Del incendio de Cortes de Pallás al de Riotinto: así han renacido los bosques tras los peores fuegos de España
- Zonas como la cuenca minera de Huelva todavía no se han recuperado tras el devastador fuego de 2004
- En muchos casos es mejor permitir que el bosque se regenere naturalmente antes que una repoblación acelerada
El incendio de la Sierra de la Culebra, en Zamora, ya se ha convertido en el mayor desde que hay registros. Las llamas han devorado más de 30.000 hectáreas de este preciado ecosistema, hogar del lobo ibérico y otras especies protegidas, y se vuelve a plantear la misma cuestión que tras cada gran incendio: ¿es posible recuperar lo perdido?
Es la pregunta que se hicieron en la cuenca minera de Huelva, donde ardieron 29.687 en 2004, el peor incendio hasta la fecha, o en Cortes de Pallás, en Valencia, donde otro gran incendio quemó 28.879 hectáreas en 2012. "Fíjate si hace tiempo y todavía estamos impactados. Fue algo horroroso", recuerda a RTVE.es Francisca García Márquez, la alcaldesa de Berrocal, el municipio más afectado por aquel devastador incendio en Andalucía.
El fuego marcó la vida y el futuro del municipio, que casi dos décadas aún no se ha recuperado. "Se ha regenerado lo que ha podido, pero los árboles están dañados de por vida. Los alcornoques, la principal economía del pueblo, tardan más de 60 años en crecer, así que solo la podrán ver los pequeñines. Si vuelven, claro", cuenta con melancolía. Desde 2004 el pueblo ha perdido un cuarto de la población y con poco más de 300 habitantes, está en riesgo alto de despoblación.
Berrocal vivía fundamentalmente de la recogida del corcho de los alcornoques, pero al mazazo del fuego se ha sumado la seca, una plaga que está acabando con este árbol mediterráneo en toda Andalucía y que García Márquez define como un "cáncer grande". "Eso se ve en la cooperativa, donde ya no hay corcho, cuando antes había una pila extraordinaria".
Se iniciaron varios trabajos de recuperación del bosque, pero años después, esos rebrotes se convirtieron en "fantasmas". Sin seguimiento ni continuidad a esos planes, el 90% de los plantones no prosperaron, según denunciaba al Diario de Huelva en 2019 la Plataforma Fuegos Nunca más. Además, para la alcaldesa, de los millones de euros en ayudas por parte de todas las administraciones, "no ha llegado ninguna", incluso a las familias "que lo perdieron todo".
Cortes de Pallás, ejemplo en la recuperación del bosque
Menos dramática es la situación en la localidad valenciana que vivió el peor incendio de la última década. En Cortes de Pallás "el monte se va recuperando como buenamente puede", David Gras, su alcalde. "Se perdió mucho y aún no se ha recuperado como estaba. Faltan muchos años aún", reconoce. En aquel fuego de 2012, que coincidió en el tiempo con otro gran incendio en Andilla, también en Valencia, quemando en total 50.000 hectáreas, ardió un denso bosque mediterráneo, en el que primaba el pino y los matorrales. Allí la afectación económica fue menor, como cuenta el regidor local, ya que se quemó más una zona boscosa que los escasos cultivos.
Las tareas de recuperación empezaron poco después de que se apagaran las llamas. Para WWF, en su informe Los bosques después del fuego, la rehabilitación de este territorio es un ejemplo de buena gestión, ya que se hizo un diagnóstico elaborado por expertos para definir una estrategia a largo plazo tras el desastre. Además, poco después se comenzó a trabajar para crear un paisaje "en mosaico" en el paraje protegido de la Muela de Cortes, en los que se combinan bosques con cultivos que actúan como cortafuegos naturales para evitar incendios en el futuro, según señala la responsable del programa de bosques de la ONG ecologista, Diana Colomina.
Colomina recuerda la importancia de "esperar el tiempo suficiente como para valorar si el terreno es capaz de recuperarse por sí mismo" tras un gran incendio, algo que muchas veces no se hace por "desconocimiento o por la demanda social", que pide actuar urgentemente para repoblar.
A pesar de los aspectos positivos, tanto en Cortes de Pallás como en Berrocal se vivió un problema habitual en España tras cada incendio. La recuperación se concentró en el monte público y no llegó a los propietarios particulares del terreno, cuando el 70% del territorio del país está en manos privadas.
Cada vez más bosques, pero peor gestionados
El otro gran problema para los bosques es una reforestación mal planificada. De hecho, muchos de los incendios actuales se deben a la problemática replantación que comenzó Franco en los años 40 para cubrir un territorio "muy desnudo" en el que se formaban riadas fácilmente. "Muchas de las plantaciones se han abandonado y suponen un problema porque tienen una acumulación muy grande de biomasa", es decir, del combustible que alimenta los incendios, según explica Víctor Resco de Dios, profesor de Ingeniería Forestal en la Universitat de Lleida.
