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Cumbre de la OTAN

El gasto militar, Yugoslavia o su papel tras la Guerra Fría: luces y sombras de la OTAN

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EFE/EPA/Tomas Kalnins

Durante los más de 70 años que han pasado desde su creación, la OTAN ha tenido que adaptarse a los nuevos entornos que han ido surgiendo. Con el colapso de la Unión Soviética y el final de la Guerra Fría, el sentido de la existencia de la Alianza Atlántica se puso en duda. La OTAN comenzó a llevar a cabo operaciones militares fuera de su territorio, en lugares como la antigua Yugoslavia, Libia o Afganistán. El gasto militar de los países miembros ha sido motivo de divisiones dentro de la Alianza, en la que Estados Unidos ha sido el miembro hegemónico. Una historia cubierta de luces, pero tampoco carente de sombras, a juicio de los analistas consultados por RTVE.es.

“La OTAN, durante el período de la Guerra Fría, tuvo un éxito completo, frenó a la Unión Soviética en Europa, y ese era el escenario que se quería. Tras la desaparición de la URSS, la OTAN siempre tuvo una falta de referente importante porque estaba diseñada para luchar contra grandes enemigos, no para ser una fuerza auxiliadora de países frágiles o en proceso de desaparición”, afirma el profesor de Historia Contemporánea de la UNED, Isidro Sepúlveda.

Para la investigadora del Real Instituto Elcano, Carlota García Encina, la OTAN “se ha construido como una gran caja de herramientas de los Ejércitos europeos” y subraya que “nunca tuvo que invocar el artículo 5 de seguridad colectiva”, por el que las naciones acuerdan que “un ataque armado contra una de ellas será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas”.

La OTAN, el paraguas de seguridad para Europa

La Alianza Atlántica fue creada en 1949 con el objetivo de contrarrestar a la Unión Soviética en Europa. Seis años después, nació el Pacto de Varsovia, una alianza militar fundada por la URSS para unir a los países comunistas de Europa del Este en respuesta a la creación de la OTAN.

En 1991, con la caída de la Unión Soviética, el Pacto de Varsovia se disolvió y muchos de sus países miembros querían buscar un mayor nivel de garantía de su seguridad. Por esta razón, varias de las naciones que formaban parte de la alianza militar soviética pasaron a formar parte de la OTAN.

“La historia de la OTAN es una historia de éxito. Ningún miembro ha sido atacado territorialmente. Es muy exitosa como alianza”, opina el director de ESADEgeo, Ángel Saz-Carranza. “Ha dado seguridad a Europa durante toda su existencia y una garantía tremenda a sus miembros”, indica.

Sepúlveda afirma que “una evaluación de la OTAN no puede realizarse si no se hace un ejercicio de comparación con su contraparte que fue el Pacto de Varsovia”. “El Pacto de Varsovia lo que hacía no era defender la independencia y la seguridad de los Estados miembros, sino que era una vigilancia sobre los mismos”, añade.

Para el catedrático de Comunicación y Política de la Universidad Europea, José María Peredo, una de las principales luces de la OTAN es que “ha contribuido al avance de un modelo de convivencia donde la seguridad ha permitido el desarrollo de modelos democráticos”. “El segundo logro más importante es que consiguió debilitar al comunismo, una victoria que el paraguas de seguridad de la OTAN también ha permitido”, señala.

La decisión de aceptar a antiguos miembros del Pacto de Varsovia ha suscitado un debate durante mucho tiempo. Rusia acusa a los aliados de la OTAN de romper la promesa que hicieron en la década de 1990 de que la Alianza Atlántica no se desplazaría ni un centímetro hacia el este.

Antes de que comenzara la invasión de Ucrania, Rusia exigió a la Alianza Atlántica en diciembre de 2021 que no se expandiera más hacia el este y que no utilizara los territorios de las exrepúblicas del bloque soviético para instalar armamento o realizar maniobras militares.

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“El proceso de expansión hacia el este de Europa era potencialmente percibido como una amenaza desde Rusia. Aquí no sé si sería oportuno hablar de sombras, pero sí de decisiones controvertidas”, señala el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Nebrija, Carlos López. “Ya en los años 90 había analistas estadounidenses y responsables públicos que avisaban de que esa expansión de la OTAN hacia el este podía suponer un incremento de los riesgos, de las tensiones con Rusia en el largo plazo. Esto no significa ningún tipo de justificación de la actual agresión rusa, que es injustificable y criminal desde todo punto de vista, pero sí hay una discusión en torno a la no prudencia de esa política de expansión”, asevera.

Por su parte, la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, Ruth Ferrero, cree que la OTAN es “una organización que no tendría que existir a día de hoy”. “No le encuentro una salida. La OTAN sobrevive porque resuelve crisis que ella misma provoca”, sostiene.

El debate sobre su existencia y la hegemonía de EE.UU.

Una vez terminada la Guerra Fría y con la desintegración de la Unión Soviética, la existencia de la Alianza Atlántica se puso entre interrogantes. Después del conflicto, la OTAN tuvo que adaptarse y se realineó con el objetivo de ofrecer seguridad con la gestión de crisis y la prevención de conflictos.

Tanto Sepúlveda como García Encina consideran que uno de los grandes éxitos de la Alianza es “mantenerse viva” después de la Guerra Fría. “El hecho positivo es que 70 años después, La Alianza Atlántica sigue en pie y ahora mismo parece imprescindible. Otros países como Finlandia y Suecia quieren incorporarse”, afirma García Encina. “En los años 80 y 90 tuvo que reinventarse y tras los atentados del 11-S hubo un antes y un después. Se empezó esa guerra global contra el terrorismo y la OTAN se adaptó. Con más o menos aciertos ha conseguido adaptarse a los cambios, reinventarse de alguna manera”, añade.

