El horror vivido en Mariúpol
- Galina viajó de Toledo a Mariúpol en febrero para ayudar a sus padres enfermos. Días después estalló la guerra
- Sufrió el bombardeo de su edificio y la muerte de su padre, y estuvo más de mes y medio retenida por las fuerzas rusas
Galina Binat viajó el 19 de febrero de Toledo, donde reside desde hace veinte años, a Mariúpol, la ciudad en la que nació, creció, estudió Medicina y en la que residían sus padres y su hermana. Fue a cuidar a su padre, convaleciente de varias operaciones, y a su madre, que se encontraba con movilidad reducida.
Cinco días después de llegar a Mariúpol estalló la guerra en Ucrania. Los primeros bombardeos en la ciudad alcanzaron su barrio y el edificio en el que vivían sus padres. “Estalla la guerra y una tremenda ola de bombardeo me golpea contra la puerta y me deja en el suelo. Tenía dos personas inválidas y las tenía en mis brazos. Tenía que tomar decisiones y hacerlo rápidamente”, nos cuenta Galina.
Bombardeos
Se resguardaron, junto con el resto de vecinos, en el sótano del edificio, que fue lo único que quedó en pie. En Mariúpol cerraron las tiendas, las farmacias, los bancos y todos los servicios y comenzó la escasez y los días sin agua, luz ni alimentos. “La gente estaba desesperada, llegó a comer perros y a beber agua de nieve descongelada”.
“Los primeros bombardeos en Mariúpol alcanzaron su barrio y el edificio en el que vivían sus padres. Comenzaron los días sin agua, luz ni alimentos“
Aquello parecía una película de terror, relata Galina. “Se quemó lo más valioso que teníamos allí, nuestros recuerdos, nuestras fotos... Intenté sacarlos pero estaba ardiendo todo con tanta fuerza que no fue posible. Prácticamente pude sacar de las llamas a mi padre con vida”. Y por él se quedó allí hasta el final. Pudo ser evacuada de Mariúpol pero no quiso dejar allí a su padre, quiso salvarlo.
“Cuando vieron que tenía la doble nacionalidad, española y ucraniana, sospecharon que podía ser una espía y la detuvieron“
Por eso salió, en medio de los bombardeos, a pedir ayuda en varias ocasiones. Consiguió llegar al hospital, ya tomado por las tropas rusas, en el que años atrás había trabajado como ginecóloga. Colaboró como voluntaria pero cuando vieron que tenía la doble nacionalidad, española y ucraniana, sospecharon que podía ser una espía y la detuvieron. “Dos policías me pusieron vendas sobre los ojos, sobre la boca y la nariz y me llevaron, después de unos interrogatorios, a una celda”, detalla.
Detenida en Mariúpol
Empezó así un peregrinar por varios lugares habilitados como cárceles donde estuvo retenida y en condiciones insalubres. Galina llegó a sentirse muy débil, estaba deshidratada, con fiebre, con agua y comida limitadas y casi sin poder mantenerse en pie ni hablar. Estaba hacinada, junto a otras presas de Mariúpol, en un espacio muy reducido, de unos de 35-40 metros cuadrados. Casi no tenía espacio ni para poder estirar las piernas ni ponerse de pie.
“Empezó así un peregrinar por varios lugares habilitados como cárceles donde estuvo retenida y en condiciones insalubres“
Destruyeron su documentación y la amenazaban continuamente con la idea de que no lograría salir viva de allí… Además, las agresiones, durante este tiempo, fueron constantes. “Me pegaron en los hombros, la cabeza, las piernas, me llegaron a romper dos costillas. Me hicieron torturas más graves, me pusieron los cables de electricidad en brazos y pies… Fue el momento en el que más llegué a temer por mi vida”.
Fin del horror
El 13 de mayo comenzó el fin de este calvario, de esta barbarie, como la define Galina. La liberaron y gracias a la ayuda de la gente en la calle pudo llegar a casa de unos familiares en Donetsk. Una vez con ellos contactó con la Embajada española y con el Ministerio de Asuntos Exteriores que la ayudaron a salir de Ucrania y poder regresar a nuestro país, y a Toledo. “Esta situación ha podido sacar lo mejor y lo peor de las personas. También he podido encontrarme con la gente buena, con gente maja que me prestó ayuda, gente ucraniana y rusa también”.
“El 13 de mayo la liberaron y gracias a la ayuda de la gente en la calle pudo llegar a casa de unos familiares en Donetsk“
Ahora Galina quiere devolver todo el apoyo que recibió a esas personas que siguen allí sufriendo las consecuencias de la guerra y se hace muchas preguntas. “¿No cree usted que puede utilizar su inteligencia de un líder político de una nación tan importante como Rusia y tener cabeza y valentía como para haberse parado a hablar con Zelenski y parar esta destrucción masiva?”. Confía en que el diálogo y el entendimiento triunfen, y no olvida las palabras de su padre en sus momentos finales, que la mantuvieron fuerte y le dieron un empujón para seguir viva "yo me quedo pero tú vas a ser feliz".