'Fire of love', la volcánica pasión de Katia y Maurice Krafft
- El documental nos muestra su historia de amor y su fascinación por los volcanes
- Hablamos con Sara Dosa, directora de esta película que llega a los cines el 26 de agosto
“Katia, yo y los volcanes somos una historia de amor” escribió el famoso vulcanólogo Maurice Krafft sobre la pasión que ambos sentían por este fenómeno de la naturaleza. Una pasión que nos contagia el maravilloso documental Fire of love, de Sara Dosa (The Last Season), una auténtica joya que recrea la historia de la pareja usando las espectaculares imágenes que grabaron de volcanes en erupción. Un documental que ha sido premiado en Sundance y Barcelona, que suena para los Oscar, y que se estrena en cines este viernes, 26 de agosto.
Durante 25 años (1966-1991), Katia y Maurice Krafft recorrieron el planeta para grabar volcanes en erupción y aprender todo lo que pudieron sobre ellos, lo que les convirtió en unas celebridades, sobre todo en Francia. Llegaban a meterse en los cráteres en erupción, por lo que preguntamos a Sara si cree que fueron unos visionarios o unos temerarios: “Creo que las dos cosas y mucho más, eran artistas, escritores, cineastas, filósofos, intelectuales, divulgadores… Para mí, eran unas personas capaces de entender su lugar en el cosmos. Y, a nivel personal, han sido como mis guías, he aprendido mucho de ellos. Sobre todo he aprendido lo que significa vivir la vida con un propósito, y guiarse por el amor”.
Imágenes espectaculares, amor y humor
Katia era geoquímica y Maurice geólogo. En 1966 se enamoraron y decidieron pasar el resto de su vida viajando por todo el mundo para estudiar las erupciones de los volcanes. Zaire, Hawaii, Indonesia, Estados Unidos, Japón... Maurice filmaba en 16mm y Katia hacía fotos a pie de los cráteres. Nunca se habían visto unas imágenes similares, por lo que enseguida se hicieron famosos. Fire of love está montado a partir de 200 horas de material de archivo inédito y de las notas y escritos personales de Katia y Maurice, además de entrevistas con ambos. Un excepcional documento que nos descubre la historia de amor de dos pioneros que entregaron su vida al estudio de los volcanes.
Pero, aparte de Francia, hoy no son tan recordados como deberían, por eso preguntamos a Sara cómo descubrió a estos personajes. “Estaba investigando para mi anterior documental, The Seer & The Unseen (2019), que es la historia de una mujer islandesa que se comunica con el espíritu de la naturaleza. Y necesitábamos imágenes de archivo de volcanes en erupción, para mostrar que la tierra es una cosa viva y mágica. Y había muy poca gente que hubiera grabado imágenes de volcanes en erupción en los años 70, la época que estábamos buscando”.
“Así los encontré y enseguida quedé fascinada por las espectaculares imágenes que habían grabado, con los limitados medios de la época –añade-. Pero solo fue a partir de escuchar a Katia y Maurice, de descubrir ese amor que se tenían, de conocer lo divertidos que eran y cómo compartieron esa pasión por los volcanes… cuando descubrí esa parte personal fue cuando decidí que había una historia que merecía la pena ser contada”.
Volcanes, filosofía, ciencia y poesía
Sara Dosa suele meter mucha poesía en sus imágenes y en el off de sus documentales. Y Fire of love no es una excepción: “Fue un enorme reto encontrar un equilibrio entre la narración y esas espectaculares imágenes –confiesa-. Al principio queríamos utilizar únicamente las palabras de ellos. Pero el archivo donde aparecían juntos y hablando era limitado, así que tuvimos que añadir esa voz en off de la cineasta Miranda July (Kajillionairi), que, además de narrar la historia, también nos plantea preguntas, algunas filosóficas”.
“Eso se debe a que descubrí que en sus películas, en sus imágenes, Katia y Maurice tienen una gran influencia de la Nouvelle Vague francesa, y eso es algo que quisimos incluir en el documental –añade la cineasta-. Además, también eran filósofos, escritores y poetas. Y en sus libros planteaban al lector infinidad de preguntas sobre la existencia y el existencialismo. El gran escritor Eugène Ionesco (1909-1994) escribió el prólogo de uno de sus libros, Los Volcanes (1975). Eso te da una idea de hasta qué punto introducían la filosofía en sus libros. Por eso decidimos que nuestra narración mezclase la ciencia y la poesía. Es verdad que es una mezcla muy complicada, pero siempre los utilizamos como guías, para mantenernos fieles a su espíritu”.
