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En busca del traductor universal: ¿cuáles son los límites de la inteligencia artificial?

  • La traducción automática neuronal ha revolucionado el campo de la IA, ofreciendo cientos de idiomas con solo un clic
  • Sin embargo, los traductores profesionales consideran que la calidad en el sector creativo no es suficiente

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Un teclado de ordenador con una tecla que dice: translate
La revolución de los traductores automáticos llegó en 2016 de la mano de la traducción neuronal

Con la existencia de más de 6.000 lenguas en el mundo, las barreras idiomáticas han supuesto un reto para la humanidad y a la vez una fuente de curiosidad. Gracias a ellas se ha fantaseado innumerables veces en la ciencia ficción con posibles soluciones tecnológicas, como el pez Babel de la Guía del Autoestopista Galáctico que traducía simultáneamente desde el oído, o el fallido intento de crear un traductor universal del profesor Farnsworth en Futurama, un aparato que solo era capaz de responder en una peculiar "lengua muerta": el francés.

Ahora, el avance de la tecnología nos ha concedido la posibilidad de traducir con un clic textos completos mediante programas de traducción automática neuronal, siendo los más populares Deepl o Google Translate. Este último cuenta ya con más de 100 lenguas –entre ellas algunas menos comunes como el hawaiano, el frisón o el gaélico escocés– y tiene la opción de pasar a nuestro idioma el texto con una imagen o dibujando caracteres.

La llegada de la traducción automática (TA) ha influido no solo en el día a día de los usuarios, sino también a los traductores profesionales, entre los que se ha vuelto una herramienta más cuyo uso no deja de crecer para tratar de agilizar el trabajo. A pesar de esto, no todos los sectores del gremio la reciben con los brazos abiertos.

¿Herramienta o precarización?

Según un estudio de 2022 de la UE sobre la industria del lenguaje, entre las empresas lingüísticas, la traducción humana sigue siendo el tipo de servicio dominante, pero la posedición –la corrección de textos traducidos previamente con inteligencia artificial– ocupa ya el segundo lugar. Además, el 65% de estas compañías ven los avances en materia de softwares de traducción como una "oportunidad".

Esta posición difiere de los traductores autónomos, la mayoría dominante en el gremio. Si bien el 70% de estos profesionales independientes encuestados han reconocido haber utilizado ocasionalmente la TA, tienen sentimientos encontrados con ella: solo el 35% la ve como una "oportunidad" y el 41% lo considera una "amenaza" para su trabajo.

Lidia Pelayo, traductora con experiencia en el sector editorial y audiovisual, reconoce a RTVE.es la utilidad que pueden tener las herramientas de traducción asistida, pero no se muestra partidaria de ellas. A nivel profesional, considera que los programas como las memorias de traducción permiten "ser coherente o uniforme con el texto con terminología que ya has utilizado", pero el principal problema no recae tanto en el rendimiento sino en las condiciones laborales, ya que acaban siendo utilizadas "para reducir tarifas”.

Con ella coincide Javier Pérez Alarcón, docente en la Universidad Europea de Valencia y traductor audiovisual en proyectos como Star Trek: The Animated Series o El cuento de la criada, aunque va más allá: "Los traductores automáticos solo benefician a una persona y es al intermediario que te paga menos". E insiste en que esta situación es "una tomadura de pelo" que se hace "a costa del creador de la obra, del traductor y del público".

"Es cierto que hay como una especie de guerra de precios", corrobora la catedrática de Tecnologías del Lenguaje de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), Núria Bel. "Los clientes de la traducción saben que existen estas herramientas gratuitas y lo que hacen es decir ‘mira, yo ya lo he traducido con Google, ¿me lo corriges’?". Por ello, Bel ve "legítimo" que los profesionales se quejen de que no les sirve la traducción automática.

El caso de 'El juego del calamar'

Ambos traductores profesionales consultados por RTVE.es consideran que en muchas ocasiones la posedición no agiliza el trabajo ni ahorra tiempo como podría pensarse. Implica reescribir, retraducir y corregir por un precio inferior al que cobrarían si lo hicieran de cero, lo que a su vez lleva a aceptar más proyectos en menos tiempo y a repercutir en el resultado final.

De este cambio en la calidad se han hecho eco espectadores y medios en los últimos años, especialmente con el 'boom' de las series de grandes plataformas audiovisuales. Una de las polémicas más sonadas surgió a raíz de la serie de El Juego del Calamar, de la que una usuaria coreanoparlante llegó a decir en Twitter que si el espectador no sabía el idioma original "no está viendo la misma serie" por las numerosas diferencias que había entre el guion original y el inglés. Las quejas también llegaron a la traducción de otros idiomas, como el castellano.

Ante esta situación, sindicatos y organizaciones profesionales como la Asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España (ATRAE) emitieron comunicados posicionándose en contra de la posedición y la precarización del sector.

Desde los sindicatos tratan de defender que sobre los traductores del sector cultural recae la responsabilidad de que los consumidores puedan entender fielmente la idea original del autor, y su labor, no siempre reconocida, supone mucho más que un mero 'cambio de palabras'.

El propio Consejo Europeo considera a los traductores "embajadores culturales", mientras que para la UNESCO traducir es una actividad que "propicia la circulación de las ideas". Y no solo eso, la traducción literaria tiene derechos de autor por la relevancia que tiene en el resultado final.

