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La Palma, seis meses después del volcán: errantes dentro de su propia isla

  • Buena parte de los 7.000 evacuados por la erupción siguen esperando soluciones que no terminan de concretarse
  • A la dificultad para recibir ayudas se une una especulación salvaje que ha puesto los precios de la vivienda por las nubes

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Imagen de archivo del volcán de La Palma, después del final de su erupción.
Imagen de archivo del volcán de La Palma, después del final de su erupción.

Han pasado más de seis meses desde que el volcán enmudeció y a Canu todavía se le encoge el corazón cada vez que entra en su casa, por lo que ha decidido no ir más, al menos hasta que pueda empezar a reconstruirla. "¿Para qué, si además no puedo hacer nada?", se pregunta con amargura, mientras explica que lo que queda allí ya no es el hogar que con tanto esfuerzo creó, y del que tuvo que huír apresuradamente aquel domingo de septiembre cuando el suelo reventó como una olla a presión a escasos kilómetros de allí.

Después de 85 días de erupción, la casa se mantuvo milagrosamente en pie, aunque una montaña de lava la rodeó, sepultando parcialmente el jardín y amontonándose contra las paredes laterales. Las autoridades de la isla han abierto un camino que permite acceder a la propiedad, pero el grado de deterioro es tal que resulta imposible vivir allí. Ahora, Canu se encuentra varada en tierra de nadie desde el punto de vista legal, ya que su casa es inhabitable, pero tampoco la he perdido del todo.

Como la vivienda estaba asegurada, espera recibir la correspondiente compensación por parte del Consorcio, aunque el expediente no puede cerrarse mientras no se valoren los daños reales, por lo que tan solo ha obtenido un adelanto "para poder ir tirando". "Es algo que se puede alargar mucho en el tiempo, porque es el Cabildo de La Palma quien tiene que decidir si autoriza a quitar la lava y cuándo lo hace", asegura Canu, quien recalca que no ha recibido "ni un solo euro de las administraciones públicas".

El caso de Canu no es único, dentro de un proceso de recuperación que está resultando lento y complicado, y en el que buena parte de los 7.000 evacuados siguen esperando soluciones que no terminan de concretarse. De ellos, las aproximadamente 2.000 personas que han perdido su hogar son las que están en peor situación, puesto que se enfrentan a un rosario de obstáculos entre los que destacan dos: las dificultades a la hora de recibir las ayudas prometidas y una escasez de vivienda en la isla que ya existía antes de la erupción, pero que se ha agudizado hasta extremos escandalosos, lo que ha derivado en una burbuja de especulación salvaje que ha puesto los precios por las nubes, disparando no solo los alquileres, sino también el precio del suelo rústico, que ha llegado a quintuplicarse en el Valle de Aridane después del decreto de emergencia del Gobierno de Canarias que autoriza a construir en este tipo de terrenos, precisamente para tratar de paliar la falta de viviendas.

Hasta 100.000 euros de ayuda

Las ayudas públicas prometidas a quienes han perdido su vivienda se podrían englobar en tres partidas, que sumarían en total 100.000 euros: 60.000 por parte del Gobierno de España, 30.000 del Gobierno de Canarias y 10.000 del Cabildo de La Palma. Los 60.000 euros del Gobierno central y los 10.000 del Cabildo están llegando, pero "con cuentagotas", tal y como denuncian los vecinos afectados. En el caso de la ayuda del Gobierno de España, que es la de mayor cuantía, muchos de ellos se quejan de que "cada vez están pidiendo más papeles para conseguirla, a pesar de que al principio no pusieron tantos impedimentos". "Estamos enfadados, porque constantemente tenemos que estar demostrando nuestra inocencia, que somos afectados y que lo hemos perdido todo, cuando no es tan difícil comprobarlo, ¿Verdad?", se lamenta Goretti Álvarez, una vecina de Todoque que vio cómo su casa desaparecía devorada por la lava y vive desde entonces en un piso de alquiler en Tazacorte.

Sin embargo, la mayor demora, hasta ahora, está en esos 30.000 euros del Gobierno autonómico, prometidos en la comisión mixta para la reconstrucción, recuperación y apoyo a la isla previa a la Conferencia de Presidentes que se celebró el pasado mes de marzo en La Palma. Después de más de tres meses desde que se hizo el anuncio, ningún palmero ha recibido esta ayuda, aunque el Ejecutivo canario ha reiterado recientemente su compromiso "firme" con respecto a su entrega, y ha garantizado que la comenzará a repartir "en las próximas semanas".

