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Cumbre de la OTAN

La OTAN en el campo de batalla: de Bosnia a Afganistán, las misiones decisivas de la Alianza

Sus objetivos han oscilado desde la ayuda humanitaria a la lucha contra el terrorismo, pasando por el mantenimiento de la paz, aunque la Guerra en Ucrania le devuelve a su viejo enemigo, Rusia.

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Desde la caída de la URSS, la OTAN ha realizado una treintena de misiones, varias de ellas de combate
Desde la caída de la URSS, la OTAN ha realizado una treintena de misiones, varias de ellas de combate.

La coalición militar dominante desde la Segunda Guerra Mundial no disparó ni un misil, ni una sola bala, mientras su enemigo fundacional se mantuvo en pie. Solo tras la caída de la Unión Soviética, y a falta de un objetivo claro que justificara su existencia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se involucró de manera directa en varios de los principales conflictos bélicos que han sacudido el mundo en el cambio de milenio, desde la Guerra de Bosnia hasta la campaña de Afganistán.

Esas operaciones, una treintena, han moldeado la forma de actuar de la Alianza Atlántica, que ha acumulado la experiencia que proporcionan los éxitos y los fracasos en el campo de batalla. La guerra en Ucrania le devuelve ahora al viejo enemigo, transmutado en la Rusia de Vladímir Putin, pero la OTAN ya no es la misma: estas son las cinco misiones que han acabado de forjar a la principal potencia militar del mundo en el siglo XXI.

La Guerra de Bosnia (1992-1995): los primeros enfrentamientos armados

La disolución de Yugoslavia supuso el retorno de la guerra a Europa tras la Segunda Guerra Mundial y, al margen de algunas operaciones menores a principios de los 90, fue el primer escenario bélico de relevancia en el que participó la OTAN. Su concurso fue decisivo para acabar con la Guerra de Bosnia, en la que comenzó haciendo labores de vigilancia bajo los auspicios de Naciones Unidas y terminó liderando las fuerzas de interposición entre los serbobosnios y los bosnios croatas y musulmanes.

En ese camino, sus soldados entraron por primera vez en combate y la Alianza, concebida en 1949 como instrumento de defensa mutua, llevó a cabo sus primeras acciones ofensivas, aunque fuera bajo el paraguas legal de la ONU. En 1995, su campaña de bombardeos contra los serbobosnios forzó la negociación de los Acuerdos de Dayton, en los que se forjó el statu quo que aún hoy rige en Bosnia y Herzegovina: dos comunidades que habitan el mismo país, pero separadas y sin apenas convivencia.

La Guerra de Kosovo (1998-1999): atacar sin el amparo de Naciones Unidas

Las inacabables tensiones étnicas de los Balcanes volvieron a estallar en Kosovo, una región de Serbia con mayoría de origen albanés y una autonomía muy disminuida desde el fin de la antigua Yugoslavia. Después de algunos intentos diplomáticos para frenar los enfrentamientos entre serbios y albanokosovares, la OTAN -cuyo secretario general era entonces el español Javier Solana- decidió usar la fuerza para imponer la paz, por primera vez sin la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

La Operación Fuerza Aliada (Operation Allied Force) consistió en una campaña de bombardeos contra objetivos serbios en Serbia, Montenegro -entonces aún parte de la República Federal de Yugoslavia- y el propio Kosovo, que se prolongó durante dos meses y medio. Las fuerzas yugoslavas sufrieron más de 1.300 bajas, pero la OTAN no logró que dejaran de combatir en Kosovo; además, según Human Rights Watch, entre 489 y 528 civiles perdieron la vida en los ataques aéreos.

Al final, el presidente serbio, Slobodan Milosevic, aceptó sacar a sus tropas de Kosovo y que una fuerza internacional tomara el control del territorio. En junio de 1999, la OTAN desplegó la Kosovo Force (KFOR), que sigue activa y que es la misión más larga en la historia de la Alianza Atlántica. Kosovo, mientras tanto, ha declarado su independencia, pero solo ha conseguido un reconocimiento parcial -España es uno de los países que no reconoce su soberanía- y Serbia sigue reclamando la región como propia. Y la sombra de la ilegalidad -que abriría la puerta a la investigación de posibles crímenes de guerra- sigue planeando sobre la decisión de la Alianza.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001: la primera invocación del artículo 5

El corazón de la OTAN se encuentra en el artículo 5 del tratado fundacional, que establece la obligación de la defensa mutua entre todos los países miembros: si uno de ellos es atacado, el resto acudirá en su ayuda con "las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada". Esa ayuda mutua en caso de ataque solo se ha activado en una ocasión, tras los atentados terroristas contra Washington y Nueva York del 11 de septiembre de 2001.

Un avión de reconocimiento Awacs de la OTAN, como los que patrullaron el espacio aéreo de Estados Unidos tras el 11-S, en la base aérea de Morón de la Frontera, en Sevilla.

Un avión de reconocimiento Awacs de la OTAN, como los que patrullaron el espacio aéreo de Estados Unidos tras el 11-S, en la base aérea de Morón de la Frontera, en Sevilla. EFE

A petición de Estados Unidos, cuando confirmó que los ataques se habían organizado en el extranjero, los otros 16 socios con los que contaba entonces la Alianza acordaron una serie de medidas que incluían la operación Eagle Assist: entre octubre de 2001 y mayo de 2007, siete aviones de vigilancia aérea de la OTAN patrullaron el espacio aéreo estadounidense para prevenir nuevos ataques. Fue la primera operación antiterrorista en la historia de la Alianza, que desde entonces ha incorporado la lucha contra el terrorismo a sus objetivos, y la primera vez que los efectivos militares se movilizaban en aplicación del artículo 5.

