Vidas desgarradas por la tortura: "Me tuvo secuestrada seis meses, me maltrataba"
- Los actos de tortura y malos tratos son considerados crímenes de derecho internacional
- El Centro de Atención Integral de Médicos Sin Fronteras acoge en México a víctimas de tortura y violencia extrema
Connie abandonó Honduras durante la pandemia en busca de una vida mejor. Llegó a México, donde se encontró con su captor, que la sometió a violencia física y psicológica durante meses y la dejó embaraza de gemelos. "Me tuvo secuestrada seis meses. Me maltrataba, mi familia no sabía nada de mí", relata. Cuando consiguió escapar, se entregó a Inmigración, que la envió a un albergue.
"Estaba mal psicológicamente. No quería comer, no me bañaba, pasaba solo durmiendo", cuenta, ya que tenía miedo de salir a la calle. Ahora recibe tratamiento en el Centro de Atención Integral (CAI) en la Ciudad de México, donde trata de recuperarse. Su mayor aspiración es "estar estable en un lugar seguro".
Desde este centro de Médicos Sin Fronteras, en el que se brinda atención especializada a personas que han sufrido tortura o violencia extrema, apuntan a la especial vulnerabilidad de mujeres y migrantes. "Hay mujeres que sufren muchísimo con agresiones sexuales que, a veces, pueden resultar en embarazos. Es una situación muy compleja para una mujer sola, migrante, en la calle. Además, con un bebé, es una situación dramática a todo lo que se tiene que exponer", indica el psicólogo con especialización en Familia y coordinador del CAI, Néstor Rubiano, con motivo del Día Internacional de la Ayuda a las Víctimas de Tortura. Explica también que, en estos casos, se produce un acompañamiento a las víctimas junto con las instituciones para brindarles alojamiento, formación o trabajo.
Los actos de tortura y malos tratos son considerados crímenes de derecho internacional y, en determinadas circunstancias, pueden constituir crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o actos de genocidio. Sin embargo, continúa afectando a muchos países como México, donde la violencia registra altos niveles: una media de 90 asesinatos diarios.
Aumenta la violencia hacia los migrantes
Las víctimas que llegan al CAI proceden de diferentes puntos del continente, con testimonios desgarradores. María Magdalena se fue de El Salvador después de que le agredieran con un bate que le dejó 36 puntos en la cabeza. Con la intención de huir de la violencia y encontrar un mejor futuro económico, llegó hasta México, pero también sufrió ataques: un machetazo le ha dejado una gran cicatriz en el brazo.
Hace tres meses, la pesadilla volvió a repetirse. La secuestraron y, aunque consiguió escapar, la siguen buscando. "Esto le pasa frecuentemente a todos los que venimos de otros países. Sin excepción alguna, todos sufrimos por alguna violencia", afirma tras narrar su experiencia en el país desde el CAI. "Poco a poco, ya voy saliendo fuera de lo que yo sentía. Ya me estoy volviendo a adaptar con las personas", añade.
"Aumentó la violencia hacia los migrantes en la medida en que se criminaliza a la migración, en la medida en que se la militariza, se le pone obstáculos. Eso hace que la población tenga que coger caminos no seguros, donde lo que van a encontrar es el crimen organizado y un nivel elevado de violencia", señala Néstor Rubiano.
Devolver la dignidad y la esperanza a las víctimas
Las terapias que reciben en el centro varían en función de los casos. A Pablo, por ejemplo, pintar le ayuda a distraerse por un momento de lo que ha vivido. Dejó su ciudad después de que mataran a seis miembros de su familia. "Cuando escapé, a mitad de camino cinco hombres identificados como policías me bajaron del bus. Me dijeron que tenía que pagarles 500 quetzales, yo les pagué, pero aun así me violaron. Me hicieron lo que ellos quisieron. Me dejaron ahí tirado, caminé mucho, crucé en una balsa y llegué a Ciudad Hidalgo, en México", describe.
Lisandro, por su parte, acude a talleres de danza y baile, pero, en muchas ocasiones, las cicatrices provocadas por las balas que recibió en el brazo y en el abdomen, le devuelven a la realidad. Sufrió tres intentos de asesinato en Honduras y tiene que tomar pastillas para dormir por la noche debido a la violencia sufrida y a la pérdida de su padre y su tío, a los que asesinaron. "Mi sueño es salvarme la vida, lo más que se pueda, porque yo no sé el fin de mis enemigos en Honduras, yo no sé cuándo se va a terminar", lamenta.
"El objetivo que tenemos es que la persona logre el máximo de independencia con el menor daño y dolor posible, que pueda ser independiente en la vida", indica Rubiano. "Todo lo que vivió, eso simplemente no se puede olvidar. Tiene que aprender a convivir con eso. Pero puede, digamos, encontrar que hay otra forma y hay una esperanza y hay un camino. Eso es lo que buscamos. Devolver la dignidad y la esperanza", defiende.