Antonio de la Torre: "Cuando actúas hay que pensar de un modo animal"
- Hablamos con el actor y con Giordano Gederlini, director de Entre la vida y la muerte
- Un thriller que cuenta con la participación de RTVE.es y que llega este jueves a los cines
Antonio de la Torre debuta en el cine francés con Entre la vida y la muerte, un potente thriller dirigido por el chileno Giordano Gederlini (coguionista de Los miserables), que nos habla de temas tan interesantes como el desarraigo, la paternidad o la venganza. Una coproducción hispano-franco-belga que cuenta con la participación de RTVE y que llega a los cines este jueves, 14 de marzo.
Antonio interpreta a Leo Castaneda un español afincado en Bruselas que una noche presencia el suicidio de su hijo, del que llevaba más de dos años sin saber nada. Entonces empezara a investigar su muerte, en una peligrosa epopeya que lo llevará a enfrentarse a su propio pasado.
El actor español nos cuenta cómo ha sido actuar en francés: “No tenía ni puta idea de hablar francés. Y cuando me llegó el guion, que me mandaron en español, no lo veía claro. Pero Giordano y el productor, Jérôme Vidal (Los lunes al sol), vinieron a verme a Donosti, donde estaba rodando La línea invisible, para intentar convencerme”.
“Y pensé que yo solo me he sentido estrella de cine en Francia, cuando presenté allí El reino y La noche de 12 años. Descubrí que admiraban el cine español por nuestros thrillers, nuestras películas de terror... Lo curioso es que, al mismo tiempo, yo admiro el cine francés pos su poderío, el músculo que tienen, el apoyo estatal… Fue cuando pensé que no podía dejar pasar esta oportunidad”.
“Otra de las cosas por las que me decidí –añade-, fue porque Giordano también hablaba español y podíamos entendernos. Además, me dijo que no había demasiados diálogos. Y confieso que, una vez que empecé, enseguida me vine arriba. El interrogatorio en la comisaría iba a ser en español, para ponérmelo fácil, pero yo me empeñé en hacerlo en francés porque no tenía mucho sentido que el policía belga hablase español”.
“Por supuesto –continúa Antonio-, tenía una coach para aprender, una francesa afincada en Barcelona. Y cuando fui al rodaje la inmersión era total, porque solo veía la televisión en francés y películas en francés, me iba a correr con la radio… Porque no bastaba con soltar el texto en francés, había que interpretarlo, hacerlo tuyo, y creo que lo hemos conseguido. De hecho, en Francia he hecho algunas entrevistas en francés o en franciñol” (ríe)
“Aunque tengo que reconocer que en la escena de la comisaria, donde hay un montón de gente hablando a la vez, yo me sentía como en un partido de Nadal. Pensaba:"¡¿Qué están diciendo?!" Pero creo que al final ha quedado razonablemente bien” -concluye-.
Un hombre sin pasado
El personaje de Leo Castaneda (Antonio de la Torre) es el gran interrogante de la película, ya que no sabemos nada sobre él y, poco a poco, iremos descubriendo su pasado. “Es lo más interesante del film –confiesa el director-. Es un auténtico misterio y poco a poco descubriremos cuál era su profesión y qué fue lo que le llevó a Bruselas”.
“Es el personaje que me dio la clave para el guion y cómo escribirlo –añade-. No me gustan las películas en las que el espectador sabe enseguida quién es el malo. Por eso lo hemos escrito al revés, para ir descubriendo poco a poco ese pasado y sus motivaciones, hasta que hay un giro donde todo encaja”.
Giordano nos comenta por qué quería como protagonista a Antonio de la Torre: “Por qué es uno de los mejores actores europeos. Él me dice, de broma, que yo quería a Brad Pitt y me quede con él porque es un Brad Pitt económico. Pero es un actor genial. Cuando vivía en España veía mucho cine español y me encantan los thrillers. Y tenía el sueño de proponerle este guion. Y tuve la suerte de que me dijera que sí”.
“Y cuanto tienes la suerte de contar con un actor de su nivel, que hace suyo el personaje y lo potencia de esa forma, tienes que escoger un casting a su altura –añade el director-. Por eso escogimos a gente tan potente como Olivier Gourmet (De Gaulle, Rouge) y Marine Vacth (Joven y bonita). Necesitaba tres grandes actores que tuvieran un magnetismo especial y he tenido la suerte de encontrarlos”.
