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Rusia

La falta de libertad y las sanciones precipitan el exilio ruso: "No quería no poder llamar 'guerra' a una guerra"

  • RTVE.es recorre con tres ciudadanos rusos las fechas y motivos que marcaron su salida del país tras la invasión de Ucrania
  • Las peticiones de asilo a la UE se duplicaron en marzo, pero no hay datos oficiales del total de ciudadanos que han dejado Rusia

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Un hombre sostiene un pasaporte ruso y una maleta.
Un hombre sostiene un pasaporte ruso y una maleta.

Anastasia, Andrei y Mikhail recuerdan con claridad el momento en el que decidieron abandonar de manera definitiva Rusia. Todos reconocen que fue una decisión dura, pero volverían a tomarla debido a la escalada de tensión en el país tras la decisión de su presidente, Vladímir Putin, de invadir Ucrania, las restricciones para hablar y opinar libremente, y los efectos económicos de las sanciones de Occidente. Para ellos, la casilla con la fecha de su regreso aún sigue en blanco, aunque creen que no será en un futuro cercano.

RTVE.es recorre de la mano de estos tres ciudadanos rusos los días posteriores a la declaración de la guerra y los motivos que les llevaron a dejar su vida atrás. “No quería no poder llamar 'guerra' a una guerra”, cuenta a RTVE.es Anastasia, investigadora rusa que se ha trasladado a Montenegro, en relación al término “operación especial” utilizado por el Kremlin para denominar al conflicto. “Algunos me tildaron de cobarde”, señala sobre su experiencia Andrei, un pianista que ha conseguido establecerse en Estados Unidos. "Mucha gente cree el relato de la televisión de Putin", indica Mikhail, un periodista crítico con el régimen situado ahora en Finlandia y que prefiere no revelar su nombre real.

El aumento de las voces críticas de sus propios ciudadanos y su abandono del país no han cambiado, sin embargo, los planes de Putin que mantiene sus tropas en Ucrania cinco meses después del comienzo de una guerra que ha arrasado ciudades y ha provocado la muerte de miles de personas. Rusia ha cambiado, de hecho, en los últimos días su discurso y ha asegurado que sus objetivos ahora van, de nuevo, más allá del Donbás, donde había centrado su ofensiva. No obstante, ciudades como Kiev o Járkov, entre otras, han seguido experimentando bombardeos estos meses.

Anastasia: “No se puede hablar ni pensar con libertad”

Anastasia decidió abandonar Rusia de forma definitiva el 24 de febrero. Fue el mismo día en el que Putin iniciaba la invasión de Ucrania, un conflicto del que esta joven investigadora “no quería formar parte”. “Ya tenía la idea en mente unos días antes, pero en ese momento todo se precipitó y preparamos la salida. Tomé esa decisión y dejé mi vida atrás porque no quería formar parte de ese ataque”, apunta, sobre un conflicto que "le duele" por los dos bandos, ya que su madre es de Ucrania.

Pese a la incertidumbre y temor de que cerraran las fronteras o aumentaran las restricciones, consiguió salir del país y alojarse en Montenegro, donde trata de empezar de cero. Los que se quedan y no están de acuerdo con el Gobierno "no pueden protestar libremente" sin consecuencias, relata sobre las medidas impuestas en los últimos meses.

“No se podía respirar. No se podía hablar, ni pensar con libertad”, dice sobre una decisión en la que la apoyaron sus familiares y que también tomaron muchos de sus amigos y conocidos. “Estoy muy enfadada y triste. Es una tragedia”, dice sobre una evolución de una guerra “impredecible" y pide que se siga ayudando a los refugiados ucranianos. “Solo espero que el conflicto se acabe y que, si algún día vuelvo, sea a una Rusia democrática”, indica, estableciendo, así algunas de las líneas rojas para su regreso.

Andrei: “Algunos me tildaron de cobarde”

Andrei todavía recuerda con viveza las calles, los bares y teatros de San Petersburgo. Este joven pianista cerró el 11 de marzo la puerta de su apartamento en esta ciudad rusa a orillas del Báltico sin saber si algún día podría volver. Había vendido sus muebles y se dirigía al aeropuerto decidido a salir de una Rusia que empezaba a notar los efectos la sanciones occidentales. No había avisado ni a familiares ni amigos, pero esto no le hizo dar ni un paso atrás.

“Enseñaba y daba conciertos de manera virtual, además de trabajar en San Petersburgo. Los ingresos vía online se cortaron debido al bloqueo del sistema Swift y no podía permitirme la vida allí”, dice. El temor ante los rumores de que los jóvenes como él podrían tener que alistarse en el ejército fue la segunda de las causas. Algunos, dice, le llamaron "cobarde", aunque recalca que la mayor parte de sus familiares y amigos apoyaron su decisión y sigue en contacto con ellos.

También apunta a la polarización de la sociedad sobre la guerra en Ucrania como uno de los motivos de su salida. "Yo no apoyaba la guerra, pero no podía decirlo. No quería mentirme a mí mismo", avanza. "La gente espera que des tu opinión al respecto y da igual la manera en la que la expreses. Siempre conseguirás enemigos de los dos bandos", lamenta.