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"Traducir es fácil, pero ¿traducir bien? Complicado", asegura Lidia Pelayo, quien reconoce la dificultad que entraña elegir las palabras expresiones adecuadas: "Tú haces una decisión, pero detrás hay muchísimas cosas”.

"Te puedes tirar horas para un matiz [...] esto no lo hace cualquiera", afirma también Pérez Alarcón, para quien la traducción automática en el ámbito creativo llega a ser en muchos casos "desastrosa". "Imagínate poner una máquina a traducir una cosa que se ha hecho desde el corazón", dice en declaraciones a RTVE.es.

Insiste, además, en que es fundamental entender el contexto histórico, cultural y social a la hora de traducir los diálogos, sobre todo cuando se trata de expresiones coloquiales y conversaciones más informales.

Literalidad, sesgos, faltas de ortografía...

Esto es, precisamente, uno de los puntos débiles que perciben los usuarios de los traductores automáticos. Si bien un texto sin vocabulario muy técnico lo traduce de manera literal con gran facilidad, el argot de un determinado grupo social o de un periodo concreto, con sus expresiones con dobles sentidos, su humor y sus juegos de palabras, es probable que se le escape al programa. Y donde él no llega, sí que lo hacen la cultura general y la experiencia de los traductores humanos.

Por otro lado, también se puede dar el caso que estos sistemas aprendan ciertos sesgos de género y que más tarde lo repliquen. Por ejemplo, ante palabras que son neutras en un idioma, Google cometía el error de traducirlas con un género específico y su elección podía llevar a estereotipos sexistas. Así, traducía del inglés nurse como enfermera o doctor como médico.

“No solamente eso, tiene también faltas de ortografía”, señala el catedrático en Lingüística Computacional de la UAM-IIC, Antonio Moreno Sandoval. El motivo es sencillo: la inteligencia artificial aprende de millones de textos hechos por los humanos en múltiples idiomas. A través de ellos, recopila datos sobre qué palabra es más frecuente que aparezca después de otras calculando la probabilidad.

"Utiliza una representación numérica de las palabras que le sirve para poder hacer cálculos de similitud", explica Núria Bel. De esta manera, el sistema también puede hacer una traducción con palabras que, aunque no ha visto que son la traducción la una de la otra, sí que ha calculado que son similares.

"Estos algoritmos toman decisiones a partir de conteos de los datos con los que los entrenan. Entonces, aquí lo que es importante son los datos que necesita para aprender bien", añade Bel. "No podemos pedirle más si solamente le enseñamos ejemplos de un tipo. Cuantos más ejemplos y más variados, más podrá ir afinando", concluye, recordando que "la estadística lo que hace es maximizar el caso más probable".

A esto se suma, cuenta Moreno Sandoval, que "Google y muchas de estas empresas han pagado a traductores humanos para que hicieran esas versiones con parejas de traducción de una lengua a otra". "Es como un corta y pega. Como no somos tan originales, pues seguramente alguien ya lo ha dicho antes", expone.

La traducción automática neuronal llega al periodismo

En opinión de Moreno Sandoval, el funcionamiento de la traducción neuronal ha sido una "completa revolución" del campo de la inteligencia artificial y su funcionamiento con lenguas como el español, el inglés o el francés en la traducción de textos "estándar" como correos electrónicos u otros tipos de documentos sin mucha complejidad es “espectacular”.

De hecho, su uso se ha expandido en los últimos años en sectores como en el periodismo. El New York Times cuenta con una versión en español que está hecha por traducción automática y corregida después por un poseditor. "El 20% de las palabras de los textos están modificadas, pero el otro 80% se mantiene igual", cuenta el catedrático de la UAM-IIC.

Este diario estadounidense no es el único que se ayuda de la inteligencia artificial para hacer accesible su contenido. En 2021, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) puso en marcha 'Una perspectiva europea', un servicio de noticias colaborativo que permite a las audiencias acceder a contenidos de otros países. Este proyecto, integrado por 11 medios públicos europeos como France Télévisions, la RAI o la propia RTVE, se ayuda precisamente de programas como Deepl para pasar sus noticias, vídeos y audios al inglés y otros siete idiomas.

El futuro de la traduccion

Ante la pregunta de si la tecnología acabará sustituyendo del todo a los traductores, el experto asegura que "la profesión del traductor no va a desaparecer", ya que por el momento no se va a poder sustituir todo tipo de traducción.

"¿Con qué no funciona? Obviamente con la traducción de una novela o de una poesía", reconoce. "Cuanto más alejado sea el texto original de algo muy estándar, más hay que revisarlo y no es rentable", explica el experto, aunque destaca que los profesionales tendrán que especializarse aún más y que la posedición se convertirá en algo mucho más frecuente.

"Yo creo que siempre se necesita el factor humano, en mi opinión romántica, pero si tu trabajo es a nivel usuario, yo entiendo la utilidad; para textos largos, ni siquiera decirte técnicos, no es sustituto", opina por otro lado Lidia Pelayo.

Pérez Alarcón, por su parte, se centra en el futuro del sector audiovisual. Si bien no se atreve aún a cantar victoria, considera que en él "la cosa parece haber frenado, porque era un poco globo sonda" y destaca que existen muchos "buenos clientes" que ofrecen condiciones laborales dignas y no caen en la posedición. Para él, es importante que el público también se posicione, ya que desde el gremio "estamos peleando para que las obras se traduzcan bien, para que la gente que paga por esas obras la vean con un texto de calidad".