Antonio nos cuenta cómo se preparó para el personaje. “Lo primero que hice fue perder 7 u 8 kilos y dejarme el pelo largo y barba. Porque quería que el personaje pareciese entre la vida y la muerte. Y es que yo soy padre de dos hijos y no me puedo imaginar lo que sería sufrir la muerte de uno de ellos. Por eso era importante que se notase esa pérdida en su aspecto físico”.
“Yo también soy padre –añade Girodano-, y creo que otro de los temas fundamentales de la película es la paternidad y el legado, lo que dejamos a nuestros hijos. Y el protagonista está desesperado porque no supo ser un buen padre. Por eso la película empieza con ese encuentro frustrado entre padre e hijo, que no llegan a tiempo de reencontrarse”.
Un thriller sobre el desarraigo
Preguntamos a Giordano Gederlini qué cree que tiene este thriller de especial: “He escrito varios thrillers y quería ir un poco más lejos en lo psicológico y en lo personal. Y hacer una propuesta de cine de autor dentro del género de cine negro”.
Además la película habla del desarraigo, encarnada en ese protagonista español que trabaja en Bruselas y del que iremos descubriremos su pasado. “Yo nací en Chile y mis padres, después del golpe de estado, se fueron a Francia –nos comenta Gederlini-. Crecí allí, luego viví unos años en Barcelona y ahora llevo nueve años en Bruselas. Y siempre me he sentido un poco extranjero”.
“Por eso –añade el realizador-, quería a un protagonista español que viviera en Bruselas, que es una ciudad en la que recae gente de toda Europa, pero cada uno está en su lugar y no se mezclan demasiado”.
Antonio de la Torre nos comenta cómo ha hecho creíble ese desarraigo del personaje. “No fue complicado porque se rodó el verano después de la pandemia y casi no pude ver a mi familia, porque era un lío con los vuelos. Por eso yo también sentía ese desarraigo, aunque el equipo me mimara mucho. También tenía otras cosas en común con Leo, como lo de ser padre”.
“Y en ese sentido –añade- Giordano me dio una de las claves para el personaje. Me dijo: “A pesar de los años que pasaron desde el exilio de Chile, mi padre siempre tuvo la mirada triste, no importa los años que pasaran. Como el que está fuera de su hogar". Y con esa indicación pude meterme en la piel del protagonista y reflejar esos dos grandes temas: el desarraigo y la paternidad”.
“Yo siempre digo que, para actuar, uno tira de tres cosas, de lo que ha vivido, de lo que puedes imaginarte y de lo que puedes investigar” –concluye Antonio-.
“El cuerpo siempre habla”
El personaje de Antonio se comunica más con los gestos y las miradas que con las palabras. Algo a lo que Antonio ya está acostumbrado: “Cuando rodé Caníbal, en el guion de Manuel Martín Cuenca había una nota del escritor sudáfricano John Maxwell Coetzee que decía: “El cuerpo siempre habla. No siempre a la primera, pero siempre dice la verdad. En Caníbal había un plano en el que yo salía de la sastrería y me colocaba de espaldas viendo como llovía fuera. Y me dio por pensar en el Málaga, que jugaba ese día. Y aunque estaba de espaldas, Manolo me dijo ”¡Corta!. ¿En qué estás pensando?” Es increíble que se diese cuenta de que estaba pensado en otra cosa más ligera”
“Eso viene a cuento de que yo creo que, cuando actúas, no hay que pensar de un modo intelectual sino de un modo animal. Se actúa con el alma. Hay que ir un poco como Simeone, partido a partido. Aprende a confiar en eso y el resto irá saliendo”.
“Luego hay cosas concretas de los personajes –añade-. Por ejemplo, Leo tiene mareos, y uno de los trucos que yo usaba era girar sobre mí mismo antes de rodar. Eso funciona. ¡Ni Marlon Brando!. De hecho, cuando tienes un personaje que no habla la tendencia es hacer cosas. Y eso no es necesario. Actuar es un mundo y a veces es un horror”.
