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Vacaciones: la 'cárcel' de las víctimas de violencia machista

  • Durante las vacaciones surgen con más frecuencia los enfrentamientos por cuestiones de la convivencia, cambios de horarios y de rutinas
  • Julio es el mes con más mujeres asesinadas: 117 desde 2003, el año en el que se empezaron a contabilizar los crímenes machistas

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Trinidad tenía 50 años y era madre de cuatro hijos. Su marido, del que se estaba separando, la asesinó este martes. En lo que llevamos de 2022, 25 mujeres han sido asesinadas, dos en este mes de julio, y 1.155 desde 2003, año en el que se empezaron a contabilizar los asesinatos machistas.

Julio es, según las estadísticas, el mes más negro de la violencia de género. 117 hombres asesinaron a sus parejas o exparejas en los meses de julio desde que hay registros, 104 en agosto, 103 en enero frente a los 84 de noviembre o los 86 de abril. Las cifras responden a una realidad, la de que en vacaciones —verano y Navidad principalmente— se incrementa el riesgo para las mujeres víctimas de violencia de género.

Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género explica que en estas fechas "cambian los horarios de trabajo y las rutinas, además en verano surgen con más frecuencia los enfrentamientos alrededor de cuestiones de la convivencia que el agresor percibe como un ataque a su posición de referencia y de autoridad", apunta.

Lorente explica que al compartir también más tiempo de convivencia se suele incrementar la violencia. "Temía estar de vacaciones, si era un martirio aguantarlo las horas que estaba en casa, imagínate un día tras otro, una tarde tras otra, una noche tras otra... deseando que llegara el final de las vacaciones para sentirme un poco más libre", nos cuenta Blanca —nombre ficticio— desde su casa en Andalucía. Blanca recuerda que durante el invierno podía "respirar" en el trabajo o cuando llevaba a los niños a clases extraescolares y al parque, pero en vacaciones no tenía lugar ni momento en el que refugiarse.

La violencia contra las mujeres se caracteriza por su continuidad

Paloma, de Huesca, sí encontró ese espacio en el que respirar. Era una casa que su familia tenía en un pueblo y aunque estaba sin acondicionar, allí, reconoce, vivía junto a los niños la "vida normal" que no podía tener en la ciudad. Fue, cuenta, su "vía de salvación".

"El periodo de vacaciones con los niños en casa y coincidir más tiempo con él era especialmente peligroso. Tenían que estar los niños metidos en la cama hasta las seis de la tarde para que no le molestasen y luego a las nueve de la noche pretendía que estuvieran dormidos otra vez". "Era una condena, evitaba coincidir con él en la medida de lo posible y yo buscaba sacarlos de ahí como fuese", reconoce.

"La culpa siempre la tenía yo. Las vacaciones para mí eran un tormento", lamenta Blanca

La violencia contra las mujeres, apunta Lorente, se caracteriza por su continuidad, no por la ocasionalidad de la agresión o el ataque psicológico. Lo que sí señala es que las discusiones relacionadas con los hijos y otras cuestiones como las económicas son más frecuentes en estas fechas. "Siempre había algo que lo estropeaba, siempre. Comprábamos algo de almorzar y a mis hijos no les gustaba y ahí empezaba la pelea". "Hemos llegado al punto de venirnos de vacaciones porque él decía que se acababan las vacaciones y nos veníamos. Y por el camino me torturaba porque la culpa siempre la tenía yo. Las vacaciones para mí eran un tormento", lamenta Blanca.

Rocío recuerda en especial la Navidad. "Cuando llegaban no solo tenía que pasar más tiempo con mi agresor, sino que también me gustaba salir con mis compañeros del trabajo y mis amigas o ir a las comidas de Navidad. Cada vez que llegaba ese día intentaba impedir con violencia que saliera, si salía se ponía agresivo y a insultarme". Así, cuenta, era también el momento en el que se ponía un biquini. "Si alguien me miraba, la culpa era mía", añade.

La familia y los amigos, las "amenazas" del maltratador

Las vacaciones son fechas en las que hay más encuentros sociales y se tiene más contacto con amigos y familiares. Otro factor que, apunta Lorente, hace que el peligro se incremente para las mujeres maltratadas. "El agresor percibe que en esas circunstancias la mujer puede contarle a los familiares y fuentes de apoyo parte de lo que está viviendo. Incluso puede interpretar que esos entornos, al ver determinadas situaciones, pueden dar un paso para facilitar la denuncia o la ruptura" apunta el exdelegado del Gobierno Contra la Violencia de Género.

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Blanca reconoce que su exmarido lo único que quería era que ella estuviera las veinticuatro horas con él "a las buenas o a las malas". "Si yo tenía posibilidad de pasar más tiempo con mi familia o mis amigos provocaba más tensión y agresividad en él", señala. Así lo recuerdan también Elena y Rocío. Todas se sintieron prisioneras de un hombre que quería saber en todo momento dónde estaban, con quién y qué hacían.

Una violencia que puede ir más allá de la separación

Lorente señala que habitualmente se ha puesto el foco en que mujeres que convivían con sus agresores podían sufrir más violencia en estos momentos del año, pero que la realidad es que también afecta a aquellas mujeres que ya se han separado de sus maltratadores.

"Me decía lo que no tenía que beber, comer o lo que no podía vestir", afirma Elena

"Aquellos que siguen controlando después de haberse separado, también pueden interpretar lo que está sucediendo como una justificación para usar más violencia e incluso llegar al homicidio", asegura. Es lo que le sucedía a Elena, nombre ficticio. Vive en Alicante y aunque ya estaba separada del padre de su hija, el acoso y el maltrato seguía igual cuando él regresaba para estar cerca de la niña en vacaciones.

"Me subía la ansiedad y yo aguantaba pensando en que eran solo unos días. Me decía lo que no tenía que beber, comer o lo que no podía vestir. No había nada que hiciera bien", nos cuenta. Recordando su historia Elena nos habla de un día. Él le dijo que iba a ir a buscar a la niña y ella le pidió que no lo hiciera, que les dejara descansar, pero él no cumplió. "Empezó a golpear la puerta, a gritar y a tirar no sé si piedras, pero se oían golpes desde arriba", recuerda.

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Un relato que acaba con una frase: "Me parece mentira haber podido conseguir salir de ahí, de aquella vida, de aquel maltrato... Me parece mentira", añade.