Resco recuerda que muchas veces no es necesario replantar. "Los incendios llevan 400 millones de años en la Tierra y los homínidos llevan solo dos millones. Las plantas y los animales están adaptados", asegura. Cita, por ejemplo, el caso de encinas o robles, que rebrotan directamente desde el tronco quemado y por tanto la recuperación es visible ya a las pocas semanas. En el caso del matorral, los "bancos de semillas" que almacenan bajo el suelo, germinan en cuanto se produce un incendio, mientras que las piñas de algunas especies de pinos están diseñadas para abrirse con el calor del fuego y soltar las semillas de las que crecerán nuevos árboles. En este caso, el proceso es más largo que con las robles y encinas.
“"Los incendios llevan 400 millones de años en la Tierra y los homínidos llevan solo dos millones. Las plantas y los animales están adaptados"“
Sí que hay que actuar, y en el corto plazo, para evitar la erosión que se puede producir cuando se dan fuertes lluvias en un territorio quemado. También en el caso de zonas donde se producen incendios recurrentes. Riotinto, de hecho, ha vuelto a vivir varios incendios en los años siguientes a 2004. En todo caso, recuerda el experto, "el principal problema de incendios es más bien socioeconómico y no ecológico. El hecho de que no tengamos árboles después de un incendio no tiene por qué ser algo negativo".
El riesgo de los incendios de sexta generación
El de Navalacruz, en Ávila, ocupa la cuarta posición en el ránking de peores incendios (aunque no aparece en el gráfico usado en esta noticia, ya que la estadística del Ministerio de Transición Ecológica solo llega a 2020). Quemó 16.700 en agosto del año pasado y se convirtió en el más destructivo en Castilla y León hasta que se ha registrado el de la Sierra de la Culebra.
Navalacruz, el municipio más afectado, fue declarado zona catastrófica. Sin embargo, el alcalde de la localidad se quejaba en diciembre del año pasado de que todo seguía "prácticamente igual que cuando finalizó el incendio", en declaraciones en los micrófonos de RNE. El fuego no solo dejó terreno calcinado a su paso, sino también extensiones ganaderas cerradas y carreteras intransitables.
Poco después, en septiembre de 2021, llegó el de Sierra Bermeja, en Málaga. Aunque fue más pequeño (menos de 10.000 hectáreas quemadas), causó una víctima mortal e hizo saltar las alarmas al considerarse el primer incendio de sexta generación en nuestro país. Se trata de incendios con tanta potencia que son capaces de modificar la meteorología a su alrededor y crean tormentas de fuego que retroalimentan las llamas. "La capacidad humana no sirve para apagarlo", describía Martín Barreiro, de la sección de Meteorología de RTVE. Es lo que se vio en Málaga, donde los bomberos estuvieron trabajando mes y medio para evitar que se reactivara el fuego, y fue finalmente la lluvia la que apagó las llamas.
El cambio climático hace más frecuentes e intensos este tipo de incendios, que se registraron por primera vez en 2016 y que llegaron a la Península Ibérica con el trágico incendio de Pedrógão Grande, en Portugal, que en 2017 quemó 45.000 hectáreas y acabó con la vida de 66 personas. Para Resco, otro de los grandes riesgos para que se produzcan estos fuegos "es el estado de abandono del territorio", debido a la despoblación rural y a la falta de planes de gestión forestal.
"Estos incendios se dan cuando están ardiendo de forma simultánea varios centenares o miles de hectáreas. Y esto se produce cuando la vegetación -el combustible de los incendios- está conectada, cuando no hay áreas cortafuegos, que pueden ser o bien cultivos o zonas donde a través de la gestión forestal se ha disminuido la carga de combustible", subraya. La masa forestal no ha dejado de aumentar en los últimos 50 años y en 2020 ocupaba el 55,5% del territorio, según datos del Ministerio de Transición Ecológica.
Según el experto de la Universitat de Lleida, "más urgente y eficiente que repoblar es disminuir la cantidad de vegetación que hay". Coincide con él la portavoz de WWF, quien señala que "los incendios son el síntoma de una enfermedad más grave, que es el abandono del medio rural". Diana Colomina reclama mayor inversión en prevención, no solo en el apoyo a los medios de extinción españoles, considerados unos de los mejores del mundo, sino en desarrollo del mundo rural. Esta prevención es clave, asegura, cuando el cambio climático hará que incendios como estos sean cada vez más habituales y destructivos en España, un territorio en el ojo del huracán del calentamiento global.