“Soy como la marca blanca de Tom Cruise”
En cuanto a las escenas de acción, Antonio nos confiesa: “Soy como la marca blanca de Tom Cruise –bromea-, si no tienen mucho presupuesto me llaman a mí, que soy más baratito”
“Para rodar estas escenas hay dos claves –añade-, que el coordinador de especialistas sea un tipo relajado, como era el caso, porque todo es una coreografía. Y la segunda es que el otro actor también sea relajado, porque alguna vez he coincidido con un actor tenso y lo ha pasado fatal rodando la escena. Sufría de verdad. También intento cuidarme y salir a correr todos los días. Y con eso tiras”
“Pero estoy muy contento porque la pelea del piso me la hice entera con uno de los especialistas” –añade-.
Bruselas es una de las protagonistas
Gederlini confiesa que esta historia: “Es una película muy urbana, en la que la ciudad de Bruselas es una de las grandes protagonistas”.
Rodar un thriller ambientado en Bruselas, donde parece que nunca pasa nada, también es una novedad. “Hay problemas con drogas y con la prostitución, como en todas partes, pero la verdad es que es una ciudad bastante tranquila –asegura Gederlini- Hay más delincuencia en Amberes, por el puerto, ya que entran y salen muchas cosas”.
“Bruselas –añade el realizador- tiene un centro histórico muy tranquilo y luego está la zona industrial, con una gran central eléctrica cerca de la ciudad. Me interesan esos sitios enormes pero solitarios, porque son muy cinematográficos. Como el Atomium, que está aislado de todo y rodeado por kilómetros y kilómetros de parkings. Una localización muy interesante si te imaginas ahí, solo de noche”.
También hay una escena en la que vemos al personaje de Antonio de la Torre paseando en bicicleta, prácticamente solo. “Es el barrio europeo –nos cuenta el director-. Los diputados se van los fines de semana a sus países y no queda nadie. Además, rodamos en medio de la pandemia de COVID y por eso tiene ese aspecto casi fantasmal”.
"Aspiro a hacer cosas nuevas"
En cuanto a sus proyectos, Antonio nos comenta que: “He hecho una película en Australia, otra en Chile y me encantaría repetir. Pero también quiero rodar en España. No me veo instalándome en Hollywood, como un veinteañero, para ver si me dan papeles”.
“A lo que aspiro –añade-, es a intentar seguir sorprendiendo a los espectadores e incluso a mí mismo. A hacer cosas nuevas que todavía no he hecho. Pero si te dijera que quiero trabajar con los Coen eso no sería muy realista. Nunca he tenido el listón demasiado alto y gracias a eso me llevo sorpresas muy agradables”
“Por ejemplo –nos cuenta-, cuando me nominaron al Goya por Azul oscuro casi negro, competía con Leonardo Sbaraglia, Juan Echanove y Juan Diego Botto. Y estaba tan convencido de que no tenía ninguna oportunidad de ganar que me llevé el diploma para hacerme una foto en la gala y poder enseñársela a mis nietos. Si alguien me hubiera dicho entonces que, diez años después, iba a ser el actor más nominado de la historia, habría pensado que me estaba tomando el pelo”.
“Al final es una mezcla de no perder los sueños, pero también ser realista" –concluye-.
“Hay que hacer películas para perder dinero y ganar cultura”
Tras los últimos éxitos del cine español, preguntamos a Antonio cómo ve la industria: “La veo mal. Creo que esos éxitos, de películas pequeñas, suceden a pesar de la industria y de esa ley audiovisual que se acaba de aprobar, que permite a las plataformas hacer productoras “independientes”. No quiero meterme con las plataformas, porque he trabajado con ellas y espero volver a hacerlo, pero el cine y la cultura tenían que ser política de Estado y eso significa hacer Alcarrás y películas de Manuel Martín Cuenca, de gente con autoría".
"También hacer películas en catalán, en gallego, en euskera o en andaluz cerrado que no se entienda -añade-. Hacer un cine que cuente nuestras culturas y nos narre. O sea, un cine de que sirva de relato y no sea un simple entretenimiento. Las películas de entretenimiento están muy bien pero no podemos olvidar la cultura”.
“Hay que hacer películas para perder dinero y ganar cultura –concluye-. Yo estoy con la industria y me alegro muchísimo del éxito de las películas de Santiago Segura, pero lo que no puede ser es que desaparezcan las películas de pequeños y medianos presupuestos. A Raúl Arévalo le costó ocho años levantar Tarde para la ira y menudo peliculón. Eso es contar un país”.