Han pasado ya más de nueve meses desde el inicio de la erupción que los arrancó por la fuerza de su hogar, y buena parte de esos 7.000 palmeros evacuados se han convertido en errantes dentro de su propia isla. Algunas familias han podido ser realojadas en viviendas proporcionadas por el Gobierno canario, pero por el momento solo se han asignado 109, por lo que la mayoría vive de alquiler, o en casas de amigos o de familiares. Incluso sigue habiendo gente alojada en hoteles, en una situación de desarraigo que ha superado ya todos los plazos admisibles. Vecinos como los de La Bombilla y Puerto Naos, cuyos hogares no se vieron afectados directamente por la lava, siguen sin poder regresar a sus casas, debido a las altas concentraciones del dióxido de carbono que emanan las coladas. Ahora, se está considerando reconocerlos como damnificados por el volcán.

Una vivienda, prácticamente enterrada por la ceniza expulsada por el volcán de La Palma.

Una vivienda, prácticamente enterrada por la ceniza expulsada por el volcán de La Palma. EFE

"Vivimos en un continuo sobresalto"

El pasado 25 de diciembre, después de doce días inactivo, el volcán de La Palma se declaró oficialmente extinto, aunque las dificultades no habían hecho más que comenzar, y el paso de los meses ha hecho mella en los habitantes de la isla más castigados por la erupción, que siguen expuestos a una incertidumbre difícilmente soportable. Son conscientes de que se trata de un problema muy complejo que exige soluciones que no son en ningún caso fáciles, pero consideran que "podría hacerse todo un poco mejor". "Sobre todo, estamos agotados, y hay gente muriéndose, con depresión...", reconoce Goretti Álvarez, quien asegura que sus problemas de salud "se ven agravados por la situación en la que estamos, porque estamos viviendo mal. No comes bien, no duermes bien, no tienes una vida ordenada... Vives en un continuo sobresalto".

De todas las poblaciones, la suya, Todoque, fue la que peor parte se llevó, ya que desapareció por completo bajo las coladas del volcán. La destrucción de sus edificios a cámara lenta se convirtió en la imagen más representativa de la tragedia de la isla. Sin embargo, sus vecinos, ahora viven iluminados por un rayo de esperanza, puesto que existe un proyecto para reconstruir el pueblo muy cerca de su emplazamiento original, en unos terrenos que la lava respetó.

En las últimas semanas, estos vecinos han mantenido reuniones periódicas con profesionales como arquitectos, científicos o psicólogos, como parte de los estudios preparatorios antes de acometer la recuperación del pueblo. Los grupos de trabajo se están fijando mucho en la experiencia de la isla de Fogo, en Cabo Verde, para intentar extraer enseñanzas de su proceso de reconstrucción tras la erupción volcánica que sufrieron, muy similar a la suya.

"Mi ilusión es poder construir una casa en ese nuevo Todoque, siempre y cuando sea en un tiempo prudencial. Si estamos hablando de diez años, no nos lo podemos permitir, nuestra salud no nos permite eso. Pero si me dices que en dos años o tres años voy a tener una parcela urbanizable y vuelvo a tener a mis vecinos alrededor, con mi plaza, con mi iglesia y con mi todo… Esa sería mi mayor ilusión", confiesa Goretti Álvarez sin poder evitar emocionarse, aunque también advierte de que "los planes de futuro están maravillosamente bien, pero primero vamos a atender al presente, porque si no, no llegamos".

"No quiero empezar en otro sitio"

Canu vivía en las inmediaciones de Todoque, en la zona de Las Norias, que se ha librado parcialmente de la lava y es el principal emplazamiento escogido para la reconstrucción futura del pueblo. Pero ella ya no reconoce el que fue su hogar, porque ahora está hundido en mitad de una inmensa mancha oscura, a medio devorar por un río de piedras que se ha llevado por delante una parte de su vida y de la de sus vecinos. "Cuando pueda recuperar mi casa, si puedo hacerlo, mi idea es alquilarla como vivienda vacacional o algo así, ya no quiero vivir allí, porque me recordaría constantemente lo que ha sucedido... Es horrible, el paisaje ha cambiado totalmente, y ahora tengo una pared de lava alrededor de mi casa y no veo ni el mar", asegura.

Aunque si algo tiene claro es que no va a abandonar la isla, donde aterrizó hace casi trece años procedente de la Península y encontró "su lugar en el mundo". "Estoy como resignada, porque tengo que esperar, ya que no hay viviendas. Y seguro que si encuentro algo será de alquiler, no tengo otra opción, porque todo el dinero que tenía lo invertí en esa casa, y ahora no puedo comprarme nada.... E irme a otra zona de la isla tampoco quiero, ya que eso sería desvincularme de mi entorno, y tampoco me apetece. No quiero empezar en otro sitio", expresa con convicción.

Ahora, Canu vive de alquiler en Los Llanos, compartiendo piso con una amiga, pero en un futuro le gustaría encontrar una vivienda individual, similar a la que tenía, donde poder recuperar su independencia y "llevar mis muebles y mis cosas, que tengo en un almacén". Ella, como miles de palmeros, solo quiere seguir adelante, recuperar lo que una vez tuvo, para rehacer esa vida que quedó en suspenso aquella tarde de septiembre en la que el suelo se abrió y cambió para siempre a la isla y a sus habitantes.