Solastalgia, la "crisis existencial" que puede provocar el deterioro de la naturaleza: "Perdemos nuestra identidad"
- Este neologismo se diferencia de la ecoansiedad en que no se trata de un trastorno psicológico, sino de una respuesta instintiva
- La degradación del Mar Menor y cómo afecta a algunos de sus vecinos es un ejemplo de solastalgia
"Somos los lugares que habitamos", y cuando estos se degradan, también podemos perdernos nosotros. Ante incendios que arrasan bosques locales o mares que se mueren por la eutrofización, sus vecinos pueden sentir una enorme tristeza y devastación. “A veces perdemos incluso nuestra propia identidad”, apunta el psicólogo medioambiental José Antonio Corraliza. Esta “crisis existencial” que provoca el deterioro de la naturaleza cercana tiene un nombre: solastalgia. Un neologismo sobre el que, en realidad, llevan más de una década hablando los investigadores.
La solastalgia no es ecoansiedad, y tampoco un trastorno reconocido, explica Corraliza. Puede describirse, sin embargo, como una forma de angustia psíquica o existencial causada por cambios ambientales. Con estas palabras la concretó el filósofo australiano y profesor de sostenibilidad Glenn Albrecht con el primer artículo publicado sobre este concepto en 2005.
Por aquel entonces, Albrecht escribió sobre el impacto de la minería de carbón a cielo abierto en el Alto Hunter Valley de Nueva Gales del Sur y sobre las experiencias de sequía persistente en las zonas rurales. En ambos casos, las personas expuestas experimentaron efectos negativos exacerbados por una sensación de impotencia o falta de control. Algo parecido a lo que viven algunos vecinos del Mar Menor o por lo que han pasado los de La Palma tras la erupción del volcán.
Una angustia diferente a la ecoansiedad
Los efectos concretos relacionados con la solastalgia son varios y dependen tanto del individuo como de la situación de deterioro a la que se enfrenta. El filósofo, por ejemplo, se percató de alteraciones del sueño, cambios en las relaciones comunitarias y la aparición del conflicto. El dolor, la angustia y la tristeza, añade Corraliza, son algunas de las emociones negativas que también aparecen ante dicha degradación medioambiental y que forman parte de una "respuesta existencial".
La solastagia no afecta en exclusiva a un grupo de la población, aunque sí es posible que varíe su intensidad en función de la "orientación naturalista" del individuo, es decir, en la importancia que la naturaleza cercana tenga en la vida de la persona. Esto, en cierto modo, lo comparte con la ecoansiedad, pero no deben confundirse ambos términos, advierte el psicólogo y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid. Mientras que el primero de ellos carece de diagnóstico al tratarse de una reacción instintiva, el segundo es un trastorno probado empíricamente.
Para sufrir ansiedad por el cambio climático no es necesario observar la degradación del entorno. Este trastorno se caracteriza por el temor a que algo malo pueda ocurrir y pueda poner en riesgo la propia supervivencia, especifica Corraliza. La solastalgia, por otro lado, está relacionada más bien con el "bienestar existencial" que con el terror. Por ejemplo, es probable que los vecinos del Mar Menor no vean peligrar sus vidas por el deterioro de la albufera, pero es posible que este sí les provoque el dolor y la tristeza de la solastalgia.
"Mantos de lágrimas" por el Mar Menor
Isaac García siempre ha vivido cerca del mar. Recuerda bucear desde muy pequeño en la albufera de la mano de su padre y fascinarse con la cantidad y variedad de peces. Era su sitio tranquilo. Su lugar de paz en el mundo. “Estaba lleno de vida”, evoca. Le sirvió de refugio también cuando tuvo un accidente y no pudo volver a su trabajo habitual. Se sentía perdido, relata, pero la calma y la belleza del Mar Menor le animaron a fotografiar sus paisajes. Y, entre foto y foto, encontró el ánimo para seguir adelante. Ahora y desde la sopa verde de 2016, las cosas han cambiado.
“Ya no se sabe lo que era esto”. El ahora creador del grupo de Facebook Salvemos el Mar Menor siente pena, tristeza y, sobre todo, mucha rabia. Pero percibe sentimientos parecidos en su entorno. “La gente está muy cabreada”, cuenta desde la playa de Los Alcázares, una zona gravemente marcada por el colapso medioambiental de la laguna.
Hay gente que ya no quiere bañarse en sus aguas por pura y dolorosa pena. Otras personas se marchan de los pueblos cercanos por el mismo motivo o evitan volver cerca del mar. "Lloran mantos de lágrimas", ya no sienten ese lugar como suyo. Lo cuenta la portavoz de la plataforma Pacto con el Mar Menor, Isabel Rubio, quien también fotografía habitualmente la albufera y es testigo en primera línea de su deterioro.
“Para los mayores el Mar Menor ha sido toda su vida“
Rubio descubrió el concepto de solastalgia hace algunos años, cuando comenzó su andadura en la lucha por la protección de la laguna. “Era la palabra que le ponía etiqueta a cómo se sentían muchas personas de mi entorno”, detalla. Con el problema agravado, ahora conoce casos de depresión y angustia que, opina, seguramente se relacionen de algún modo con la pérdida de la albufera. “Para las personas mayores, el Mar Menor ha sido toda su vida”, un anclaje maravilloso que ha marcado sus veranos y sus amistades.
“Ahora, imagina cómo se siente cuando todo se viene abajo”, lamenta la activista. Pero es difícil que una persona que no vive cerca de la albufera o que no tiene una vinculación emocional con ella comprenda realmente la angustia de Rubio y García. Para ellos el Mar Menor no es una entidad separada, sino que forma parte de su propia identidad, explica: "Ellos también son el Mar Menor".
Cuidar el medioambiente para prevenir la solastalgia
Para la portavoz de la asociación naturalista Territorios Vivos, Beatriz Mayoral, la mejor forma de prevenir el dolor causado por la degradación de la naturaleza es el cuidado el medio ambiente. "Esa es nuestra principal motivación para trabajar durante tantos años y dedicar tanto tiempo a la causa", relata a RTVE.es.
Mayoral confía en que actividades como las jornadas de sensibilización en colegios e institutos y a la población local sirvan para detener o reducir el deterioro del entorno natural cercano. Pero, además, también defiende la importancia de involucrarse en la protección medioambiental para aliviar la sensación de no tener ningún tipo de control sobre la desaparición de una parte de la propia identidad.
También para Isaac García e Isabel Rubio actuar a través de Salvemos el Mar Menor y Pacto con el Mar Menor es una forma de canalizar la tristeza y la rabia de la pérdida de la albufera. Aunque la situación es difícilmente reversible, sí pueden evitarse mayores daños. "Hay que seguir avanzando", añade García, "porque la amenaza continúa".