia militar estadounidense. La pregunta del referéndum incluyó estas condiciones en un texto que fue tachado tanto por la izquierda como por la derecha de difícil y engañoso.

El cambio de orientación provocó la dimisión del ministro de Exteriores, Fernando Morán, abandonos en el PSOE y el enfrentamiento con el movimiento al que hasta entonces había acompañado. El cantautor Javier Krahe resumió con sarcasmo el sentimiento de los anti-OTAN en una sarcástica canción que fue censurada en TVE.

"Nunca he visto al partido tan dividido como en aquellos momentos - reconoce Del Hierro - Hubo escisiones, gente que se marchó. La división, el enfrentamiento, fue brutal. Hubo amigos que dejaron de serlo".

Años más tarde, el entonces ministro de Educación y luego Portavoz del Gobierno socialista, Javier Solana, llegaría a ser secretario general de la Alianza.

El referéndum de 1986

La fecha fijada para el refreréndum fue el 12 de marzo de 1986. A las puertas de la consulta, la opinión pública seguía mayoritariamente inclinada hacia el "No", como reconocía el propio presidente del Gobierno en una entrevista en el diario El País.

Además Manuel Fraga decidió promover la abstención por el desacuerdo con la pregunta, y con el lema "La respuesta sensata". "No podemos votar 'No', en ningún caso, ni podemos dar el 'Sí' a una pregunta de ese tipo", explicó Fraga en TVE.

El resultado final fue que ganó el "Sí" con el 52,5 % de los votos, mientras que el "No" se quedaba con el 39,8 %, y el resto se dividía entre votos blancos y nulos. La participación fue del 59,42 %.

Felipe González reconocía 22 años después en TVE que aquel fue uno de los peores momentos de su carrera política. "Fue un error serio. A los ciudadanos no se les debe consultar si quieren estar o no en un pacto militar, esto se debe llevar en los programas y se decide en las elecciones".

El militante socialista José Luis del Hierro votó "Sí" por pragmatismo", y por el argumento de que facilitaría la entrada en la CEE. "Amigos míos que votaron que "No" estaban temblando, porque veían que podía tener consecuencias. y lo verdaderamente prioritario y nos preocupaba era Europa".

Ángel Donesteve hizo campaña por la abstención, como había pedido Fraga, y porque la pregunta era "tendenciosa, un chantaje". Pero recuerda que el referéndum produjo "grandes discusiones" en el entorno de AP. "Hubo mucha gente que votó que 'Sí' y otros que 'No', unos por ir en contra contra del Gobierno y otros por salvar lo fundamental, que era la participación en la OTAN".

Antonio Navarro, que seguía siendo contrario a la permanencia en la Alianza militar, califica el giro de Felipe González de "traición" y cree que convenció a muchos votantes socialistas para cambiar su voto, haciendo posible que ganara el "Sí".

Para el movimiento anti-OTAN, significó una gran decepción. "Me fui convencido de que nos habían engañado - dice José Manuel Quesada - Era imposible que con una movilización tan grande de la ciudadanía hubiera salido el 'Sí'". "La gente se llevó un palo terrible - continúa - Gente que había participado a título personal, sin pertenecer a partidos, que participaba con entusiasmo, por colaborar, por sentirse solidario, salió escaldada, no volvió a participar en actividades de ese tipo".

No se volverían a ver grandes manifestaciones antibélicas en España hasta el "No a la guerra" de Irak en 2003.

El referéndum tuvo además consecuencias inmediatas para la política nacional. En primer lugar, el PSOE se alejó de los movimientos sociales. "Se consolida como un partido de izquierda claramente parlamentario, alejado de la calle, de los movimientos sociales, una institución separada de la acción en la sociedad", explica Pan-Montojo.

En segundo lugar, en torno al PCE nació Izquierda Unida (IU), con el objetivo de convertirse en "la izquierda de la movilización social", según el catedrático de la UAM.

Las condiciones acordadas en el referéndum no se cumplieron: en 1988 se firmó un nuevo tratado con EE.UU. que permitía la introducción de armas nucleares previo acuerdo del Gobierno español, y en 1999, nuestro país entró en la estructura militar de la Alianza.

La OTAN desaparece del debate público

40 años después, todos los entrevistados coinciden en no queda casi nada de aquellos encendidos debates. "Los políticos se encargaron de enfriar el tema, meterlo en el congelador, y ahora parece que estamos en la OTAN desde que España es España", se lamenta Antonio Navarro.

"La OTAN ha dejado de ser un problema para la opinión pública, se acepta como un hecho que está ahí - confirma el catedrático de la UAM Juan Pan-Montojo - Ni siquiera los minoritarios sectores euroescépticos en España la cuestionan excesivamente. Únicamente en algunos sectores a la izquierda del PSOE el antiamericanismo y por lo tanto el anti-otanismo tiene alguna relevancia, y eso lo hemos visto en debates sobre guerra de Ucrania", añade.

"La importancia en la opinión pública española es mínima, como por otra parte todos los temas de política exterior", insiste.

Según una encuesta del Real Instituto Elcano de febrero de este año, el 80 % de los españoles es hoy partidario de permanecer en la Alianza. En el último barómetro del CIS, 43,9 % estaba bastante o muy de acuerdo con que la OTAN intervenga militarmente en ayuda de Ucrania si Rusia no se retira.