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Grecia dice adiós a la tutela europea: la historia del polémico rescate que salvó al país pero lo empobreció

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Grecia sale formalmente de la tutela de la Comisión Europea tras el plan de rescate

Grecia pone punto y final este sábado a la tutela de Bruselas sobre su economía, y por primera vez en 12 años, las finanzas del país heleno andarán por su propio pie. Para la Comisión Europea, Atenas ha logrado una "aplicación efectiva" de las reformas a las que se comprometió tras el fin de su tercer rescate, en 2018, por lo que no ve necesario seguir con su vigilancia.

La situación es radicalmente distinta a la de 2010, cuando el país se vio al borde de la quiebray tuvo que pedir ayuda ante la desbandada de inversores extranjeros. La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional concedieron su primer préstamo al país, con la condición de que el Gobierno griego aplicara una dura política de austeridad y grandes recortes al gasto público. El grupo conocido como la troika, formado por el FMI, el Banco Central Europeo y el Eurogrupo, se encargarían de vigilar que Atenas cumplía con lo prometido.

A aquel préstamo se sumaron otros dos, en 2012 y 2015 que elevaron la ayuda a 288.000 millones de euros, la mayor asistencia financiera de la historia. El país consiguió evitar el impago y reducir un déficit desbocado, del 15,4% en 2009, según Eurostat, pero la austeridad tuvo unas dolorosas consecuencias para el país.

Grecia ha sufrido la mayor recesión en la historia de cualquier país capitalista, el PIB se ha reducido en un 25% desde 2008, la renta per cápita es de 20.276 dólares, lejos de la media europea (38.234) y de la española (30.115), de las que se ha ido alejando progresivamente. El paro se disparó hasta el 27,5% en 2013, y aunque ahora ha bajado al 14,8%, sigue siendo el más alto de la UE, mientras que el país continúa a día de hoy sufriendo una sangrante fuga de cerebros hacia otros países europeos y servicios públicos como la sanidad siguen maltrechos.

El "error" de las políticas de austeridad: malestar social y lenta recuperación

Los rescates se guiaron por el mantra económico de la austeridad, impuesta por Alemania y otros países del centro y norte de Europa, y que no solo se aplicó a Atenas, sino también a más economías que sufrieron gravemente aquella recesión, como Italia, Irlanda, Portugal o España. Las condiciones del préstamo imponían ante todo una rápida reducción del déficit que se debía pagar con recortes como los que afectaron a las pensiones (hubo 14 tijeretazos entre 2010 y 2018), a los funcionarios, subidas de impuestos y privatizaciones.

"Cuando un país está en una situación como la que estaba Grecia en 2010, obligar a esas medidas draconianas sí que hizo bastante daño", explica a RTVE.es José Manuel Amor, de Analistas Financieros Internacionales (AFI), que califica aquella política de "cierto error".

Coincide con él Raymond Torres, director de Coyuntura del think tank Funcas. "La política de austeridad acertó en el diagnóstico de que hacía falta un plan de ajuste, pero no en diseñar ese plan. Y eso ha tenido una serie de efectos colaterales muy graves", asegura. Las condiciones impuestas a cambio de los préstamos "fueron tremendamente duras para Grecia".

"La política de austeridad acertó en el diagnóstico de que hacía falta un plan de ajuste, pero no en diseñar ese plan. Y eso ha tenido una serie de efectos colaterales muy graves"

El país tenía una deuda pública muy elevada y "un déficit crónico exagerado que arrastraban durante años". De hecho, una de las chispas del colapso económico griego fue la revelación de que el país había estado maquillando desde hacía años las cifras del déficit que comunicaban a Bruselas.

Sin embargo, "la manera de realizar el ajuste fue hasta cierto punto contraproducente". Se creó "un enorme malestar social por el recorte de pensiones o por poner en entredicho derechos fundamentales como el de la negociación colectiva". En 2010 Grecia vivió ocho huelgas generales, algunas de ellas muy violentas, mientras se sucedían los disturbios y el ascenso de grupos radicales como el partido neonazi Amanecer Dorado, que llegó a ser la tercera fuerza del país. Además, se vivió "un recorte muy importante en el Estado de bienestar", que dejó al país en una situación "compleja" ante la pandemia, continúa Torres.

Más allá de las consecuencias sociales, tuvo efectos "muy graves" en la recuperación económica, que se retrasó más que la de otros países con rescates más suaves, como Portugal. Aunque el déficit se redujo -e incluso llegó al superávit en 2016-, la economía se hundió, el paro se disparó y la "pérdida de capital humano", en forma de emigración de los mejores formados, se intensificó.

