La inflación aplasta a las familias: "Hemos dejado de comprar carne y comemos pasta y huevos"
- Los hogares intentan sortear la subida desbocada de alimentos: “Antes iba solo a dos supermercados y ahora recorro hasta seis"
- Con el encarecimiento de la luz, muchos buscan las horas más baratas y evitan encender el aire acondicionado
Juan Carlos ha dejado de comprar carne. Mercedes se recorre hasta seis supermercados para comparar los precios. María ha cambiado la hora a la que pone la lavadora para que le salga más barato. La subida del IPC y el encarecimiento de la energía, motivado por la guerra en Ucrania, están aplastando a muchas familias, que han tenido que cambiar su vida cotidiana. Según una encuesta de la OCU, el 75% de los consumidores ha modificado sus hábitos de consumo de energía, agua y movilidad.
Muchas personas se han visto obligadas a recortar gastos para ahorrar a final de mes. El 45% de la población bajó la calefacción el pasado invierno y ahora, en verano, muchos evitan poner el aire acondicionado o el ventilador para que no se dispare la factura de la luz. La inflación es, por tanto, un lastre diario para el bolsillo de los hogares y, en los peores casos, provoca que aplacen también gastos sanitarios como ir al dentista u a otros especialistas.
La cesta de la compra: la diana de la inflación
Una de las primeras consecuencias de la escalada de precios se ve a diario en el supermercado. “Piensas más detenidamente cómo hacer la compra”, nos cuenta María. Ella es profesora, vive con su pareja y planifican un menú para toda la semana. Sin embargo, dice que con la subida de precios compran menos cantidad de pescado y fruta: "Alguna semana no hemos comprado fresas por si a la siguiente bajaban de precio”.
Este es el día a día de muchos consumidores. Con la pandemia, vieron cómo subían los precios de la energía y, a raíz de la invasión rusa de Ucrania, se enfrentan a diario al encarecimiento de la luz y alimentos básicos como la leche, huevos, fruta y legumbres.
De enero a junio de 2022, la leche ha subido un 24%, los huevos un 35% y comprar una bandeja de pollo entero o una barra de pan es un 10% más caro, según un estudio de la Asociación Valenciana de Consumidores y Usuarios.
Precisamente de esto se queja Mercedes, que señala que en estos meses los alimentos básicos subían hasta seis céntimos de un día para otro y en el mismo establecimiento. Ella es desempleada de larga duración y ahora dedica más tiempo a buscar la opción más económica: “Antes iba solo a dos supermercados y ahora me recorro hasta seis. Si tengo que andar más para encontrar el mismo producto 50 céntimos más barato, lo hago”.
Ambas compran 'marcas blancas' o 'marca de distribuidor', una opción muy extendida de forma tradicional en España que se acentuó con la pandemia y, ahora, con la elevada inflación. Las familias buscan más ofertas y "ahora mismo, el consumidor es más sensible y está más atento a las promociones”, nos asegura Aurelio del Pino, presidente de la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados.
"Hemos dejado de comprar carne y comemos pasta y huevos"
Sin embargo, hay familias que ya tenían dificultades económicas y ahora, con la subida de precios, han dejado de comer ciertos alimentos. “Hemos dejado de comprar carne y comemos pasta y huevos, aunque también han subido mucho. Ya no sabes ni por dónde tirar”, nos cuenta Juan Carlos.
Él ya arrastraba una situación complicada, con un desahucio y facturas de la luz sin pagar. Ahora cobra una pensión de incapacidad de 526 euros y, aunque ha encontrado trabajo e ingresa en total 1.300 euros, no es suficiente para pagar el alquiler, la luz y mantener a nueve personas, tres de ellos niños, en un piso de dos habitaciones.
En su caso, la inflación le dificulta garantizar una correcta alimentación de todos y “no puedes comprar todos los días unos yogures y comida para los niños”, señala. Además, él apenas puede masticar porque tiene una prótesis dental rota y no tiene dinero para cambiársela.
Le denegaron el Ingreso Mínimo Vital y va a solicitar la ayuda de 200 euros para poder afrontar otra dificultad, la factura eléctrica. “Me parece una barbaridad pagar 150 euros de luz”, explica, y está preocupado porque no sabe cuánto se incrementará el recibo este mes. No obstante, no tienen pensado apagar el único ventilador de agua con el que cuentan para poder dormir este verano.
Energía: buscar las horas más baratas y reducir el aire acondicionado
Junto a los alimentos, la energía es otra causa clave de que la vida sea ahora más cara. “Básicamente, lo que toda esta subida ha provocado es el cambio de rutina para poner el lavavajillas, la lavadora y buscar horas más baratas”, nos cuenta María, que hasta ahora nunca había consultado el precio de la electricidad por franjas horarias.
Mercedes, que ha solicitado la ayuda de 200 euros, ha cambiado su forma de cocinar y lleva meses encendiendo menos la vitrocerámica y calentando la comida en el microondas para gastar menos electricidad.
En verano, se añade el consumo del aire acondicionado. Muchos hogares lo usan solamente cuando pasan el día en casa o para las noches más calurosas: “Lo enciendo media hora al día para poder dormir, pero muchas veces prefiero dormir peor con tal de no ponerlo”, nos cuenta Mercedes, que es beneficiaria del Bono Social Térmico para hogares en situación de vulnerabilidad.
En el caso de Jessica, esta situación dificulta también su trabajo. Es cocinera y elabora postres para vendérselos a conocidos y ganar un dinero extra. Además de pagar más del doble por harina, mantequilla, aceites y huevos, cuenta que lo ha notado más en la electricidad, ya que cocina en su casa: “Entre los ventiladores para hacer frente al calor, encender la cocina, la máquina amasadora y el horno, es una locura… Pago ahora un 35% más en electricidad cada mes”.
Volver al consumo energético de hace 40 años
En este escenario, ¿qué cambios podemos hacer en casa para ahorrar energía y reducir nuestra factura? Los expertos aportan una doble visión: métodos para ahorrar en la factura, pero también es preciso un cambio cultural en nuestros hábitos de consumo energético.
“Vamos a tener que volver a como estábamos hace 40 años”, nos cuenta Diego Mateos, CEO de Gese Servicios Energéticos. Para él, es necesario recuperar la forma de consumo donde el calor lo combatían los ventiladores, no el aire acondicionado, y tampoco se abusaba tanto de calefacción en invierno.
Ahora, en verano, recomienda ventilar la casa por la noche y sustituir el aire acondicionado por dos o tres ventiladores. También es clave cambiar nuestra forma de cocinar, usando el microondas y la olla a presión en vez de la vitrocerámica. Con estos cambios, asegura que se podría ahorrar hasta un 30% en la factura.
Sin embargo, la mirada energética se dirige al próximo invierno. La pasada temporada, muchas familias dejaron de poner la calefacción tantas horas como antes, sobre todo en febrero y marzo, cuando la luz se disparó a raíz del conflicto en Ucrania.
En hogares como el de María se planificaba el uso de electrodomésticos: “Ponía la lavadora y la calefacción a la vez para aprovechar y secar la ropa”. Este es un "truco" para ahorrar que quizás tenga que repetir dentro de unos meses si la electricidad se mantiene en precios inasumibles.
Mateos advierte que el próximo invierno la situación va a ser “mucho peor” que el año pasado por las tensiones derivadas del conflicto y de la incertidumbre sobre el suministro del gas ruso. Por ello, recuerda que será necesario ahorrar más, sobre todo en calefacción, y alejar del imaginario la forma de consumir a la que nos hemos acostumbrado hasta ahora.