La lucha contra la piratería en el Índico (2008-2016)

A finales de 2008, la OTAN atendió una petición de Naciones Unidas para escoltar a los barcos del Programa Mundial de Alimentos en las aguas del golfo de Adén, donde sufrían los asaltos de los piratas somalíes. Esa operación, denominada Allied Provider, tuvo continuidad después, en el verano de 2009, con otra misión más amplia, Allied Protector, destinada a garantizar la seguridad de las rutas comerciales marítimas.


Finalmente, en agosto de 2009, la OTAN organizó un amplio despliegue y lanzó la operación Ocean Shield (Escudo del Océano), que logró erradicar casi por completo la piratería en el Índico occidental en cinco años. Un éxito incontestable: en 2016, la misión se dio por concluida ante la ausencia de asaltos. A día de hoy, los abordajes son puntuales -todos los buques llevan seguridad privada a bordo-, si bien la piratería se ha trasladado a otras aguas, como el golfo de Guinea.

La guerra de Afganistán (2001-2021): el gran fracaso de la Alianza

La misión de combate más larga, más ambiciosa y más costosa -en dinero y en vidas- de la OTAN acabó hace menos de un año con una deshonrosa desbandada: después de 13 años de lucha contra los talibanes en Afganistán, la estructura civil y militar que los aliados habían creído construir a lo largo de dos décadas se desmoronó como un castillo de naipes, sin oponer apenas resistencia al avance talibán.


La OTAN estuvo involucrada en la guerra de Afganistán desde el primer momento, cuando Estados Unidos derrocó al régimen talibán por los atentados del 11S, pero fue a partir de 2003 cuando asumió el mando de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés), la coalición creada por Naciones Unidas para garantizar la seguridad del nuevo gobierno afgano. Casi medio centenar de países contribuyeron al esfuerzo militar y, en su momento de máxima expansión, a finales de 2010, la coalición desplegó más de 130.000 soldados.

A partir de 2011, la ISAF fue cediendo el control de la seguridad a las fuerzas afganas, un relevo que se completó en 2014, terminando con la misión. Sin embargo, la OTAN se mantuvo en el país para asesorar y entrenar al Ejército afgano, en el marco de la Operación Apoyo Decidido, que llegó a contar con más de 17.000 efectivos. El verano pasado, Estados Unidos decidió retirar a sus últimas tropas desplegadas en Afganistán y los talibanes aprovecharon para recuperar el poder. Todo el esfuerzo de la OTAN se esfumaba en pocas semanas, un fracaso estrepitoso que puso en cuestión la función de la Alianza en pleno siglo XXI.

La guerra en Ucrania y el renovado protagonismo de la OTAN

Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania ha devuelto un papel preponderante a la Alianza Atlántica en la geopolítica global, hasta el punto que Suecia y Finlandia, dos países que durante toda la Guerra Fría evitaron adherirse a la OTAN aunque colaboraran con ella, han solicitado ahora su ingreso ante el resurgimiento del viejo enemigo. Oficialmente, la OTAN no ha puesto en marcha ninguna misión específica por la situación en Ucrania, pero sí ha reforzado la vigilancia aérea y marítima de su frontera este.

Lo más relevante, en cualquier caso, es que ha recuperado su razón de ser. Sin un enemigo concreto, la OTAN había diversificado durante las tres últimas décadas sus propósitos, con misiones que iban desde la lucha contra el terrorismo hasta la asistencia humanitaria, pasando por la vigilancia de rutas marítimas. Y ahora vuelve a tener un objetivo claro, el mismo que inspiró su creación: la defensa de los países miembros frente a Rusia.

La OTAN, en datos: un billón de dólares de gasto anual y tres millones de soldados para defender a 30 aliados

Tras sus sucesivas ampliaciones, la OTAN cuenta en estos momentos con 30 estados miembros. Macedonia del Norte, en marzo de 2020, fue el último país en adherirse a la Alianza Atlántica, aunque Suecia y Finlandia han presentado ya su solicitud de ingreso y se espera que se incorporen lo antes posible, en cuanto se superen las reticencias turcas y croatas. Además, Bosnia y Herzegovina y Georgia tienen el estatus oficial de aspirantes a la adhesión. Y Ucrania también es aspirante, pero su condición de país beligerante bloquea, por el momento, su adhesión.

El presupuesto de defensa conjunto de los 30 países miembros fue en 2021 de 1,17 billones de dólares, a precios constantes, aunque también superó el billón de dólares a precios corrientes de 2015. Es, sin comparación posible, el mayor gasto militar del mundo, si bien la mayor parte corresponde a Estados Unidos, que el año pasado tuvo un presupuesto para defensa de gastó 811.140 millones de dólares, el 69% de lo que gastaron todos los países de la coalición juntos. Los estados miembros se han comprometido a gastar el 2% de su PIB en defensa, si bien solo una decena de ellos alcanzan ese umbral.

En cuanto a los gastos operativos corrientes de la organización, la Secretaría General cuenta con un presupuesto de unos 2.600 millones de euros para 2022, de los que la mayor parte, 1.560 millones, se destinan a la estructura militar, mientras el resto van a inversiones (790 millones) y a la estructura civil de la Alianza (289,1 millones).

En cuanto a efectivos, al margen de las misiones operativas, la OTAN cuenta con una fuerza conjunta de despliegue rápido que puede movilizar hasta 40.000 soldados de forma inmediata. Y si se movilizaran el conjunto de los ejércitos de los estados miembros, contaría con unos 3,5 millones de soldados para hacer frente a sus enemigos.