Siete de cada diez fumadores quieren dejarlo: cómo superar una de las adicciones más difíciles
- Hay terapias y tratamientos que ayudan a dejar una sustancia, la nicotina, más adictiva que la cocaína
- Detrás de cada exfumador hay una media de 30 intentos de dejarlo y en consecuencia, otras tantas recaídas
El 70% de los fumadores según el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo. Antonio, con varios intentos a sus espaldas, es uno de ellos y reconoce que necesita ayuda. Tiene EPOC y su neumólogo le ha derivado a la Unidad de Tabaquismo del Hospital Universitario La Paz, que dirige la doctora Cristina García Quero. Porque el tabaco es una de las adicciones más difíciles de superar, señala el presidente del CNPT, Andrés Zamorano.
Romper esa relación tóxica, consolidada en la mayoría de los casos durante décadas, exige decisión, coraje, voluntad. No es fácil, reconoce Carmen. Fumadora empedernida, se define, que lo ha intentado varias veces y que con 73 años en ocasiones se plantea si a estas alturas merece la pena el esfuerzo. Sus casos (el de Antonio y Carmen) son de lo más común. Según la universidad de Toronto detrás de cada exfumador hay una media de 30 intentos de dejarlo y en consecuencia, otras tantas recaídas.
Solo un 3% de los fumadores consigue dejarlo sin ayuda
El fumador, señala Cristina García Quero, lo es para toda la vida. En numerosas ocasiones el fracaso en el intento de librarse del yugo de la adicción lo provoca un revés, un acontecimiento inesperado que nos sentimos incapaces de superar o asumir sin la “muletilla” del cigarro. “Por un disgusto familiar”, señala Antonio. “Cambié de jefe, y yo soy muy nerviosa… y pedí un cigarrillo,” recuerda Carmen. El objetivo de las unidades de tabaquismo es “enseñar a vivir sin tabaco”.
Hay tantos tipos de fumador como personas y el tratamiento tiene que ser a medida. Sin ayuda, solo un 3% de los fumadores consigue dejarlo. Con apoyo, el éxito se dispara a la mitad de los que lo intentan.
Para ello, conocer el grado de adicción al cigarrillo es lo primero. Cuánto tiempo pasa desde el despertar al consumo del primer cigarrillo del día, el grado de dificultad del 1 al 10 que nos reconocemos para dejarlo, el nivel de apoyo de nuestro entorno a una decisión que, sabemos, alterará durante un tiempo nuestro carácter…La estrategia es individual. No hay dos fumadores iguales, señala Andrés Zamorano. Y, en función de su perfil, se diseña un abordaje personalizado que se apoya en dos vías: la terapia cognitivo/conductual y el tratamiento farmacológico.
El tabaquismo, un problema de salud pública
Y en las farmacias encontramos bupropión, comercializado como Zintabac, y Champix, Vareniclina, que actualmente no se encuentra. Ambos están financiados por el sistema público de salud. Hay una tercera sustancia, la citisina, muy usado desde hace décadas en los países del Este para deshabituar del tabaquismo y que, sin embargo, critica Zamorano, no está cubierto por la seguridad social. Tampoco las terapias sustitutivas de la nicotina: parches, chicles, sublinguales, sprais. Algo incomprensible, afirma.
Pero aunque a Carmen la mención de las pastillas, opción que no conocía, le abre una puerta a la esperanza, la química no basta. El tabaquismo es un problema de salud pública de primera magnitud. Es la primera causa de muerte prematura evitable en nuestro país y su abordaje exige todos los recursos disponibles, incluidas las terapias cognitivo/conductuales.
El acompañamiento, el apoyo, es semanal al principio y se va espaciando según avanza el proceso de “cesación tabáquica” hasta los seis meses con revisión al año, cuando se considera que se ha culminado la deshabituación.
La percepción médica y social de la adicción al tabaco
Qué lejos están los tiempos en los que el tabaco era un signo de distinción. Lo vemos en las películas, en las series de entonces. Fumar daba estilo, clase. Era símbolo de virilidad para ellos y de sofisticación para ellas. Ahora nadie puede decir que ignora los efectos perniciosos del tabaco. Nadie preguntaría, señala Zamorano, “¿le molesta que fume?” Porque sabemos que según la Organización Mundial de la Salud el humo del tabaco se lleva la vida antes de tiempo de más de 8 millones de personas en el mundo; 69.000 en nuestro país, más que la COVID 19, cada año.
España, con las legislaciones de 2005 y su ampliación en 2011, se situó a la cabeza europea en la lucha contra el tabaquismo, pero hemos perdido fuelle. Las sociedades médicas y organizaciones en defensa de la salud pública esperan con ansiedad el plan integral de prevención y control del tabaquismo 2021-2025, que aún no ha visto la luz pero del que se conocen las líneas generales y que se traducirá en una nueva ley antitabaco.
Se espera que incluya medidas como el empaquetado neutro, sin marcas, para evitar el postureo que incita al consumo. También se cree que incluirá una subida significativa del precio de la cajetilla, actualmente muy por debajo de la media europea. “Somos el estanco de Europa”, denuncia el CNPT. Y se ampliarán los espacios sin humo: playas, parques, terrazas… incluso el propio coche. Además, se extenderán las restricciones a las nuevas formas de consumo: cigarrillo electrónico, sin combustión, pipas de agua…
El objetivo es reducir del actual 32% de fumadores en la población española a un residual 5%, considerado el “final de partido” para un hábito muy traicionero, señala la doctora García Quero. Frente a otras drogas, somos menos conscientes del daño que causa, pero Antonio lo tiene muy presente. A él le ha provocado EPOC y quiere volver a intentar dejarlo. Es, dice, “ahora o nunca”.