La cara del primer europeo sorprende a Atapuerca: "Creíamos que ya no tendríamos la suerte de hallar restos así"
- La coordinadora de la Sima del Elefante, Rosa Huguet, cuenta a RTVE.es los entresijos del descubrimiento
- Los restos recogidos en el yacimiento podrían poner fin a la representación de los homínidos como "monstruosos"
Los homínidos nunca vivieron dentro de la cueva de la Sima del Elefante, en Atapuerca. Por eso, todos los restos y fósiles que descansan en sus entrañas llegaron allí por azar, a través de su descomposición y su posterior filtrado a los sedimentos gracias a las riadas. Algo que explica la tremenda sorpresa que se ha llevado el equipo de arqueólogos al descubrir la “increíble” cara del primer europeo. “Sabíamos que podía pasar, porque en 2007 encontramos una mandíbula, pero creíamos que ya no tendríamos la suerte de hallar restos así”, cuenta, entusiasmada, la coordinadora del yacimiento, Rosa Huguet.
“Me parecía tan increíble que no me atrevía a decir lo que pensaba que era“
El descubrimiento le tocó el 30 de junio a Edgar Téllez, un miembro del equipo de investigación de Atapuerca que se encontraba excavando casi por casualidad en el cuadro K29 del nivel TE7. El día anterior realizaba su trabajo en otra zona, pero un compañero acabó su turno en dicho cuadro y él le sucedió en la tarea. Fue entonces cuando sacó de entre la arcilla el fósil. “Estaba muy sucio”, recuerda Huguet, la encargada de identificar los restos óseos. Era un maxilar. Su cara cambió al observarlo de cerca: los alveolos- los huecos que dejan los dientes- eran demasiado grandes y su forma no coincidía con la de ningún animal. “Me parecía tan increíble que no me atrevía a decir lo que pensaba que era”.
Si acaso, los restos “solo podían ser de un oso”, hipótesis que se descartó al limpiarlos. “Ahí empezó a coger fuerza la idea de que estábamos ante un ser humano”. La coordinadora del yacimiento avisó al resto de sus compañeros y juntos analizaron el fósil in situ. La alegría casi podía palparse en la Sima y se desató por completo cuando al día siguiente los antropólogos confirmaron que, efectivamente, el maxilar perteneció a una persona.
“Éramos conscientes de la transcendencia que podía tener”, pues se había excavado dos metros por debajo de la mandíbula obtenida en 2007, lo que significaba que su antigüedad podría estar en torno a 1,4 millones de años. Pero, además, porque podría finalmente zanjar un importante debate sobre el que los expertos llevan décadas discutiendo.
Nuestros antepasados podrían no ser tan monstruosos como pensábamos
El nuevo fósil humano presentado la semana pasada en una rueda de prensa histórica no es significativo solo por su edad, sino porque posiblemente explique el origen de la cara moderna y ponga fin a una discusión que se plantean los antropólogos. “Hasta ahora se pensaba que cuanto más antiguos fuesen los restos, más diferente serían a nuestra cara actual”, pero el descubrimiento en Atapuerca podría apuntar a lo contrario.
Los Homo sapiens tenemos una depresión en el pómulo distinta a la de otros eslabones del género. Los neandertales, que vivieron entre hace unos 300.000 y unos 28.000 años, por ejemplo, no tienen esta característica. Pero sí se observó en un ejemplar mucho más antiguo. Era 1994 cuando apareció en las cuevas de Gran Dolina el maxilar de un individuo inmaduro que, al ser limpiado, se desveló como la mitad de la cara de un homínido con una morfología inesperada. En lugar de un rostro de aspecto primitivo, "ese homínido de 800.000 años tenía partes de la cara muy similares a las nuestras", una incógnita que creó una nueva especie del género Homo en 1997: el Homo antecessor.
Ahora, los restos recogidos en la Sima del Elefante, aún más antiguos, podrían para dar respuesta al por qué de la incongruencia de antecessor y, por ende, profundizar en el origen de un semblante similar al del ser humano moderno. Pese a los hallazgos de los últimos 40 años, "hoy día todavía se suele representar a los homínidos más antiguos como monstruosos o raros, pero quizás no eran tan distintos a nosotros", sugiere Huguet.
La reconstrucción continúa y es posible que aparezcan nuevos fragmentos
La excavación del cuadro en el que se encontró el fósil todavía continúa estos días y es posible que se desentierren nuevos fragmentos y que se añadan a la reconstrucción. "Los compañeros están lavando el sedimento que sacamos por si se nos ha pasado alguna pequeña pieza", explica sobre la minuciosidad del proceso.
De hecho, al principio solo se obtuvo la mandíbula, pero luego se completó con un pedazo de pómulo. Los nuevos trozos, sin embargo, no tienen por qué ser únicamente humanos. Otros, como los de las herramientas, servirán igualmente para afinar todo lo posible la antigüedad del espécimen. Una vez finalice la reconstrucción, procesar las muestras en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos llevará en torno a un año y medio o dos años, cuando se obtendrán respuestas concretas.
Las respuestas que no solo serán importantes porque añaden conocimiento a las páginas de la historia, sino porque nos servirán para comprender el ecosistema en el que vivieron. Y eso, según Huguet, llamará nuestra atención sobre las idóneas condiciones climáticas que les permitió sobrevivir durante tantos miles de años "y nos ayudará a entender que necesitamos cuidar nuestro propio ecosistema para sobrevivir".
Otro éxito más para el palmarés de Atapuerca
Atapuerca es un enclave único. Situada a unos 15 km al este de la ciudad de Burgos, en sus ricos yacimientos se han desenterrado fragmentos desde el Pleistoceno inferior hasta el Neolítico, "una gran amplitud" que da gracias al ecosistema que durante más de un millón de años hizo que el género Homo no abandonase la región, pero que se puede disfrutar actualmente por el esfuerzo de un equipo que lleva cuatro décadas en el campo.
Los yacimientos comenzaron a tener especial relevancia científica a partir del descubrimiento de los restos de la Sima de los Huesos en 1992, al que se le sumaron los de Homo antecessor años más tarde. Hallazgos como estos le sirvieron para ser declarada Patrimonio de la Humanidad y para que naciese, en 1999, la Fundación Atapuerca.
Aunque todos se disfrutaron y cada uno de ellos fue único, este último éxito, el de la cara del primer europeo, ha sabido aún mejor. Aparte de por su singularidad, porque les pilló a todo el equipo en el yacimiento, una circunstancia que en otros meses del año no habría ocurrido. "Que todos hayamos podido participar de esa celebración fue una alegría" porque, destaca, quien encuentra los restos carece de importancia. "Es un trabajo de todos, desde los directores hasta el último estudiante", y del que probablemente todavía queda mucho por descubrir.