“Querían vivir su vida acorde con los ritmos de la tierra”
En un momento del documental, Katia y Maurice Krafft confiesan que decidieron sacrificar su vida privada, e incluso renunciaron a tener hijos por ese amor a los volcanes. “Estaban absolutamente enamorados del mundo de los volcanes y la aventura que rodeaba a todas esas expediciones –nos explica Sara-. Así que construyeron su vida alrededor de esa obsesión. Ellos aseguraban que querían 'vivir una vida acorde con los ritmos de la tierra'; es decir, sin responsabilidades, sin horarios, sin hijos, sin un jefe… Una vida más natural. Y es verdad que sacrificaron muchas cosas para seguir y perseguir a los volcanes. Ellos mismos se denominaban como ‘corredores de volcanes’”.
“Pero –añade la cineasta-, hay un punto de inflexión en su vida donde empiezan a comprender el poder destructivo de los volcanes. Es entonces cuando empiezan a construir unas relaciones humanas más profundas con los equipos con los que trabajan y se empiezan a ver a sí mismos un poco más como comunicadores, como contadores de historias. Para intentar transmitir a los demás parte de sus conocimientos sobre los volcanes y que la gente también se apasione por el tema”.
“Y después de la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia (13 de noviembre de 1985), donde murieron 25.000 personas, sintieron la responsabilidad añadida de intentar educar a la sociedad sobre el poder y el peligro de los volcanes. Así que sí, creo que hay una evolución clara en su trabajo, que cada vez se vuelve más responsable”.
Sus contribuciones al mundo de la vulcanología
Algunos vulcanólogos contemporáneos les veían como unos locos por arriesgarse tanto a la hora de filmar los volcanes. Preguntamos a Sara cuál cree que es la contribución de Katia y Maurice Krafft a la ciencia de la vulcanología: “Yo diría que crecieron al mismo tiempo que esa ciencia. Llegaron en un momento en el que se empezaba a tener mayor curiosidad por esa ciencia y ellos contribuyeron a popularizarla en todo el mundo”.
“Destacaron –continúa-, por su forma de acercarse a la vulcanología y de grabar las erupciones de una forma como nunca se había hecho antes. Su contribución a esta ciencia es enorme porque, de alguna forma, fueron capaces de trazar un mapa para sus continuadores y para desarrollar la tecnología necesaria para estudiar los volcanes. Y los momentos que grabaron han quedado para la posteridad. Fueron absolutamente pioneros en esa forma de grabar los volcanes, tan cercana, porque nunca se había hecho antes. También fueron los primeros en crear un laboratorio químico sobre el terreno, lo que les permitía hacer experimentos in situ, Y eso es impresionante”.
“Pero –continúa Sara-, yo creo que su contribución más importante a la vulcanología es que su trabajo ha inspirado a muchísima gente para acercarse a este mundo. Uno de los editores de la película tiene un hermano que es vulcanólogo y asegura que lo que le inspiró para dedicarse a eso fue un libro de los Krafft que leyó de adolescente”.
“Así que –añade la cineasta-, pienso que ensancharon el mundo de la vulcanología, aunque tengan esa parte polémica por arriesgarse demasiado en las grabaciones. Porque eran dos personas que persiguieron su pasión de una forma muy valiente. También hay que tener en cuenta que al igual que ellos, hubo otros vulcanólogos que murieron en esa época, como David Alexander Johnston (1949 - 1980), fallecido durante la erupción de 1980 del Monte Santa Helena (en el estado de Washington). Pero no solo hay que quedarse con esa idea romántica, también hay que comprender que es un mundo muy duro y que requiere sacrificios”.
“Creo –concluye Sara-, que estar tan cerca de la muerte todos los días es lo que les permitía vivir la vida con la mayor intensidad. Cuanto más cerca estaban del peligro, más vivos se sentían; más centrados en lo que era importante para ellos. Sabían que el número de días que tenían era limitado, pero vivían cada minuto haciendo lo que amaban. Y eso es lo que les hacía felices, lo que les llenaba. De alguna manera, esa relación con la muerte les hacía vivir con mayor intensidad su sueño y sentirse más realizados”.
El 3 junio de 1991, mientras filmaban las erupciones del monte Unzen, en Japón, fueron atrapados por un flujo piroclástico. Murieron en el acto junto a 40 periodistas que también cubrían las erupciones. Solo recuperaron de ellos una cámara y un reloj.
El día antes de su muerte, Maurice había declarado: "Nunca tengo miedo, porque he visto tantas erupciones en 23 años que aunque mañana muriera, no me importaría".
Fire of love es el homenaje más bello que se puede hacer a estos pioneros de la vulcanología y sus espectaculares y poéticas imágenes solo pueden disfrutarse debidamente en los cines a partir de este viernes, 26 de agosto.