El viaje de Andrei no resultó sencillo. En sus anteriores intentos de abandonar el país, sus vuelos habían sido cancelados. Una amiga en el extranjero le ayudó a comprar el vuelo que le llevó hasta Estambul, una de las principales vías de escape de los rusos, desde donde pretendía dirigirse hasta Estados Unidos. Sus planes, sin embargo, se vieron truncados por una apendicitis y la necesidad de contar con una vacuna COVID reconocida por la OMS para viajar, lo que retrasó su llegada al país norteamericado dos meses.

Para el lo más importante es que el conflicto acabe "ahora mismo". "No mañana, no en cinco semanas, no en tres años, ahora. La gente está muriendo", recalca. Pide, además, que no se vete la cultura rusa en el exterior por la decisión de la guerra de "una pocas personas en el gobierno". "Adoro mi país y la cultura y agradezco todo lo que me ofrecido en culturalmente y académicamente", dice con nostalgia.

Mikhail: “Podían caerme 15 años por informar sobre la guerra”

Para Mikhail, periodista crítico con el régimen, el inicio de la guerra en Ucrania fue la gota que derramó el vaso de la desesperación y la impotencia, ya casi lleno "por los años de represión hacia la prensa". Reconoce que su salida del país no fue inmediata, ya que sentía que debía informar, o al menos intentarlo, sobre lo que estaba ocurriendo.

Pero el Kremlin dio un nuevo golpe de efecto a la prensa independiente poco después. Aprobó una ley por la que aquellos que ofrecieran información que Moscú pudiera considerar como "falsa" pudieran ser castigados con multas o penas de cárcel. Se bloquearon, además, medios como Open Media Project, MHB Media o el uso de Twitter, Facebook o Instagram. La situación para los periodistas como Mikhail se hizo insostenible y no encontró otra salida más que marcharse rumbo a la vecina Finlandia. "Pueden condenarnos a 15 años de cárcel por informar sobre la guerra o dar un relato diferente del ofrecido por el Gobierno", afirma.

“Muchos de los trabajadores de medios de comunicación tuvimos que marcharnos. La propaganda rusa es muy amplia en el país y se filtra en muchos ámbitos de la sociedad. Lleva años haciéndolo y mucha gente cree el relato de Putin”, indica. "Hay muchas personas que no sabe de economía y piensa que todo va bien en el país. Algo que se apoya desde los medios institucionales", explica sobre los efectos de las sanciones. Según la clasificación mundial de Reporteros Sin Fronteras, Rusia es uno de los países con menos libertad de prensa, al ocupar el puesto 150 de 180.

Mikhail asegura que “adora su país, su familia y amigos”, aunque si tuviera que hacerlo, "volvería a tomar la misma decisión". Con un ojo todavía puesto en las pocas noticias que puede leer de Rusia, aún no sabe cual será su siguiente destino, pero sí tiene claro que de momento no volverá a su país.

Las solicitudes de asilo rusas a la UE se doblaron en marzo

Entidades consultadas por RTVE.es como ACNUR, Amnistía Internacional o CEAR  reconocen no disponer aún de datos sobre el número de personas que han huido de Rusia debido a la guerra o a los efectos de las sanciones. Algunos medios apuntan a que países como Turquía, Serbia, Montenegro o Georgia se presenta como una de las principales vías de escape de la disidencia rusa, ya que se mantienen las rutas aéreas abiertas. Solo en el mes de febrero, los medios periodísticos turcos calcularon que hasta 80.000 viajeros rusos entraron a Estambul, mientras que en Serbia se calcula que hay cerca de unos 6.000 rusos.

La UE también es uno de los destinos elegidos por los rusos. Un indicio puede verse en las solicitudes de asilo a la Unión Europea desde Rusia. Si bien esta estadística podría reflejar solo una pequeña parte, sí que demuestra al menos una tendencia al alza, según los datos de la Agencia Europea para el asilo. En enero de 2022, las solicitudes fueron 533 (332, por primera vez, y 201, repetidas). En marzo, el cambio fue notable: se produjeron un total de 1.359, más del doble que solo unos meses antes. De ellas, 1.126, lo hacían por primera vez, mientras que 233 eran repetidas. En abril, aunque bajó el número, la cifra continuaba siendo alta: 1.113, entre las que 880 eran primeras solicitudes. A la espera de conocerse los datos de los siguientes meses, se trata del número más alto de los últimos dos años. Hasta entonces, el mayor número había sido en julio de 2020 con 738 solicitudes.

Las disidencias no se han producido únicamente a pie de calle. En los primeros meses de la guerra, fue muy sonada la dimisión y abandono del país de Anatoli Chubais, representante del mandatario ruso en materia de desarrollo sostenible dentro del Ejecutivo ruso, por su desacuerdo por el conflicto o la de Arkadi Dvorkóvich, viceprimer ministro, . Putin se refirió en marzo a los considerados “traidores” rusos que Occidente quería utilizar presuntamente para destruir el país. “El pueblo ruso siempre podrá distinguir a los verdaderos patriotas de la escoria y los traidores y simplemente escupirlos como un mosquito que accidentalmente voló a sus bocas”, dijo en unas duras declaraciones.