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Tercera Edad

En la piel de un octogenario: cursos de empatía para residencias de mayores en Teruel

  • Una empresa imparte cursos a sus trabajadores en los que experimentan dolores como la artritis o el párkinson
  • Durante las clases de empatía, los empleados cuentan que han sufrido frustración, tristeza e impotencia

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Las cuidadoras de una residencia turolense, octogenarias por un día

Por medio de auriculares, rodilleras o guantes especiales, los trabajadores de la residencia Los Paules de Teruel se ponen en el lugar de los ancianos para aprender a cuidarlos mejor. Unos métodos con los que se ponen en la piel de los ancianos.

¿Cómo es abrocharse un botón cuando se tiene párkinson? Alicia, trabajadora de una residencia de mayores en Teruel, lleva unos guantes que le provocan espasmos y lo simulan.

Date prisa, que tengo que hacer un montón de cosas

“Date prisa, que tengo que hacer un montón de cosas”. El encargado del curso le responde: “Pero abróchalo bien, te tienes que fijar, que lo puedes hacer sola”. Ella se va poniendo nerviosa por momentos.

Los temblores son una situación angustiosa que se repite con frecuencia. De esta forma tan real las trabajadoras de la residencia turolense se ponen en la piel de los mayores a los que cuidan.

Esta situación es muy agobiante, es una pesadez constante, cansancio, no quieres moverte

Rodilleras que reproducen el dolor de la artritis, gafas que nos restan visión, auriculares con un pitido que no cesa. Es sentir lo que ellos sienten para darles los cuidados que necesitan.

Lorena Alsate es una de las trabajadora de la residencia Los Paules, que ha vivido esta experencia. “Esta situación es muy agobiante, es una pesadez constante, cansancio, no quieres moverte. Quisieras quedarte tumbada todo el día” señala Alsate.

Comportamiento empático

Gustavo García, responsable cursos Empatía y Ética en los cuidados, concluye que “una persona de 85 o 90 años, que ha sido un agricultor, un empresario, una profesora, llega a esa edad y le tratamos como a un niño o a una niña. Y –de forma sarcástica- le tenemos pinta y colorea, y lo ponemos en la puerta para que lo vea. Infantilizándoles, es lo peor que les puedes hacer”. Es empatía en estado puro, también, como lección de vida.