Para Ferrero, una de las sombras de la Alianza es “no desaparecer” y “mantenerse como organización militar por todos los intereses creados en el ámbito geopolítico y geoestratégico una vez termina la Guerra Fría”.

Además, Estados Unidos es el claro miembro hegemónico de la OTAN, algo que muchos expertos consideran poco positivo para la Alianza Atlántica. “Estados Unidos ha sido durante muchos años el líder de la defensa europea y la nueva era geopolítica en la que nos movemos requiere un cambio en este sentido”, explica la investigadora senior del German Marshall Fund, Kristina Kausch. “Los europeos ya no pueden depender siempre solamente del paraguas de seguridad americano. Tienen que construir su propia seguridad, tanto para defenderse dentro de Europa como para actuar en otros teatros que son más de su prioridad que de la de Estados Unidos”, recalca.

Las divergencias por el gasto militar

En la cumbre de la OTAN celebrada en Gales en 2014, los aliados acordaron contribuir anualmente al menos el 2% de su PIB a sus gastos de defensa no más tarde de 2024. Pero no todos los países han llegado -de momento- a esa cifra, lo que ha generado diferencias entre los países miembros de la Alianza. La relativamente baja inversión en defensa de algunas naciones fue uno de los argumentos que utilizó Donald Trump para amenazar con sacar a Estados Unidos de la OTAN cuando fue presidente.

“Desde Nixon, todos los presidentes de EE.UU. han recordado a los europeos que tienen que gastar más en defensa”, explica Sepúlveda. “Los europeos siempre decían que sí, que lo iban a hacer, pero nunca gastaban más, hasta la fecha”, indica.

En este sentido, Saz-Carranza asegura que durante unos años “se tensionó mucho la relación a causa de las diferencias sobre el gasto militar, pero eso ya es el pasado”. “La realidad ha puesto la defensa al más alto nivel de prioridad de casi todos los países. Se ha despertado el diagnóstico en Europa de que no puede seguir sin tener sus propias capacidades de seguridad”, señala.

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La guerra en Ucrania ha movilizado a las naciones de la Alianza Atlántica. Berlín se ha comprometido a gastar más del 2% de su PIB en el Ejército, alcanzando el objetivo marcado por la OTAN, y Madrid también ha anunciado una subida del gasto militar. Actualmente en España representa un 1,2% del PIB y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha asegurado que irá aumentando una décima cada año para llegar a la cifra que pide la Alianza.

Algunos expertos no creen que las divergencias sobre el gasto militar en la OTAN tengan que verse como algo negativo. Para Kausch, “es bastante común que diferentes miembros tengan diferentes prioridades, capacidades, que sean más o menos ricos”. “Esos debates no son un punto negativo ni específico de la OTAN”, recalca la investigadora. Por su parte, Peredo ve como “uno de los déficits” de la Alianza “no haber conseguido que el compromiso con la seguridad sea equitativo y bien ordenado”.

Las aventuras militares

Con el colapso de la URSS y el fin de la Guerra Fría, la OTAN tuvo que modificar su papel y comenzó a llevar a cabo operaciones militares fuera de su territorio. Su primera acción militar llegó en 1999, cuando intervino en la Guerra de los Blancanes y lanzó una campaña de bombardeos aéreos contra lo que entonces era Yugoslavia. Fue la primera vez que apostó por atacar sin contar con la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU y su actuación generó una enorme polémica.

“En las guerras yugoslavas fue la OTAN la que decidió ser el justiciero, el juez que decidiera qué países tenían que ser bombardeados y de qué forma”, opina Ferrero. “Fue una decisión unilateral tomada por los países de la OTAN y a partir de ahí entró en franco declive”, añade.

Por su parte, tanto Saz-Carranza como García Encina ven positiva la intervención de la OTAN en la guerra con Serbia. “La Alianza intervino en los Balcanes porque nadie más iba a intervenir. Se recurre a la OTAN como último recurso”, sostiene la investigadora del Real Instituto Elcano.

La Alianza Atlántica también intervino en Libia, bajo el amparo de la ONU, y en Afganistán, donde los aliados tuvieron desplegadas fuerzas militares durante casi 20 años, hasta que los talibanes volvieron a hacerse con el poder en agosto de 2021. Su intervención inicial en Afganistán llegó tras los ataques terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos y tenía como objetivo asegurarse de que Afganistán no volvería a convertirse en un refugio para terroristas que atacaran a países de la OTAN.

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Según Saz-Carranza, lo ocurrido en Afganistán “fue un fracaso, pero no se lo atribuiría a la OTAN”. “La Alianza tenía un papel en Afganistán, pero formaba parte de una operación mucho más amplia”, señala.

En este sentido, Peredo asegura que “el resultado final ha dado la sensación de que ha sido un fracaso, pero cuando se ve el objetivo de la OTAN, se ve que los objetivos estaban cumplidos”. “Los objetivos eran luchar contra el terrorismo, diezmar el terrorismo internacional y, en este sentido, la OTAN ha actuado convenientemente en Afganistán”, asevera.

Sin embargo, para la profesora Ferrero, la salida de las tropas norteamericanas de Afganistán es “el momento de mayor debilidad de la OTAN”. “Marca un punto de inflexión en la Alianza”, subraya.