Ortorexia: la insana obsesión por la alimentación saludable
- La proliferación en redes sociales de gurús de la alimentación sana ha disparado su prevalencia
- “Yo generé mi personalidad en ser la chica sana del grupo, en que todos me felicitaran por mi fuerza de voluntad”, dice Andrea
Irene Alonso, Andrea Pérez e Irene Sesé reciben tratamiento desde hace mucho tiempo en el Centro Adalmed de Madrid, especializado en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Las tres sufren ortorexia, un subtipo de trastorno de la conducta alimentaria que aún no está considerada una enfermedad mental por ninguna clasificación internacional. El término lo acuñó en 1997 el Dr. Steve Bratman en su libro 'Yonquis de la comida sana' y tiene como principal manifestación la obsesión por los alimentos más saludables.
"Oficialmente no existe porque está muy normalizada"
Miedo a hacerse adicta a azúcares o grasas, asco al ver comer a familiares o amigos comida considerada 'no sana' o sentir pena por las personas que ingieren este tipo de productos, son algunos de los sentimientos que experimentan quienes sufren ortorexia. "Oficialmente no existe porque está muy normalizada", señala Irene Alonso. "Está bien visto", apunta Andrea, “yo generé mi personalidad en ser la chica sana del grupo, en que todos me felicitaran por mi fuerza de voluntad”.
Esta fijación obsesiva hacía que para Irene Sesé su vida fuera "comer alimentos saludables, deporte y poco más. Dejé de sociabilizar, evitaba comer con mis padres para comer cosas 'más sanas'". Esto último es una de las peores consecuencias: evitar a toda costa compartir mesa con otras personas. “Si tu idea de alimentación sana te limita las relaciones sociales, esa alimentación ya no es sana”, afirma Paula Gonzalo, psicóloga clínica experta en TCA.
El trastorno "empieza a ser preocupante entre determinadas personas con mayor predisposición, con baja autoestima e inseguridades", apunta el psiquiatra Manuel Faraco, director del centro. Faraco destaca que "cuando esta idea de cuidar la alimentación acaba siendo central en su vida y su día a día acaba organizándose alrededor del acto de comer o alimentarse; cuando esta obsesión condiciona la vida social hasta el punto de parecer miembros de una secta destructiva, deben saltar las alarmas".
El papel de las redes sociales
Las tres reconocen el enorme impacto de los mensajes que gurús, influencers y youtubers lanzan en redes sociales y medios de comunicación. Algunos, sin el menor fundamento científico, señala Aitor Sánchez, dietista-nutricionista autor de 'Mi dieta cojea' y colaborador de Radio Nacional de España. Su proliferación en redes sociales ha disparado su prevalencia, especialmente entre mujeres jóvenes y adolescentes. “Cuando hablamos de alimentos sanos lo hacemos de las frutas, verduras, legumbres, aceite de oliva... Eso no quiere decir que sean los únicos que pueden estar en nuestra alimentación. Ni tampoco debemos moralizar sobre los alimentos”.
Esa atribución de virtudes casi mágicas a alimentos y comportamientos y, por el contrario, la descalificación de los que “caen en la tentación” puede ser una losa muy pesada para muchas personas. “El problema es cuando hablamos de que hay que prohibir determinados alimentos o que hay cosas que no podemos hacer bajo ningún concepto”, señala Gonzalo, “¿Qué dice de mí que yo no sea capaz de mantenerme firme y resistir la tentación? Esto genera buenos y malos, los que tenemos la verdad y hacemos lo correcto y los que no”.
Expresiones que "machacan"
Frases como “El azúcar es veneno”, “Comida basura”, “Eres lo que comes” o “Come comida real” machacan desde las redes demonizando a los alimentos y, casi, a quien los ingiere. Recuperar el equilibro al que apelan psiquiatras y nutricionistas exige el abordaje de equipos multidisciplinares, disponibles en las unidades hospitalarias de psiquiatría especializada en la sanidad pública y en centros privados que cubre el seguro escolar.
“Uno no elige enfermar, pero sí escoge curarse“
El mensaje, de esperanza, es que “es posible”. “Uno no elige enfermar", señala Andrea, "pero sí escoge curarse. Y la ortorexia se cura”. "Habrá cosa que más y cosas que menos, pero se debería poder comer de todo", concluye Irene.