Una economía más competitiva pero con una deuda de casi el 200%

Antes del crash del 2008, Grecia vivió una época de bonanza inusitada, con una "subida de la renta per cápita que fue una barbaridad", de menos de 16.000 dólares en 1995 a 24.000 en 2007, según señala Amor. Con el boom del turismo y los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004 el país comenzó a endeudarse. En 2009 la deuda era del 126% de su PIB (mientras que la media de la UE era del 75%), y a pesar de los rescates, ha seguido subiendo hasta situarse apenas por debajo del 200% en 2021 (193%, lejos del 88% de la media europea). "La fiesta está pagada, pero salieron de ella con mucha deuda", sentencia Amor.

La diferencia fundamental con el momento de la anterior crisis es que los acreedores principales del país no son inversores extranjeros (fundamentalmente bancos), sino las instituciones europeas y el FMI. La huida de aquellos inversores cuando las agencias calificadoras degradaron el bono griego a bono basura fue lo que dejó al país al borde del abismo, pero recientemente Atenas ha vuelto a emitir bonos, algo que se pedía también en el rescate. "A pesar de que Grecia paga los spreads -indicadores de su liquidez- más altos, no está lejos de los intereses de otros bonos como el italiano", apunta el analista de AFI.

Otra de las "luces" de la situación actual es una economía "que ha ganado en competitividad", a pesar de que sigue poco diversificada y dependiendo en buena parte del turismo, señala Torres. Sin embargo, la principal diferencia la ha marcado la llegada de los fondos europeos de recuperación. Para recibirlos, Grecia ha presentado un "paquete muy interesante", expone Amor, que incluye medidas como la digitalización, la transformación del sector público, de la educación, la justicia y una reforma de la fiscalidad, "que era uno de los problemas que tenían antes de la crisis".

"Es una oportunidad de oro para avanzar en la generación de un crecimiento que, poco a poco, le vaya poniendo en una situación en la que su deuda sea algo más llevadera. Pero no nos engañemos, una deuda del 200% es una barbaridad", recalca. Para poder ir saldándola, Grecia puede optar por reclamar una reestructuración -algo que parece complicado dadas las negativas que ha recibido en el pasado-, más recortes en el gasto público y subidas de impuestos, o bien "muchos años de ajuste gradual", por lo que la salida a esta situación será "muy lenta", añade el economista.

Los fondos europeos, una prueba de que Europa ha "aprendido la lección"

Precisamente la reacción de Bruselas a la crisis provocada por la pandemia supone una constatación de que Bruselas "ha aprendido la lección" de las consecuencias de las imposiciones a Grecia, según Torres. Las políticas activadas por la Comisión Europea, el BCE y muchos países miembros, como Alemania, han sido completamente distintas a las que siguieron a la crisis de 2008. En aquel momento no existía el programa de compra de deuda pública con condiciones ni se contemplaba "la gradualidad en los ajustes fiscales" actual. Los fondos Next Generation, además, incluyen 390.000 millones de euros a fondo perdido, "algo que era inconcebible hace pocos años".

El otro gran actor de los rescates, el FMI, fue más lejos y reconoció en 2013 el "error" a la hora de recomendar recortes a los gobiernos europeos, ya que no supieron entender que las medidas de austeridad acabarían con el crecimiento. De hecho, en 2015 ya apostaban por condiciones más flexibles en el tercer préstamo a Grecia, durante las duras negociaciones entre la troika y el Gobierno griego de Syriza, y que dejaron a Grecia al borde de su salida del euro. El Eurogrupo, liderado por Alemania, se mantuvo sin embargo firme en sus exigencias de austeridad y contención fiscal.

Europa se asoma ahora, cuando ya se recuperaba de la crisis del coronavirus, a una nueva recesión derivada de la guerra de Ucrania y los problemas de suministro de los hidrocarburos rusos. Grecia, como España, se enfrentan a esta crisis con "la balanza de intercambios totalmente saneada" y con los beneficios de los fondos europeos, según Torres. "Pero yo diría que el problema ya no está en la latitud de los países, sino más bien en la exposición al gas ruso", recuerda, y en este caso "han cambiado las tornas". Mientras Atenas es menos vulnerable por sus conexiones con Azerbaiyán e Israel, Alemania sí que se enfrenta "a un corte absoluto de suministro", por lo que su panorama aparenta mucho más oscuro que el de los países mediterráneos.